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La historia que vendrá

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fernanda sfeir
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La instalación de la Comisión de Futuro en el Parlamento el pasado miércoles constituye una muy buena noticia en sí misma. El mundo se encuentra en un contexto de cambios constantes, la incertidumbre predomina y no podemos vivir de cara a la reacción.

El día exige que nos adelantemos a los hechos, la hora reclama planificación estratégica. Gobernar no es contener, es prever.

En ese sentido, la Comisión de Futuro introduce novedades con el objetivo de promover un diálogo abierto y flexible a la vez que un método riguroso y especializado en diversas áreas, promoviendo el trabajo de la Comisión en conjunto con un grupo asesor, integrado por personas e instituciones expertas vinculadas a la ciencia, la innovación, la tecnología, la economía y el desarrollo social. Los posibles futuros que diseñemos, deben necesariamente contar con una visión colectiva y representativa de la más amplia base de nuestra sociedad.

Diariamente somos testigos del necesario y valioso debate sobre cuestiones cotidianas, teñidas naturalmente de diferencias e intereses político partidarios, a veces hasta direccionadas por motivaciones electorales; sin embargo, se hace igual o más imprescindible contar con políticos que estén generando y pensando políticas de Estado, de las cuales dependerá que nos adaptemos a lo que viene o que creemos, diseñemos y planifiquemos lo que viene.

Es muy valioso que este tipo de discusiones se traslade a los partidos políticos, y que las diferencias ideológicas definan los matices, acuerdos y desacuerdos. Pero el país no se agota en los partidos, es mucho más vasto y más profundo. Que el Parlamento Nacional, representativo de la pluralidad democrática por excelencia, sea quien esté impulsando una nueva lógica en clave de políticas de Estado y de interés nacional en conjunto con la sociedad, no es casualidad.

Para quienes entendemos la política como construcción y confiamos en la inteligencia colectiva, esta comisión representa lo que el sistema democrático necesita, desafiar a las lógicas simplistas de polarización, los extremos constantes que no son más que ruido.

“Lo que importa es la historia que vendrá” nos dijo algunos años atrás el hombre que tuvo el coraje de soñar el país que nos merecíamos en el mediano y largo plazo, siendo un ejemplo el trabajo desde la Comisión de Inversio-nes y Desarrollo Económico (CIDE).

Wilson Ferreira, un visionario positivo, una vez más, nos marca un rumbo y un precedente; la imperiosa necesidad de establecer instrumentos de transformación sostenibles en el tiempo requiere de la generosidad de nuestros políticos puesta al servicio del interés nacional, compartiendo sus ideas con los mejores técnicos, independientemente de sus afiliaciones políticas, y con grandeza ponerlas a disposición del país, desconociendo qué gobierno las tomará y llevará a cabo, pero con el profundo convencimiento de la responsabilidad que implica poder tomar decisiones, definir e influir sobre los posibles futuros de nuestra Patria.

“No hay modelos, -dice Quijano a quien recuerda Serrano Abella- hay experiencias. No cabe la copia. Es necesario crear con los pies bien plantados en la tierra. Saldremos adelante si creamos con imaginación y con audacia, y damos la espalda a los dogmas y los catecismos, la liturgia y sus ritos”.

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