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El “campo popular”

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No hay tanta “libertad de acción” en el Frente, como se pretende decir. No es tan cierto eso de que las dos posturas opuestas, respecto al plebiscito contra la reforma jubilatoria, son libres de expresarse por igual.

Cuando una parte tranca a la otra porque dice sentirse atacada, no está acatando la reglas de esa supuesta “libertad”. Por el contrario, intenta imponer que una sola de las dos posturas es verdadera.

El grupo Seregnistas, que nuclea a quienes respaldan la candidatura de Mario Bergara, insiste en su decisión de no firmar a favor de un plebiscito que modifique la Constitución y derogue la ley que reformó el sistema jubilatorio.

Dice que manifestará en toda oportunidad que se le brinde, las razones por las que se opone a la iniciativa sindical, apoyada por los sectores dogmáticos del Frente Amplio. El Partido Socialista, sin embargo, cree que mejor sería que guardara silencio.

“Vamos a dar nuestra opinión, con honestidad intelectual”, aseguraron dirigentes seregnistas y entienden, según expresaron a El País, que lo que pretende el Pit-Cnt “es una muy mala propuesta, tanto por las formas como por el contenido”.

Su postura es un fiel reflejo de lo que ya había anunciado quien fuera referente de esta corriente, Danilo Astori. Siendo ministro, y sobre el final de la presidencia de Tabaré Vázquez, Astori había dicho que el siguiente gobierno no podía eludir la responsabilidad de reformar el sistema previsional y que esos cambios afectarían tanto las edades de retiro como los montos a percibir.

Era obvio que el Frente no estaba dispuesto a hacer, en ese momento, lo que Astori en su soledad veía como inevitable. La reforma la plasmó el siguiente gobierno y lo hizo más o menos en los términos que Astori sostenía que debía hacerse.

Tampoco los sindicatos están unánimemente de acuerdo, pese a que al final los bancarios (Aebu) se alinearon con la central.

Sus objeciones iniciales tenían sentido. Para salvar la Caja Bancaria, debieron hacer concesiones inevitables, entre ellos, la edad de retiro. Se dieron cuenta de que no había alternativa. Por lo tanto, al principio fueron consistentes con su postura, al cuestionar la decisión del Pit-Cnt que iba en la dirección contraria. Pero al final la poderosa fuerza de la central sindical pudo más y Aebu anunció que pese a sus notorias discrepancias, acataba la decisión mayoritaria de la central en favor de juntar firmas.

El Frente en cambio optó por la ya mencionada “libertad de acción”, pero solo a medias.

El socialismo salió al cruce de los seregnistas para indicarles que no hicieran ruido con su posición. Tales declaraciones seguramente expresan lo que comunistas y gente de otros sectores afines también piensan: hay que hacer campaña para juntar las firmas, aceptamos a regañadientes que hubiera libertad de acción pero no podemos admitir que “ellos” argumenten a favor de su posición. Eso solo está permitido a “nosotros”.

Con lo cual esa apertura para que cada uno firme si quiere o no, es relativa. Lo verdadero es firmar, lo otro es una indeseada concesión.

Los socialistas pidieron a los seregnistas que “no sean fuego amigo”. Es decir, que no disparen contra sus propios compañeros. Con lo cual, cada vez que los socialistas defiendan la recolección de firmas, también abrirán “fuego amigo” contra los seregnistas.

No se trata de un asunto unidireccional. Cada parte dice tener sus razones. Aceptaron asumir el concepto de libertad porque no se pusieron de acuerdo. Por lo tanto, unos y otros están liberados para defender lo que creen mejor

¿O es que los socialistas entendieron que eso significaba que solo ellos tenían el terreno libre para reunir firmas y los otros debían esconderse y callar?

Es tan dogmática la prédica socialista que consideran que la gente de Bergara “no tiene ninguna necesidad de hacer una campaña en contra del campo popular”.

Quien está convencido de sus argumentos tiene “necesidad” de exponerlos. Es de sentido común.

Pero además, ¿qué es eso del campo popular? Del campo magnético sí se ha escuchado hablar, ¿pero “campo popular”? La expresión tiene olor a naftalina y suena poco democrática, ya que implica que solo algunos se creen dueños de “lo popular”.

El Frente Amplio una vez más se enfrenta al eterno dilema que separa a moderados e izquierdistas no doctrinarios de los radicales, extremistas y dogmáticos.

Pasó entre 1984 y 1989, cuando hartos de ese enfrentamiento, democristianos y el partido liderado por Hugo Batalla se abrieron y fundaron su propio espacio.

Eso no volverá a pasar. Los moderados resolvieron, hace tiempo, agachar la cabeza pero seguir siendo parte del Frente. Es verdad que, a excepción de 1989, nunca ocurrió como ahora que el sector más extremista tuviera un control tan férreo.

Si la corriente seregnista no se pone firme, es probable que mucha gente, llegado el momento, decida que a este Frente tal como se expresa hoy, no vale la pena votar.

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