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La división del poder económico

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Hay una máxima en el mundo corporativo y es que el organigrama tiene que quedar claro. A iguales responsabilidades y abundancia de jefes recrudecen las internas y los cruces entre los distintos protagonistas.

También ante el exceso de compartimentos estancos. Con la salida del ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, el Presidente decidió avanzar en una idea fuerza que aplicó desde el primer día de su mandato: dividir el poder económico. O al menos la figura del titular de esa cartera.

La llegada de Nicolás Dujovne a Hacienda (ahora con fuerte foco en el déficit fiscal) y Luis Caputo avanzando dos casilleros en Finanzas ratifica la construcción del Presidente de un perfil de súper ministro con los riesgos que conlleva. Al igual que Néstor Kirchner que buscaba concentrar todas las decisiones en una libreta de superávit gemelos, es ahora el presidente junto a sus dos vicejefes de gabinete: Gustavo Lopetegui y Mario Quintana, quien llevará el detalle de todas las decisiones.

El ahora ex titular de Hacienda fue protagonista junto a Federico Sturzenegger, titular del Banco Central, de la salida del cepo, también de la normalización de las relaciones internacionales, de su propio proyecto de ganancias y del sinceramiento fiscal que va camino a quebrar un récord y también de un recrudecido contraste de decisiones entre el Central y el equipo de Prat-Gay. Es un hombre del gradualismo.

Con su partida gana varios casilleros la dupla Lopetegui-Quintana a quienes Prat-Gay nunca reconoció como sus jefes.

La división de tareas empieza a encontrar también algunos silos. En uno de los ministerios dicen no tener ninguna responsabilidad sobre la inflación cada vez que se les pregunta por medidas concretas. En otro aseguran que la avanzada y retroceso de los aumentos de tarifas fue porque el ministro de Energía, Juan José Aranguren, había jugado solo al principio y recién ahora empieza a integrarse al equipo. De hecho, las contradicciones aparecieron también cuando la misión política era negar futuros aumentos este año y no todos avanzaron en esa línea. Entre el Central y Hacienda las paces quedaron selladas tras infinidad de encuentros de rutina. Si bien surgen constantes debates respecto de los tiempos para modificar las tasas, de la cotización ideal del dólar y hasta de los niveles tolerables del dólar, la conclusión fue que hay que dirimir esos debates puertas adentro para luego unificar el discurso en el afuera. Alfonso Prat-Gay no quería irse. No con el barco a mitad del río y sin capear aún el temporal de la inflación y la caída del PBI. Pero eso sí: "la salida se produjo en buenos términos". Al mejor estilo corporativo.

JOSÉ DEL RÍO

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