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HERNÁN SORHUET GELÓS
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Por su carácter global y la magnitud de sus posibles consecuencias, el cambio climático es el problema más preocupante que enfrenta la humanidad. Aunque nos cuesta enormemente comprender asuntos de alcance planetario ello, desde luego, no reduce su peligrosidad.

Es el mundo científico el que, desde hace varias décadas, mantiene las alarmas encendidas. Pero al no existir un comportamiento lineal y vinculante de las condiciones del tiempo que nos demuestren que efectivamente está ocurriendo un ascenso de la temperatura global media de la atmósfera, se dificulta mucho nuestra comprensión.

Según los mejores científicos del planeta -nucleados en el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC)-, la temperatura mundial promedio en los próximos dos decenios alcanzará y probablemente superará un ascenso de 1.5º C.

A priori parece una cifra insignificante, en especial si cometemos la equivocación de compararlos con la variación térmica de varios grados que experimentamos en un solo día de nuestras vidas.

La adaptación de la biosfera a la temperatura es tan precisa (e imperceptible a nuestros sentidos) que cualquier variación sostenida en el tiempo influye en el funcionamiento de los sistemas naturales y, desde luego, en la adaptación de los organismos vivos al medio. Así ha ocurrido siempre.

Las diferencias con lo que está sucediendo ahora es que son las actividades humanas la causa principal de este incremento, perfectamente cuantificado por los especialistas; y la velocidad con que ocurren.

El aumento de la ocurrencia de eventos naturales atmosféricos con mayor frecuencia e intensidad que antes, se ha vuelto algo habitual en los informativos.

Por ello las estrategias de adaptación al cambio climático son la mejor manera de enfrentarnos a esta amenaza real y silenciosa.

Si estamos advertidos del probable escenario adverso en el cual nos tocará vivir, qué estamos esperando para prepararnos de la mejor manera posible.

En el mediano plazo se pronostica un Uruguay más lluvioso y caluroso. Resulta sencillo imaginar que si se cumple ese pronóstico, tales variables modificarán el ecosistema nacional, aumentando el crecimiento vegetal, y promoviendo que el límite sur de muchas especies propias de la mata atlántica brasileña, se desplace hacia nuestro territorio.

En materia productiva el sector agropecuario deberá estar muy atento para acompañar la nueva realidad, en tiempo y forma, de tal manera que su adaptación le permita optimizar la producción.

También hay que prepararnos en nuestra vida cotidiana para enfrentar de la manera más inteligente posible, la nueva dinámica de los eventos meteorológicos. A mayor éxito, menores daños y pérdidas.

Queda claro que el salto cualitativo para nuestro país deberá darse en el terreno del conocimiento. Necesitamos invertir muchos más recursos en investigaciones realizadas en el país; “bajar a tierra” el acervo internacional disponible, para producir conocimiento genuinamente nacional y generar nuevas tecnologías que nos permitan enfrentar los desafíos de la adaptación con mayores posibilidades.

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