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La previsión analítica

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El periodismo de análisis y opinión política tiene una dimensión prospectiva que siempre es un desafío. Otear lo que vendrá a partir de la información especializada de hoy; utilizar con inteligencia los conocimientos históricos que involucren sucesos similares a los actuales, o de los cuales en tiempos pretéritos hayan sido protagonistas los actores cuyos comportamientos hoy se quiere prever; suponer actitudes y decisiones individuales o colectivas en función de teorías psicológicas, sociales o políticas que ayuden a explicar y entender por qué los actores tomarán tal camino en vez de tal otro: son todas herramientas útiles de ese afán previsor que, por lo demás, queda por escrito y es por tanto verificable en ese futuro tan inasible.

En este sentido, por ejemplo, en el invierno de 2023 ya era claro (y aquí fue dicho) que Cosse acompañaría la iniciativa de plebiscito contra la reforma de la seguridad social, y ya era previsible también (faltan unos pocos meses para terminar de confirmarlo) que Cabildo Abierto no lograría juntar las 270.000 firmas necesarias para concretar su propuesta de cambio constitucional.

En lo internacional, por ejemplo, en febrero de 2022 cuando la invasión rusa del Donbás ya era predecible que Occidente no quisiera morir por Ucrania. Por tanto, se podía entrever que el régimen de Kiev iría a la guerra rengo de apoyos sustanciales, y que finalmente, en pocos meses, Moscú lograría cumplir con sus objetivos de conquistas territoriales.

Más allá de esos ejemplos recientes, quiero destacar un caso que me resulta formidable y refiere a 1920. En ese año, Jacques Bainville (1879- 1936), un periodista, historiador y analista francés poco conocido hoy -en parte por sus simpatías por la extrema derecha-, escribió un pequeño y magistral ensayo llamado “Las consecuencias políticas de la paz”. Allí analizó con detalle y erudición lo ocurrido luego del fin de la Primera Guerra Mundial y lo que él consideraba serían las consecuencias más probables del orden establecido sobre todo por el Tratado de Versalles (que sigue siendo relevante incluso hoy en día para importantes regiones de la escena internacional).

Desde su conocimiento profundo del siglo XIX europeo, Bainville saca conclusiones acertadísimas sobre la evolución que conducirá a la Segunda Guerra Mundial en 1939. Este párrafo, por ejemplo, ya avizora en 1920 el Anschluss de 1938: “uno se pregunta cómo, en estas condiciones, lo que se hizo no fue de hecho dar licencia a Alemania (se refiere al Tratado de Versalles) para anexar Austria. Después de todo, Austria, una provincia alemana, representada en 1848 en el Parlamento de Frankfurt, sólo había sido mantenida alejada de la gran Alemania, de la madre común de los alemanes, por causas históricas y dinásticas”.

Hay varios ejemplos más de previsión fría, analítica, clara, contundente y certera: desde la imposibilidad de Alemania de pagar las indemnizaciones previstas, pasando por el cuadro geopolítico más acuciante del desequilibrio de potencias europeas, hasta la previsible sucesión de crisis que marcarían las siguientes dos décadas en Europa.

Para quienes valoramos los buenos análisis políticos prospectivos, este ensayo de Bainville es una obra maestra.

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