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¿Oportunidad?

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Los cambios políticos profundos registrados en nuestra región y reflejados en la elección de mandatarios con nuevas ideas en materia de integración, alimentan la esperanza de que nos encontremos en el umbral de una gran oportunidad de reformar el funcionamiento del Mercosur y aun su estructura.

La organización regional llegará a los 30 años en 2021. En 1991 cuando se firmó el tratado de Asunción no existían internet ni los teléfonos celulares, ni China era un actor principal del comercio, ni el Reino Unido pensaba en dejar la UE, ni había una conciencia mayor acerca del cambio climático, ni Venezuela era un caos, ni Rusia se llamaba así. Podríamos agregar otros datos pa-ra medir el largo período de referencia, método muchas veces más eficaz que la me-ra cuenta de los años. Hoy, con la globalización instalada, bueno es que nos aboquemos a la tantas veces pedida y nunca aceptada “pausa y reflexión” que distintos gobiernos de la organización regional se negaron a otorgarse para, después de pensar en serio y con calma, ajustar el rumbo.

Argentina, Brasil y Paraguay han cambiado democráticamente sus gobiernos y las respectivas cancillerías parecen tener un nuevo y refrescante realismo al encarar el Mercosur. Venezuela, se ha hundido en el caos, quedando al margen de la historia. Hoy son nuevamente cuatro los socios.

Nunca fue fácil el emprendimiento que con tanto entusiasmo iniciamos en marzo de 1991 y que recibió partida de nacimiento el primer día del año 1995. Confesemos que nuestras propias esperanzas de que se trataba del cambio más importante desde nuestra independencia no resultaron reales; que con cierta ingenuidad creímos superadas las históricas tensiones que desde el tiempo de la colonia gravitan en el relacionamiento de las cuatro naciones platenses; que ante ese nuevo desafío nuestro país iba a encarar las profundas reformas que eran y son necesarias para funcionar en un mercado multiplicado por setenta. Pero, más allá de que la realidad no fue tan fácil de transformar, se pudo constatar que aún en los rincones más conservadores de los ámbitos políticos, empresariales y sindicales se sintió que una oportunidad asomaba en el horizonte.

Mercosur es “marca” reconocida en el mundo. Muchos emprendimientos transversales, interregionales nacieron y prosperaron. Se abrieron los ríos al comercio a través de la Hidrovía, hija legítima de la integración. Se negociaron algunos acuerdos comerciales convenientes, pero no hubo comprensión ni unidad para las grandes iniciativas. Dos fueron los obstáculos. El más importante fue el actuar como si estuviéramos en un régimen de mercado común sin que ello fuera cierto. Luego y en función de lo anterior, apurarnos a crear un Parlamento que de tal solo tiene el nombre y que, en nuestro derecho, fue puesto en vigencia mediante una ley claramente inconstitucional (1). Asimismo la resolución 32/00 impidió las negociaciones bilaterales. Finalmente y por encima de toda teoría del “Mercosur político” que al impulso y bajo la fascinación del Presidente Hugo Chávez, los cuatro gobiernos de ese entonces proclamaron y, previo apuñalamiento al Paraguay, convirtieron en quinteto. Poniendo lo político por encima de lo jurídico según ha enseñado Mujica, marchamos de tiro de Lula y Kirch-ner convertidos en laderos del locuaz venezolano.

Este fue el punto de verdadera crisis para una organización que siempre fue considerada económica y comercial en su esencia. De ahí en más todo fue coordinación política, ideologización de las relaciones internacionales, negocios oscuros para los allegados a los regímenes de gobierno, maletas de dinero, alienación respecto de los grandes centros económicos, autolimitación en ir hacia los grandes acuerdos, “pérdida de trenes” que pasaban ante nuestra puerta, agresiones vecinas ante proyectos nacionales y soberanos. Nunca se transformó la esencia de un acuerdo como en ese triste período al cual nuestro gobierno aún se aferra.

Hoy el clima parece haber cambiado, en las nuevas cancillerías soplan vientos de razonabilidad, de custodia de los intereses nacionales que pueden tener punto de convergencia en la medida de que, abandonando compromisos ideológicos, Mercosur, avance por el camino de los logros de libertad comercial por los que avanzan los países realmente exitosos.

La oportunidad asoma, parece posible un alineamiento de las políticas exteriores en el sentido de derribar aranceles, abrir puertas y aun reconocer que solo somos una zona de libre comercio, imperfecta pero más acorde a la realidad. Nuestro país ve gravada con doscientos cincuenta millones la producción nacional por el pago de aranceles que es preciso eliminar mediante acuerdos. Es hora de asumir que el mundo es como es, no como le gustaría que fuera a nuestro actual gobierno.

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(1) Los distinguidos compatriotas Juan Martín Posadas y Carlos Maggi comparecieron ante la Suprema Corte de Justicia enumerando las tremendas violencias institucionales de la ley de referencia en materia de representación, sufragio y sistema de votación. La SCJ no reconoció legitimación activa procesal a estos ciudadanos y no entró al fondo del asunto. 

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