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Nosotros y la montaña

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Hace casi 31 años (abril de 1993), en la desaparecida Cuadernos de Marcha publiqué una nota bajo el título “¡Viven!: desde el libro a la película”, en la que comentaba el film de Frank Marshall y el libro de Piers Paul Read a propósito de la tragedia -o el milagro- de Los Andes. El film acababa de estrenarse en Montevideo y, al igual de lo que hoy sucede con La sociedad de la nieve, el tema ocupaba la información de los medios y los 16 sobrevivientes eran, otra vez, el centro de todo tipo de comentarios. Entonces, la película inspirada en el libro era la versión oficial de los hechos. A tal punto que Carlos Páez Rodríguez dijo que “Marshall ha logrado el milagro de que los 16 sobrevivientes estuviéramos finalmente de acuerdo”.

El libro de Read había sido una solución de consenso relativo para fijar una posición ante los hechos -la posición de quienes vivieron para contarlo-: estaba bien escrito por un profesional, llamaba a las cosas por su nombre y establecía un marco de referencia del que partía la película, más allá del aporte que hicieron los sobrevivientes encabezados por Parrado, que actuó como asesor de la producción. En cuanto a la película, lo que dije en aquella nota es que se trataba de una visión demasiado teñida por la mirada de Hollywood y por los arquetipos del género de films que se basan en conmovedoras gestas de la realidad.

En 1993 yo había reflexionado que, en 1972, el tema de la antropofagia había sido tratado con piadosa discreción por nuestra prensa -no así por la extranjera-. Al sacudimiento de la aparición con vida de parte de los desaparecidos, en vísperas de Navidad, se le agregó el componente místico-religioso al que ellos mismos aludieron y la posterior explicación de las razones de su supervivencia, también presentadas con un fundamento trascendente. Agregué que “el país vivía ya tiempos difíciles en lo político y social y no faltaron los que asimilaron la supervivencia a una condición de clase, de formación y hasta de alimentación básica.”

Con las disculpas al lector por citarme a mí mismo, el talante de las recientes declaraciones de un candidato de la interna frentista no hace más que repetir lo que ya había sucedido al momento de comprobarse la supervivencia de los 16 rescatados. A las reflexiones del político se le suman las de las redes, que como sabemos suelen ensuciar una cancha que desde hace más de medio siglo está siempre embarrada por los prejuicios. La mala leche que mana de las redes en relación con esta nueva película es oceánica.

Hay que decirlo con todas las letras: una parte de los uruguayos y de la sociedad nunca pudo reconocer la hazaña de la cordillera como propia. El hecho de que los protagonistas pertenecieran a una clase pudiente -no todos-, jugaran al rugby y hubieran viajado en plan de diversión y deporte, hizo que los prejuicios operasen de manera decisiva para resistir la admiración y soslayar el logro. Pero inclusive, ya en la época en que regresaron, los militares que en breve tomarían el poder, recelaron de los sobrevivientes por la crítica que algunos realizaron sobre la impericia del piloto y los tripulantes del avión de la Fuerza Aérea Uruguaya, que habría causado el accidente. Con la dictadura instalada, el asunto se sepultó por orden superior. Por cierto que entonces la izquierda veneraba a otros héroes, muy distantes de los muchachos de la cordillera. Su postura ante el hecho al parecer no ha cambiado: en el fondo, piensa, los sobrevivientes pertenecen a una élite privilegiada que no merece elogios ni admiración.

La pertenencia del grupo a un determinado nivel social no dejó nunca de ser cierta. El hecho en sí fue algo excepcional y quedó claro que -nadie salvo ellos- podían estar habilitados para juzgar sobre lo sucedido porque lo habían padecido. Pero, si bien se mira, todo lo que se menospreció en el grupo -educación, buena alimentación, el barrio y la disciplina grupal a través de la práctica deportiva- fue lo que posibilitó que algunos se salvaran, lo cual no deja de ser aleccionador.

Creo que más de medio siglo ha sido tiempo suficiente para que sobrevivir en la cordillera sea por fin reconocido como un hecho que merece la admiración de la sociedad toda. Sin embargo, ese “pero” que suele matizar las declaraciones de muchos sobre el tema que sea, sigue adosado al asunto como en tantos otros de pública difusión. Alguien que aspira a ser candidato a presidente de la república por el partido que sea no puede señalar con insidia la procedencia social de un grupo para rebajar su hazaña. Es como si en la postura opuesta dijera que si hubiera sido un equipo de fútbol o una murga la que cayó en la montaña, no hubieran podido sobrevivir. De paso anoto que he visto mensajes de FaceBook que hacen votos para que esta nueva película sobre el tema no gane un solo premio a los que se postula, entre los cuales está el Óscar. Esa actitud incomprensible, y generada por un desprecio cerril a la mentada hazaña, indica que nuestra sociedad sigue padeciendo enconos que cuesta explicar.

Hoy, La sociedad de la nieve es la producción más exitosa de la plataforma Netflix con casi 23 millones de vistas en todo el mundo. Desde el punto de vista cinematográfico, supera en mucho a la de Frank Marshall, pese a contar en su mayoría con actores de nula experiencia en la pantalla. No voy a abundar aquí en la conmovedora experiencia que me produjo verla, pero desde ya puedo decir que ningún tema uruguayo ha tenido en el cine la contundencia temática y la factura técnica que tiene este film de Jaime Bayona, basado en el libro de Pablo Vierci, otro viejo militante por valorar la hazaña.

La tragedia de los Andes está otra vez en el tapete, con un marco de espectacularidad inusual, y en una versión que ya convoca públicos masivos en todo el mundo. Sin embargo, eso que otros pueblos ya habrían asumido y valorado hace rato, nosotros lo seguimos masticando y especulando cada vez que surge el tema. La tontería del origen social y todos los ítems que se adosan para ponerle peros al asunto, funciona como un lastre mental que opera también para otros temas. De alguna manera, esa montaña que los sobrevivientes superaron y vencieron sigue siendo un obstáculo mental para muchos que ven héroes donde no los hubo y, cuando tienen algunos verdaderos delante, no quieren mirarlos por un absurdo prejuicio clasista.

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