Publicidad

El Obelisco

Compartir esta noticia

Se está acercando el fin del mes de noviembre y todos los años, cuando esa fecha se aproxima, me vuelve a la mente (y al corazón) aquella maravillosa manifestación de libertad que fue el acto del obelisco.

Y todos los años me lamento y me enojo porque esa fecha ha pasado y pasa sin mención ni recuerdo. Este año hubo una iniciativa: se suspendió por lluvia. Al escribir estas líneas parece que se hará el 27. Menos mal. Pero esta es una fecha para ser recordada todos los años, no cada cincuenta.

El acto del obelisco fue una respuesta masiva, entusiasta y desafiante a una convocatoria fundamental: la convocatoria al Uruguay como un todo. Un Uruguay sin exclusiones, como rezaba el letrero suspendido sobre nuestras cabezas todo a lo largo del estrado. A esa convocatoria respondió la multitud que llenó el Parque de los Aliados. A eso nos comprometimos -los del estrado y los de la calle- porque entendimos que eso era lo principal a recuperar. Se habían perdido mucha cosa, se habían machucado muchos valores, pero lo que reclamábamos ese día era: un Uruguay sin exclusiones. Eso quiere decir: primero todos adentro, después veremos cómo acomodamos las diferencias.

Proyecto radicalmente distinto de aquello de: acá la cuestión es entre oligarquía y pueblo, estrecho y marchito eslogan que escuchamos en las elecciones pasadas de boca de la candidata a vicepresidente por el Frente Amplio y que sigue hallándose entre las telarañas de algunos rincones.

El pasado ya pasó. Todo pasado queda definitivamente fijado. No obstante ello el pasado de los pueblos incide en el presente y, más aún, incide en su futuro. Es el futuro lo que nos interesa cuando soplamos las brasitas del pasado para que no se apague su rescoldo, su recuerdo.

Una de las formas más poderosas en las que el pasado se introduce en el presente de los pueblos es a través del relato que de ese pasado se transmite y se festeja. La fuerza está en el relato; allí está la memoria. Las cosas terminan siendo no como fueron sino como se cuentan. Y lo que no se cuenta se termina perdiendo.

Quiero recuperar la memoria del Obelisco: estoy empeñado en ello. Si no hay celebración oficial, si los partidos políticos han perdido el aprecio por conmemorar las gestas que ellos mismos impulsaron... yo no voy a dejar pasar esta fecha sin evocar, con justa emoción, lo que los uruguayos fuimos capaces de hacer por nosotros mismos.

Si este fin de noviembre es otra vez sin banderas ni discursos… ¡que el abuelo se lo cuente a sus nietos! Que mantenga viva la memoria. La memoria de lo que hicimos sin que nadie nos diera la orden. Este pueblo comodón, que se había criado en lo seguro del empleo público y la jubilación, hijo natural de la cultura mesocrática de aquel Uruguay amortiguador y amortiguado, y que en aquel Noviembre estaba siendo pisoteado sin respeto ni misericordia por un poder sin controles, ese, mi amigo, ese Uruguay, dijo su palabra bajo el sol aquel 27 de noviembre. Ni me olvido ni dejo que se olvide.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premium

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad