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Ni jueces ni fiscales

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Nunca se termina la discusión sobre cuáles son y cuáles no son las buenas prácticas periodísticas. Algunas entran, es verdad, en terreno espinoso. Otras no, aunque haya quienes pretendan cuestionarlas.

La más reciente discusión gira en torno a si solo debe entrevistarse a las personas buenas o si vale hablar con los malos, los villanos. En otras palabras, si Marset debió, o no, ser entrevistado por Patricia Martín en Canal 4.

Entre los críticos, hay muchos periodistas. No es la primera vez que pasa, ni será la última. Hace unos años, ante una visita privada (ya no era dictador) de Pinochet a Uruguay, Leonardo Haberkorn (no recuerdo si alguien más lo acompañó) tomó la iniciativa de buscarlo y entrevistarlo. Lo logró y la nota fue publicada en Búsqueda. Era buen material, con una figura polémica que gobernó Chile con mano férrea por una década y media.

Sin embargo le llovieron críticas de colegas que entendían que no era correcto darle espacio a un dictador.

Los periodistas no son jueces ni fiscales, no son sacerdotes que deciden a quién perdonar y a quién quemar en el fuego eterno. Buscan noticias, hacen hablar a los protagonistas, pretenden explicar un mundo complejo y contradictorio. Esa es su tarea y están al servicio de su público. Pinochet fue un dictador cruel, sin duda, pero seguía “siendo nota”. Marset es un narcotraficante buscado por varios delitos; por eso “es nota”. Fue bueno que alguien lo entrevistara. Del mismo modo, muchos periodistas entrevistan a criminales en las cárceles, a terroristas en su guaridas, a generales del país enemigo.

Admito que no es fácil entender que los periodistas hagan estas cosas, de la misma manera que no es fácil entender porque los abogados defienden criminales.

Cuando el periodista recoge información y entrevista a gente complicada hace uso de libertades y derechos básicos como recoger y divulgar información relevante, ofrecer un panorama abierto de situaciones que aportan al debate público, responder al derecho de la gente a estar informada.

Del mismo modo, los abogados defienden criminales porque más allá de los delitos cometidos, tienen derecho a un juicio justo, a las garantías del debido proceso y a ser considerados inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Al defender criminales ante un tribunal, están reafirmando la vigencia de las garantías constitucionales.

Llama, sí, la atención que los colegas no lo entiendan, así como me sorprendió que en el programa donde se emitió la entrevista un abogado penalista se mostrara en desacuerdo con haber hecho la nota. Periodistas y abogados deberían saber mejor.

Hace unos años, siendo profesor de periodismo, asesoré a una estudiante, hoy destacada colega, que presentaba su trabajo final para graduarse.

Su planteo era interesante. Miró decenas de películas de diferentes épocas en las que el protagonista era un periodista.

Descubrió así que un porcentaje alto de películas donde el periodista era el héroe, el bueno, lo era porque hacía deliberadamente mal su trabajo y hubiera merecido ser despedido. Por otra parte, también en una proporción alta, si el reportero era el villano, estaba cumpliendo bien como profesional. Quedaba flotando la idea de que mentir, tapar datos, tergiversar realidades en aras de un presunto “bien mayor”, era propio de un héroe. Quizás así lo entendieran los directores de cine, pero el mensaje era peligrosamente negativo.

El ruido respecto a una entrevista que mucha gente vio (muestra del interés en saber de qué se trataba) ocurre en tiempos en que la profesión no pasa por su mejor momento.

Las redes lo contaminaron todo. Indujeron a la pereza, ya que los mensajes vienen servidos en “X” o en Facebook y eso ahorra la tarea de verificar, corroborar y ampliar. Es fácil caer en la trampa de creer que una noticia es valiosa, solo porque salió en las redes, envuelta en un halo de misterio, lanzada por algún operador malintencionado. El periodista no hace el esfuerzo de valorarla, de ubicarla en un contexto y la lanza sin percibir que en la mayoría de los casos, es irrelevante.

Me rijo por reglas tal vez viejas y hubo un detalle en el programa Santo y Seña con el que no concuerdo. No se vincula al contenido de la entrevista, eso es prerrogativa de quien la hizo, sino a un aspecto formal, pero a mi juicio importante. Se dedicó largo tiempo a explicar cómo se concertó la entrevista, como se llegó al lugar y las contingencias vividas por la periodista. Fue una experiencia corajuda, sin duda. Pero si me atengo a los manuales, lo que importa es la entrevista y no la historia personal en su obtención y realización: el periodista no es el protagonista. Eso debería quedar para cuando en unos años, la entrevistadora escriba sus memorias, no ahora.

Se dirá que en el cúmulo de cuestionamientos inapropiados a Patricia Martín, mi objeción es menor. Quizás lo sea. Pero quería dejar constancia de ella.

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