"RECOLECTORES"
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha dicho que esas prácticas no se repetirán en su gobierno.
Reportes de mítines políticos o estudiantiles, “recolectores” de información infiltrados en universidades, movimientos sociales o células criminales, fotografías o documentos de la vida privada. Así espió en el último siglo el gobierno mexicano.
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha dicho que esas prácticas no se repetirán en su gobierno, aunque México tardará en conocer toda la historia del espionaje gubernamental: tomará unos cuatro años procesar los 12 millones de informes que el gobierno prometió abrir.
Pese a ello, se sabe que hubo “antenas” del poder en teatros donde los cómicos en los años 1930 se burlaban del presidente en turno, pintores como Frida Kahlo y Diego Rivera y el escritor Gabriel García Márquez estuvieron en la mira de la inteligencia cuando gobernaba el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que ejerció 71 años un poder hegemónico.
Hay archivos de artistas como Mario Moreno “Cantinflas” o Juan Gabriel, y de figuras históricas como Fidel Castro, Ernesto “Che” Guevara y John F. Kennedy, incluido el acusado de su asesinato Lee Harvey Oswald.
La AFP conversó con un “recolector” de información con décadas de experiencia y con un exfuncionario que atestiguó cómo se usaba esa información. Por seguridad, piden el anonimato y omitir fechas y acontecimientos.
"El recolector"
Fue reclutado cuando era adolescente. Estudiaba bachillerato y un hombre que aparentaba ser funcionario universitario, le pidió “colaborar” con información del ámbito estudiantil.
“Me embaucó diciendo que había un proyecto para la privatización de la educación. Pensé ‘si va a servir mi trabajo, le entro’”, relata.
Pagaban con dinero, libros o boletos para eventos deportivos. Después, le ofrecieron trabajo formal con buen salario. Entonces supo para qué órgano trabajaba. Reaccionó furioso.
“Le acusé de mentirme, le dije que lo iba a delatar. Pero después acepté, era buen sueldo y en casa no abundaba el dinero. Hice exámenes muy rigurosos. Empecé a mandar informes cotidianos de lo que veía en universidades públicas y privadas, iba a manifestaciones, conciertos, partidos de fútbol”, añade. Sus objetivos eran estudiantes, académicos o personajes que acudían a universidades. Sin teléfonos móviles, sus armas eran su memoria, bolígrafo y papel. Cuando un personaje repuntaba, elaboraba un archivo detallando todas sus actividades, incluida su vida privada. “Parte del perfil de una persona son sus vulnerabilidades, como vicios o preferencias sexuales. Es lo que sirve para frenarlo”.
“La vida privada es lo que te puede dañar, lo que sirve para presionar; lo que haces en público, que es lo que veremos en los archivos, es chisme (cotilleo), por muchos conocido”, comenta el otro exfuncionario.
Esa información “sensible”, recuerda, era utilizada en lo que llamaban “el ablandador”: una oficina en un ministerio, con ventana de espejo que permitía observar desde el otro lado, y amueblada con un sillón, una mesa con galletas, café... y un expediente.
Políticos, opositores, líderes sindicales y activistas eran convocados por un alto mando gubernamental tan temido como admirado.
“Si llegaban muy prepotentes, pasaban al ‘ablandador’. Se les dejaba ahí. Se servían el café, galletas y luego cedían a la tentación y abrían el folder (expediente). El rostro les cambiaba”, añade el exfuncionario.
El expediente resaltaba vicios, infidelidades o fortunas surgidas de la nada, todo fotografiado y documentado.
“Todos alguna vez hemos cometido una tontería, en una fiesta, pasados de copas. Antes la homosexualidad era oro molido”, explica.
“Así funciona la vida política, y así es en todas las naciones y la historia”, dice el exfuncionario al señalar que con la llegada al poder de Acción Nacional (PAN), en 2000 con Vicente Fox, se perdió paulatinamente el control del país.
“Era una forma de tener el pulso de la calle, saber el día a día y ejercer un control social. Lo tenía que hacer el gobierno federal porque gobernadores y alcaldes, a menos que quisieran presupuesto, decían que no pasaba nada”, recuerda.
“Sobre el narcotráfico, no supieron leer a Los Zetas”, dice sobre los militares reclutados en los años 90 como pistoleros del cártel del Golfo.
El “recolector” coincide en que se perdió “rigor” con el PAN y ello incidió en la creciente violencia.
“Pero con el PRI también se desvirtuó el trabajo de inteligencia, hubo excesos con tal de mantenerse en el poder”, añade al evocar la llamada guerra sucia, durante los años 60 y 80, cuando fueron perseguidos activistas sociales y opositores.
Con López Obrador, confiesa el “recolector”, muchos agentes “temblaron”, pero el actual presidente de izquierda creó el Centro Nacional de Inteligencia.
“Le está dando mucha importancia a este tema. Hay temas que no se pueden dejar, como el combate al ‘huachicoleo’”, dice sobre la guerra que López Obrador ha lanzado contra traficantes de combustible.
Con los avances tecnológicos, el espionaje sigue generando polémica en México. En el gobierno anterior, estalló un escándalo tras revelarse que mediante el software Pegasus se infiltraron los teléfonos de periodistas, opositores y defensores de derechos humanos.
La agencia AFP consultó expedientes de John F. Kennedy, asesinado en 1963 y el del acusado de matarlo, Lee Harvey Oswald. También revisó los de Fidel Castro y de Ernesto “Che” Guevara. Los de Kennedy y Oswald son archivos muy similares, salvo que el de Kennedy suma 286 páginas porque, además de las 110 que conforman el de Oswald, incluye reportes de actividades públicas del presidente y recortes de periódicos sobre el magnicidio. El de Oswald fue desclasificado en 2016 y el de Kennedy en 2017. El del expediente se inicia el 23 de noviembre de 1963, un día después del asesinato, y se centra en interrogatorios a personal de la embajada cubana en México. Oswald estuvo en México unas semanas antes del magnicidio. Pidió en la embajada cubana una visa para la isla porque planeaba viajar a la URSS vía Cuba. “Una vez que Oswald entendió que no era posible darle la visa cubana, sin obtener previamente la rusa, se exaltó o enojó mucho”, señala un reporte que recoge declaraciones de una secretaria. El cónsul Eusebio Ascué tuvo una fuerte discusión con Oswald, a quien le reprochó que “un individuo como él en vez de beneficiar a la Revolución cubana, le causaba daño”.
El archivo de Castro tiene dos carpetas de 411 y 231 páginas, mientras que el de Guevara es una única carpeta de 121 páginas. Ambos fueron desclasificados en 2017. La información ahí contenida es similar y arranca con la captura de los revolucionarios en junio de 1956, cuando fraguaban desde México “la conjura contra el gobierno de la República de Cuba”, señala un informe del 24 de junio de 1956. “El Grupo denominado ‘26 de Julio’ (...) está encabezado por un sedicente-doctor Fidel Alejandro Castro Ruz”, añade antes de relatar la captura de cinco cubanos, incluido el líder en ciernes. El reporte concluye que los cubanos no están relacionados con “grupos comunistas mexicanos” y que su objetivo es “organizar grupos rebeldes” para actuar en Cuba. Después fueron detenidos 22 miembros más del “26 de Julio”, incluido el Che. Otro reporte del 4 de diciembre de 1956, fechado en el puerto de Tampico, en el Golfo de México, relata la tortuosa búsqueda del yate Granma. El autor del reporte concluye: “El paradero del yate Granma ha quedado definido (...) por fuentes dignas de crédito, pues el mismo domingo 2 del actual, por la tarde, fue localizado en la costa sur de la Isla de Cuba y en el cual viajaban varias personas, suponiéndose una de ellas sea Fidel Castro”.