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A prueba

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Hablemos claro. Nunca entró más plata en este país que en los últimos diez años. Nunca exportamos más. Nunca nos pagaron tanto por lo que le vendemos al mundo. Nunca captamos tanta inversión extranjera, incluyendo dos megaplantas de celulosa.

Nunca se aumentaron tanto los salarios de los trabajadores. Nunca se incrementaron tanto los impuestos a las empresas. Nunca la DGI y el BPS recaudaron tanto. Nunca.

¿Y qué hicieron con tanta bonanza? Gastaron todo lo que entró y bastante más. Y gastaron mal. Hicieron negocios ruinosos para el Estado tirando dinero que ya no volverá, prestaron dinero para financiar aventuras de cogestión sindical que todos sabemos cómo terminaron, contrataron más y más funcionarios públicos y asesores como si se fuera a terminar el mundo, y pensaron que solo con más presupuesto se solucionarían los graves problemas de la educación, la seguridad y la salud.

Un día la bonanza se iba a terminar. Y se terminó. Pero se siguió gastando, como si nada. Y el 2016 se cerró con un déficit del 4% del PIB. Una vergüenza. Pero nadie se pone colorado.

Los mismos que gastaron más de lo que debían ahora nos miran, con cara seria, y nos dicen que hay que bajar el déficit. Que el Uruguay no puede darse el lujo de perder el grado inversor. Que no se pueden bajar los combustibles porque hay que reordenar Ancap. Que no se pueden bajar las tarifas públicas porque hay que equilibrar las cuentas públicas. ¿Y los responsables de que todo eso sucediera? En sus cargos, inamovibles, estudiando nuevos aumentos de impuestos para ver si a fin de año pueden ufanarse de haber corregido los desequilibrios. Con nuestra plata, claro.

¿Y ellos? ¿En qué se ajustan? En nada. Nos tenemos que ajustar nosotros para que ellos puedan seguir contratando asesores, cediendo a las presiones de los sindicatos (lo de Ancap con el cemento es un escándalo), prestando dinero de todos para negocios ruinosos, sumando autos oficiales, pagando viajes costosos sin sentido (el de Sendic a Italia, por ejemplo) y hasta comprando un avión para el presidente.

¿Qué pasaría con estos señores si, por ejemplo, los uruguayos decidieran consumir un 8% menos de luz cada mes? ¿O si gastaran un 10% menos de combustible? ¿O si bajaran el consumo de agua? ¿Les aumentaría como esperan la recaudación de las empresas públicas, donde siguen contratando funcionarios y asesores como si nada sucediera?

¿Qué sucedería con la recaudación de la DGI si los uruguayos salieran a comer menos afuera o si bajaran solo un poco su nivel de consumo? ¿Y qué pasaría con los números del BPS si las empresas a las que siguen poniendo impuestos decidieran reducir solo levemente sus plantillas y enviar a algunos trabajadores al seguro de paro?

¿Les cerrarían los números a estos genios? ¿O tendrían, de una vez, que empezar a ajustarse ellos mismos, a dejar de gastar el dinero de todos con tanta alegría?

¿No valdría la pena, alguna vez, ponerlos a prueba?

[email protected]

LA COLUMNA DE PEPE PREGUNTÓN

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