Hay onda entre Braulio y Roger

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El viernes 17 de noviembre, Uruguay será testigo de la fusión más original e innovadora de la historia de los conciertos a nivel mundial. Una fiesta donde el folklore, el cantopopu y la música británica, psicodélica y espacial se fundirán, unidas por la “onda política”, en el Estadio Centenario. Y usted, amigo lector, no se lo puede perder.

No señor, este columnista no está inhalando anticipadamente los vapores dulzones que, como un fantasma ondulante, se deslizarán entre el público agolpado en las tribunas. En cambio escribo con todas las facultades mentales inalteradas. Aunque lo que voy a informar grite lo contrario. Escuche bien: Braulio López, el ex Los Olimareños, será el telonero del show que Roger Waters, exlíder de Pink Floyd, dará en el Monumento Histórico del Fútbol Mundial.

“Siempre fui admirador de Waters, aunque no es mi onda”, dijo al semanario Búsqueda el artista que durante alrededor de 50 años integró el popular dúo junto a Pepe Guerra.

“Lo que sí hay, es onda política”, informó luego, como si a alguien no le hubiera quedado clara la razón de la decisión. O mejor dicho, del verticalazo que lo pondrá sobre el escenario en el cual irá a entonar clásicos como A Don José o Nuestro Camino, aque- lla hermosa canción del inolvidable Marcos Velázquez, y así generar el clima perfecto para recibir al creador de The Wall.

Estuvo bien Braulio en señalar lo de la afinidad ideológica. Porque capaz que el lector más lerdo no había logrado apreciar el detalle. La honestidad de López merece ser reconocida. No olvide usted que en el Uruguay, sobre todo en la Montevideo, tenemos cualquier cantidad de vínculos, contratos, cargos, sillones de directorio y demás prebendas por la misma razón esgrimida por López, pero en poder de personas que ayunan de la franqueza del “Olima” y en cambio vocean que el motivo que los depositó allí responde a la eficiencia, preparación, confianza, capacidad, expertise o cualquier otro verso que se les venga a la mente y les suene convincente para suplantar una verdad a todas luces: eso que Braulio definió como “onda política”.

Así que ya saben, estimados lectores amantes del folklore, digo, del rock británico psicodélico y espacial ¡perdón!, del cantopopu: preparen sus banderas tricolores, su gorra de cuero, su morralcito con las entradas, y la remera de Ernesto Guevara de la Serna, porque el acto ¡pucha, le erré otra vez!, el concierto va a estar para alquilar balcones.

Tampoco olvide llevar la mente bien abierta, pues empezará tarareando un mojón de la tradición como lo es Isla Patrulla -quién sabe si Braulio no la interpretará “actualizada” al lenguaje inclusivo, por sugerencia de Malena Muyala- y acabará la noche allá arriba, balanceando el yesquero al ritmo de Good bye cruel world, que, no lo dude, es precisamente lo que estará deseando cualquier espectador razonable a esa altura de la velada.

Termino esta columna diciéndole cuánto deseo, how I wish… estar bien lejos del Estadio Centenario el próximo 17 de noviembre entre las 20 horas y la medianoche.

Cuando el arte es contaminado por la política partidaria, se convierte en propaganda. Y se pudre como una fruta al sol.

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