Publicidad

La oposición cuenta los días

Compartir esta noticia
SEGUIR
martín aguirre
Introduzca el texto aquí

Lacalle Pou se debe estar pellizcando. Es que si hace unos meses, le hubieran dicho que el panorama político iba a ser lo que vemos hoy, hubiera pensado que era demasiado bueno para ser cierto.

Y las noticias con que nos levantamos cada día, muestran a un oficialismo más dividido y desnorteado. Al punto que en la oposición, la inquietud hoy debe ser que el calendario pase rápido, antes de que “se despierte el mamado” (¡que expresión horrible!), o lo que es peor, se despierten sus propios demonios internos. Esos que tantas veces le han hecho perder elecciones imperdibles.

Primero fue el resultado de la interna, donde el oficialismo perdió unos 50 mil votos, respecto a su última performance. Pero aún peor, salió con una interna complicada, en la que Martínez no logró despegarse como para tener libertad de movimiento, y hubo un empate técnico entre Cosse y Andrade que dejó más entreverado el equilibrio de poder.

Pero lo que vino después fue todavía peor. Todo el culebrón de la elección de la vicepresidente, el manoseo de nombres, y la gira de Martínez, siempre con el mate a cuestas (¿tendrá miedo de ir a la casa de un compañero y que no haya?), que terminó mal. Dejando calientes a los tres líderes históricos de su partido al no llevarles el apunte con sus sugerencias, y finalmente eligiendo a una figura opaca, que difícilmente le acerque un voto al oficialismo, que no sea de alguien que duerma con un gorro del Frente Amplio.

Peor aún. Se ve que la elección se hizo tan a las apuradas, que ni siquiera se chequeó muy a fondo el historial de la candidata. Ya que a las pocas horas ya aparecieron declaraciones incendiarias, posturas al filo de lo republicano, como cuando hizo borrar un registro de la Junta para eliminar lo que habían contado unos emigrados venezolanos. Y hasta un tema complejo con un título académico, reviviendo el trauma del caso Sendic, justo cuando el Frente parecía haber dejado atrás esa pesadilla.

Creo que ya usé la palabra peor demasiadas veces. Pero en las últimas horas la cosa solo ha empeorado. Astori que sale públicamente a defenestrar a la aspirante a vice, Cosse que hace un recorrido por los medios diciendo que la tuvo que buscar en Google, y que quedó dolida con Martínez. Ahora Darío Pérez que acusa a Cosse de tirar “veneno”, y ser “incapaz de transmitir una emoción”.

Igual, la preferida del autor, es la postal que ha incendiado las redes sociales. La operación de marketing en la que Cosse y Villar posan sonrientes tomando un café en Facal, ese lugar donde los enamorados ponen candados en una fuente. Aquí hay que desmentir a Darío Pérez: esa foto transmite muchísimas emociones.

Las sonrisas impostadas de las dos señoras, casi de “feliz cumpleaños”, son la imagen perfecta de este momento político del oficialismo. Donde las poses y los gestos de falsa armonía, solo potencian la sensación de que el clima interno es de volcán a punto de estallar.

¿Por qué es clave esto? Porque complementando lo que dice Darío Pérez, lo que parece ganar elecciones hoy, más que la emoción, es la imagen de honestidad, de transparencia. Desde hace un tiempo, la sociedad, en los países occidentales al menos, pasa por una fase de descreimiento visceral respecto de los políticos. Piensa que se han convertido en títeres de asesores y expertos en marketing, que dicen todos lo mismo, solo se preocupan por su carrera personal, y ponen el bienestar general en segundo plano. Esa es tal vez la clave del éxito de gente tan distinta como Donald Trump o José Mujica. Personas con quienes el electorado no necesariamente comparte una visión del mundo, pero que creen que no están en la política para su propio beneficio, o que dicen las cosas que se les ocurren sin calcular el costo electoral.

Es ahí donde se da el gran diferencial hoy entre gobierno y oposición. A ver, a mucha gente le cae grueso que Lacalle Pou viva en La Tahona. Pero el tipo lo dice, no pide disculpas por eso, y ya lo tiene asumido. Hoy en día, lo grave sería si se hubiera mudado a un apartamento en el Centro, y fuera con el mate a ver a Boston River.

Más allá de la baja aprobación que tiene el gobierno, de la sensación de crisis económica latente, de inseguridad, los papelones con Morabito, hoy el gran problema que parece tener el oficialismo es que da una imagen de falsedad. Todos los días sale un dirigente atacando a otro, o se filtran pullas y odios internos. Hasta el venerable profesor Piñeyrúa, comentarista de fútbol icónico de ciertos ambientes bienpensantes, dice que prefiere perder, si para ganar precisa de alguien como Darío Pérez. Y después sale Daniel Martínez con sonrisa de shopping a decir que quiere a todo el mundo, y Javier Miranda habla de unidad moviendo sus cuatro dedos en el aire como si fuera parte de una “boy band”.

Lo del principio. Lacalle Pou debe mirar ese calendario y rezar para que los meses pasen volando.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad