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La gran batalla

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DANILO ARBILLA
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Conservar el poder, quizás pagando altos precios -y hasta cualquier precio- es la prioridad del FA. De ahí que ya comenzó a traspasar límites y sacó a la barra brava ministerial -con Muñoz y Murro al frente- para darles con todo.

Pero el PCU que mira más lejos y hoy integra el dúo dominante con el MPP, entiende que la gran batalla es la de los Consejos de Salarios y las ocupaciones. Es el mecanismo que desde el gobierno como ocurre ahora digita la cuestión gremial, la que a su vez es manejada por el Pit-Cnt que es el que mueve las cuerdas, marca las líneas, señala disidentes, premia a los fieles y distribuye dádivas y beneficios sociales (reíte del Mides). Eso, siendo gobierno, pero, si tiene que pasar a la oposición la izquierda no tiene mejor instrumento para la agitación social que el Pit-Cnt y este necesita que el gobierno esté en la fijación de los aumentos salariales. Ya veremos porqué.

La central precisa el sistema tripartito, al igual que la “toma” de los lugares de trabajo. Un método patoteril que se le acaba o se le limitará mucho con un gobierno no frenteamplista que aplique la ley en defensa de los derechos al trabajo, de amparo y de propiedad. Pero el régimen tripartito es la clave -sí o sí- porque es básico en la movilización, politización y partidarización de los trabajadores.

Es cómico porque esto de la mesa de tres patas -gobierno, empresas y trabajadores- que defiende el Pit-Cnt fue lo que impuso Pacheco Areco en 1968 con la creación de la Coprin (Comisión de Productividad Precios e Ingresos) integrada por 9 miembros: 5 del gobierno, dos de las empresas y dos de los trabajadores. La Coprin -cuya principal función era fijar salarios mínimos y máximos, fijar precios y ser el órgano de “conciliación” en los conflictos gremiales-, fue el “truco”, al decir de uno de sus creadores, para generar el shock necesario para cambiar las expectativas y frenar la inflación.

El truco dio resultado y de una inflación que había llegado al 183%, se llego a casi el 0% un año y medio después. El tiro, empero, les salió por la culata. En octubre de 1971, previo a las elecciones, Pacheco Areco dispuso un aumento de salarios político, muy por encima del índice técnico de la Coprin y de la propuesta de los sindicatos. Eso le sumó muchos votos, sin duda, pero fue una traición a la idea. Y no fue lo peor: la Coprin ya había logrado unir a los trabajadores y facilitó su partidarización, lo que el PCU buscaba desde hacía años.

Vamos por partes. El objetivo del PCU era, como en todos lados, dominar la central de trabajadores, como ocurre ahora en Uruguay. Pero ello le era casi imposible en aquellos tiempos con sindicatos muy fuertes como el Congreso Obrero Textil, el sindicato bancario, el de los trabajadores de Funsa, que se oponían. Estos entendían que el común denominador de los trabajadores es el salario mientras que la politización los divide.

El interés común es el sueldo y en su defensa todos de acuerdo. En función de ello cada sindicato negociaba con su respectiva patronal, lo que permitía llegar a buenos salarios y beneficios sociales en sectores fuertes de la economía, en tanto en otros casos se ajustaba a la realidad no ahogando a las empresas. A la vez, la conflictividad laboral era menor, y no simultánea. Cada gremio tenía sus calendarios. Y no en todos ni en la mayoría se planteaban conflictos ni había medidas de lucha y menos ocupaciones para negarle el derecho al que quiere trabajar. Esto era cosa de trotskistas.

Los sindicatos se miraban de reojo y se cuidaban de que el PCU no les asestara un golpe por detrás. Por eso la CNT nunca fue una central sino una convención, que no es lo mismo. No se consiguió la central única ni con los esfuerzos del Congreso del Pueblo (1965) ni en la Asamblea Nacional de Sindicatos (enero de 1966). En este caso todo se vino abajo cuando sindicatos comunistas sorpresivamente presentaron un proyecto de reforma constitucional -la Amarilla, la reforma de los sindicatos que apoyaba el Fidel (Frente Izquierda de Liberación) manejado por los comunistas. El propósito era competir y enfrentar políticamente a las reformas Naranja, Gris y Rosada de los partidos tradicionales. Fue un retroceso grande en el camino hacia la unidad sindical.

Hubo rotura; los tupamaros se interesaron mucho en este proceso y lo ocurrido los afirmó en su idea de que la revolución era imposible hacerla con los sindicatos.

Pero fue la Coprin la que cambio el escenario: el gobierno, el poder político, sustituyó a la patronal. Pasó a fijar salarios y a partir de ahí se transformó en el potencial enemigo del trabajador. Unió a los trabajadores ante una patronal única y política.

Este cambio fue decisivo incluso para la fundación del Frente Amplio, pero esto será para otro día.

Mientras tanto el PCU se apresta a dar su gran batalla, para que el gobierno siga fijando salarios y siendo la patronal única, esquema que tanto le ha favorecido en sus afanes para conquistar el poder.

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