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Ambigüedad y respuestas

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DANILO ARBILLA
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Si Luis Lacalle hubiera prometido más continuidad que cambio y dicho que se iba a continuar con la política del FA y de Nin Novoa respecto a Venezuela, es muy posible que el triunfador hubiera sido Daniel Martínez.

Una cosa es UPM y otra el caso venezolano. En la campaña electoral desde el principio las aguas se dividieron con el FA defendiendo a la dictadura y el resto de los partidos en contra.

Democracia o dictadura fue la cuestión. Y lo sigue siendo.

La actitud y los anuncios de retiro del canciller Ernesto Talvi hacen todo muy ambiguo y reclaman una respuesta expresa de la presidencia, creo.

¿Qué piensa Lacalle Pou sobre el tema, más allá de lo que Talvi dice que dice el presidente, con el que están “alineados”, según dice? Otra cosa a saber es ¿hasta cuándo se queda?

Se alimenta la ambigüedad y ello roe la imagen del gobierno y del Presidente y pone una pizca de duda sobre su firmeza y conducción más allá de la pandemia

Cuando leí la entrevista en El Observador, además de llamarme la atención su prolijidad semántica, pensé: Lacalle le va a pedir la renuncia o le va a tirar fuerte de las orejas. Me pareció razonable, empero, que como Canciller se cuide de calificar a otros países y regímenes. Sin embargo fue lo que encendió la mecha.

Lo que sí me sorprendió, además de que se arrogara la representación de “todos los ciudadanos de la República”, fue una especie de advertencias sobre que Ciudadanos, con sus 8 diputados “son decisivos para la estabilidad del gobierno”. Insistió en el tema cuando, en algo que me pareció de mal gusto, indicó que él le dio “permiso” al presidente para hablar con Sanguinetti: “yo le dije al presidente: ningún inconveniente con que tú tengas reuniones bilaterales con el doctor Sanguinetti, sabiendo que el expresidente no puede comprometer nada en nombre del partido, porque si Ciudadanos no acompaña no hay votos para acompañar ninguna decisión”.

Todo esto lo repitió en declaraciones posteriores en las que sostuvo que ha conformado un grupo “formidable”, (con votos decisivos) y que su “vocación de servicio” explica su actuación en política, a la que llegó con el ánimo de instalar una “nueva cultura”.

Cuando se explayó sobre el tema Venezuela encendió las alarmas. Dijo que seguía en lo mismo que estaba el gobierno del FA -lo que le mereció el aplauso de su antecesor- y en esa línea tenía conversaciones con Canadá, México (¿AMLO?) y con España donde de hecho manda Podemos, asesores del chavismo, los que en una practica política muy poco plausible han hecho valer sus votos decisivos. Faltaron Alberto Fernández y Ortega. Ignoró al Grupo de Lima -no es bueno diplomáticamente- y se pasó por alto la propia norma de que los problemas interamericanos se resuelven en la OEA.

¿Más diálogo con Maduro? ¿Vamos a sustituir a Rodríguez Zapatero? Desde que el papa Francisco le dio aire a Maduro -luego se llamó a retiro ante planteos de las jerarquías de la iglesia católica venezolana- durante años se han sucedido los mediadores y las propuestas de diálogo con el chavismo, cuyo efecto ha sido sostener en el tiempo al régimen de Maduro y Diosdado Cabello y sus militares. Mientras tanto, sangra y sangra el pueblo venezolano.

Más diálogo, más mecanismo de Montevideo, más Grupo de contacto. ¿Y cuándo se dieron cuenta? ¿Después de las elecciones?

Si por esa vía no se llega a nada -que es lo más probable- puede ser un gran fracaso y un golpe fuerte para la imagen del gobierno de Lacalle Pou.

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