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"Uruguay debe salir al mundo para permanecer en él”

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El presidente Tabaré Vázquez durante su última gira en China.
Walter Paciello

El experto en negocios internacionales Marcos Soto describe las ventajas de un eventual Tratado de Libre Comercio con China.

La semana pasada, el presidente Tabaré Vázquez y su par chino Xi Jinping, acordaron iniciar las negociaciones para un Tratado de Libre Comercio entre ambos países, fijando 2018 como plazo para firmar el acuerdo. Si bien todavía falta el apoyo del Mercosur, el anuncio es un prometedor primer paso. En este contexto, Marcos Soto, Gerente Senior de PwC, describió el impacto que un TLC con China tendría en nuestra economía, así como aquellos riesgos que se deben tomar en cuenta con esta apertura.

—¿Cuál es la situación hoy del intercambio comercial con China?
—Hoy China es nuestro principal socio comercial: el principal comprador y también el principal proveedor de bienes. Considerando las exportaciones desde zonas francas, el 2015 lo cerramos con un saldo favorable con China de unos USD 340 millones. Pero más que la foto actual, lo que impresiona es la evolución. En el 2006 exportamos USD 169 millones y en el 2015 USD 1.403. O sea que en los últimos diez años las exportaciones se multiplicaron más de 8 veces. Esa evolución exponencial ahora parece estar encontrando resistencias, no sólo para crecer sino para sostener los niveles. Desde el 2013 se visualiza en las exportaciones una meseta con tendencia decreciente.

—¿Cuáles son los sectores que más venden a ese país?
—Hay dos rubros que representan casi el 80% de las exportaciones. La soja —aunque cayó en 2016— y la carne bovina. Aquí encontramos uno de los grandes desafíos: cortar con esta altísima concentración y diversificar la oferta exportable. China es un mercado de 1.367 millones de personas, no puede ser que nos consuman únicamente carne y soja.

—China es uno de los principales proveedores del país, ¿cómo han evolucionado las importaciones?
—Las importaciones en estos últimos diez años también han evolucionado a tasas crecientes. En 2006 las importaciones no llegaban a los USD 500 millones, y en 2015 alcanzaron los USD 1.750. Su composición tiene un perfil de alta industrialización. Si bien las compras están atomizadas, destacan los celulares, computadoras y autopartes. Esos tres rubros representan el 16% de las importaciones totales desde China.

—¿Por qué sería relevante la firma de un TLC?
—Hay varios motivos. En primer lugar por potencial. China ya es hoy nuestro principal socio comercial, a pesar de no contar con ningún tratado. En segundo lugar, las exportaciones se han estancado, entonces debemos reimpulsar la relación, con el objetivo de exportar más pero también de apostar a una diversificación impostergable. En tercer lugar, porque sería un tratado con la segunda economía mundial. Y en cuarto lugar, porque nuestros competidores internacionales —hablo de Nueva Zelanda y Australia— ya firmaron. Entonces un tratado es prioridad ya no sólo para incrementar las ventas, sino también como herramienta de defensa, dado que corremos el riesgo de que nuestros competidores nos desplacen. Uruguay debe salir al mundo para permanecer en él. Le vendemos a más de 160 países, pero no tenemos “la vaca atada”. Esos mercados hoy están, mañana no sé.

_—¿Con este tratado pasaríamos a ser más atractivos para los inversores?
—Sí. Por ejemplo: una empresa brasilera que pretende exportar a China, podrá preguntarse: ¿y si lo hago desde Uruguay? Esa empresa va aprovechar el TLC. Y viceversa, empresas chinas que deseen ingresar a la región podrían instalarse acá. También hay razones de geopolítica, con un TLC movemos las fichas del tablero regional, que se encuentra vegetando. Debemos prepararnos para un Uruguay capaz de producir alimentos para 50 millones de personas en 15 años. Y por último, Uruguay y China tienen economías complementarias, no es una relación de competencia.

—¿Qué sectores no tienen tanta presencia en China pero podrían crecer con la firma de un tratado?
—Dentro de la oferta exportable actual encontraremos potencial en varios. Por ejemplo, nuestra industria vitivinícola. Chile en el 2013 le vendió a China vinos por USD 60 millones y en el 2015 por USD 154 millones a un arancel 0%. Podríamos vender chapas de madera, medicamentos, cítricos, jugos y alimentos envasados o congelados, lácteos. Debemos pensar en un mañana. La población china está mutando drásticamente, incrementando su urbanización y poder adquisitivo, está refinando su consumo.

—Las ventajas parecen claras ¿cuáles son los riesgos?
—Este tipo de acuerdo siempre implica riesgos, y hay que identificarlos para mitigarlos. Los riesgos pasan por una mayor exposición de algunos sectores nacionales; el vínculo con nuestros vecinos; y el hecho de que el Estado resignará recursos que no recaudará por la vía de aranceles sobre USD 1.700 millones. Debemos estar convencidos que un incremento en los niveles de actividad producto de mayores exportaciones logrará superar esta resignación. En Uruguay existe una regla que a mi modo de ver no falla. Cuando suben las exportaciones, al tiempo aumenta el empleo, y viceversa.

—¿Un TLC no abriría la puerta a una competencia mayor de productos chinos?
—Si,, y es uno de los principales riesgos. Estos acuerdos no implican una apertura de 180 grados de la noche a la mañana, son progresivos y quizás demoremos 10 años en encontrar la apertura total, y siempre hay margen para “exclusiones”. ¿No es tiempo suficiente para prepararse? Creo que sí. Las diferencias de escala entre ambos países ya son un abismo. ¿Qué quiero decir? Lo que cuesta producir USD 1 de “x” producto en China en Uruguay cuesta de USD 3 o USD 30. No importa cuánto, siempre es más caro. Entonces en estos casos, el arancel no funciona como una barrera de protección de la industria local.

—Es cierto, pero eso no quita que algunos sectores sufran la competencia.
—En términos generales, puede haber sectores en que la realidad sea diferente. A esos sectores hay que prepararlos para cuando le llegue la desgravación. Nuestras ventajas competitivas a nivel industrial no están en producir para abastecer a un gran número de consumidores. El partido lo jugamos en el nicho premium. Tengo la percepción de que hay una mayoría en la sociedad dispuesta a asumir los riesgos planteados.

—El gobierno debería abrir la participación a la sociedad civil para negociar este tratado?
— Recuerdo el proceso de discusión de la reforma tributaria que terminó con la aprobación de la Ley 18.083. Allí se abrió la discusión a los particulares. La casuística es muy vasta, y creer que el radar del Gobierno abarca todas es utópico. Sería oportuno abrir un espacio para que cada sector, cada gremial, cada sindicato, y cada particular realice aportes, y también enciendan luces amarillas o rojas para saber a ciencia cierta el punto de partida. Chile realiza estos llamados abiertos cuando está negociando Tratados de este tipo. Una vez convalidado con la sociedad, el camino se hace más transitable.

—¿Esta gira del Presidente fue un mero acercamiento o un paso firme hacia un TLC?
—Es un paso firme. Se establece un plazo exigente pero alcanzable. Dependerá de cómo logremos asimilar los riesgos ya expuestos. La búsqueda del consenso en la sociedad parece ser la mejor apuesta. Pero no tenemos muchas alternativas, el mundo se mueve, nuestros competidores firman Tratados, los vecinos no parecen ser nuestra válvula de escape, si no nos movemos nosotros nadie nos va llevar de la mano.

Experiencia de Chile y su TLC con China

Para el especialista, el caso chileno es una referencia. Ellos firmaron el TLC con China en el año 2005 bajo el gobierno de Lagos. “Si bien las exportaciones siguen concentradas en el cobre, el TLC posibilitó cierta diversificación. Según datos de la Cancillería chilena, la canasta exportable se ha diversificado en más de 600 productos gracias al Tratado. El 66% de los productos enviados a China en el 2012 no se exportaban en el 2005. Eso es algo elocuente. A pesar de que existía el temor de la invasión de productos chinos, Chile cerró el 2015 con una balanza comercial favorable con China de casi USD 2 mil millones. Han ganado su espacio: es el principal proveedor de ciruelas y arándanos de China, y el 77% del salmón que importan los chinos es chileno. Para llevarlo a términos relativos, las exportaciones a China representaron algo más del 6% del PBI. En Uruguay las exportaciones al país asiático representan algo menos del 4%. Quizás podríamos aspirar a alcanzar ese 6%, lo que implicaría incrementar las exportaciones a China en USD 1100 millones”.

Oposición dentro del propio Mercosur

Algunos países del Mercosur, sobre todo Brasil, no parecen muy proclives a que Uruguay firme TLCs por su cuenta. Para Soto, el único camino para salvar este escollo es el diálogo. “Nuestras dimensiones nos hacen asimétricos con Argentina y Brasil, y esto nos lleva a tener tiempos e intereses divergentes. Al Mercosur hay que cuidarlo, porque como modelo sigue vigente y nos compra producción con valor agregado que el mundo no nos compra. Entonces, nuestra misión es hacer entender nuestras necesidades. Habrá que escuchar cuáles son los miedos de la contraparte y

El presidente Tabaré Vázquez durante su última visita a China.
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Marcos Soto, Gerente Senior de PwC Uruguay

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