Publicidad

Horas al sol para esperar al presidente y volver a festejar

Compartir esta noticia
Luis Lacalle Pou y Beatriz Argimón en la cachila de Luis Alberto de Herrera. Foto: Darwin Borrelli.
Darwin Borrelli

CAMBIO DE MANDO

Militantes de todo el país acompañaron la asunción de Luis Lacalle Pou.

Estaban desde el mediodía. No importaban los 28 grados de temperatura, ni el sol ni la espera ni el cansancio. Cada uno de ellos quería tener su lugar cerca, bien cerca de las vallas que envolvían al Palacio Legislativo y seguían por Avenida Lavalleja pasando por Avenida Libertador, Río Negro y así hasta llegar a 18 de Julio y la Plaza Independencia.

Estaban desde el mediodía. Y algunos desde la mañana. Los militantes y votantes del Partido Nacional habían llegado desde cada rincón de Uruguay para acompañar a Luis Lacalle Pou y Beatriz Argimón, presidente y vicepresidenta electos, en el que fue, quizás, el día más importante para el partido en los últimos 30 años.

A las tres y media de la tarde, entre cantos de “presidente, presidente” y gritos de “se acabó el recreo”, un grupo de más de 100 militantes con una remera blanca con el escudo nacional y letras azules que decían “asunción presidencial #1M” se agarraron de las manos y armaron un túnel humano entre la vereda y el cantero central de Avenida Lavalleja. Unos minutos después, con cantos, banderas y arengas de “Viva la Patria, viva”, la cachila Ford V8 que llevaba a Lacalle Pou y Argimón - la que había pertenecido a Luis Alberto de Herrera, la que había utilizado su padre, Luis Alberto Lacalle cuando asumió la Presidencia en 1990 - asomó escoltada por un grupo de blandengues en caballos grandes, elegantes y brillantes.

La cachila empezó a avanzar lento pero no tanto. Los militantes de remeras blancas corrían agarrados de la mano para acompañarla, para seguirla, para estar cerca. Luis Lacalle Pou miraba hacia los costados, hacia arriba, hacia abajo, levantaba las manos, agradecía y sonreía. Beatriz Argimón saludaba como si estuviese cerca, uno a uno, mirando a cada persona a los ojos.

Luis Lacalle Pou y Beatriz Argimón en la cachila de Luis Alberto de Herrera. Foto: Darwin Borrelli.
Luis Lacalle Pou y Beatriz Argimón en la cachila de Luis Alberto de Herrera. Foto: Darwin Borrelli.

La espera y la llegada

“Ahora veremos qué hace el nuevo presidente”, dijo Jorge, un inmigrante cubano que -sentado a la sombra- esperaba por la cachila presidencial. Tanto él como Kelly, inmigrante peruana que había llegado de Perú hace unos meses, tenían expectativas moderadas sobre los cinco años que se vienen. Y casi todas ellas estaban centradas en lo laboral y en los precios.

Pero también entre uruguayos simpatizantes de la coalición gobernante lo laboral y los precios están entre sus principales preocupaciones. Roberto, de unos 50 años, había llegado de Artigas para la asunción de Lacalle Pou. Con una bandera del Partido Colorado al hombro dijo a El País que lo primero que hay que resolver es el tema de la seguridad, pero enseguida se largó a hablar de lo poco que se produce en Uruguay, que Brasil “nos podría dar una mano ahora que está mejor que nunca”. A su lado, un curioso que se acercó a la conversación, asentía con la cabeza y agregaba que “va a estar difícil”, porque según él, “hay poco margen para que el nuevo gobierno pueda hacer algo. Por lo demás, la mayoría de quienes decidieron acompañar el desfile parecían haberse tomado el día como una ocasión para no solo celebrar la victoria electoral, sino también la relativa parsimonia con la que la democracia uruguaya renueva mandatarios cada cinco años.

En Plaza del Entrevero. Foto: Leo Mainé.
Foto: Leonardo Mainé.

Los militantes que esperaban a Lacalle Pou y Argimón sobre el final de avenida del Libertador repetían todos los mismos motivos para aguantar el sol y los 30 grados. Estaban ahí para demostrar el apoyo al presidente, para vivir la fiesta de la democracia, por el momento histórico del partido, porque querían un cambio y tienen esperanza.

La espera fue larga, sobre todo para un grupo de unos diez militantes que llegaron a las inmediaciones sobre las 9 de la mañana y se turnaron para guardar el lugar de la valla que les permitía mejor vista. “Nos vestimos de celeste y blanco todo el año”, respondió una, y allí, con la mirada puesta sobre el Palacio Legislativo que se divisaba a lo lejos, repitieron la costumbre con ropa a tono con las banderas que levantaban. Por esa zona y hasta llegar a Plaza Independencia casi todas eran banderas blancas, a excepción de unas cuantas insignias con el “Se acabó el recreo” de Manini y un paisano con pañuelo colorado al cuello.

Sobre las 16:00, una señora que seguía la transmisión en su celular avisó que Lacalle Pou y Argimón habían subido a la cachila. Los murmullos de charlas comunes sobre perros, hijos, colegios y amigos se terminaron y hubo silencio, un silencio interrumpido solo por algunos gritos de “Viva la Patria, viva el Partido Nacional” que empezaban, casi siempre, en la voz de “El Negro”, militante referente para varios de los que estaban allí. Y el “viva la Patria” se replicaba a coro por toda la cuadra, lo mismo sucedió cuando uno entonó la Marcha de Tres Árboles.

Unos minutos después el silencio se transformó en “Vamos Luis”, “Te queremos Luis”. La cachila pasó, algunos corrieron al costado por las vallas, otros permanecieron a la espera de los miles de jinetes y sus caballos que desfilaron agrupados por departamento. Los gritos eufóricos no cesaron.

Lejos de allí, en la Plaza Libertad, un solitario militante del Frente Amplio deambulaba con la bandera de su fuerza política. A alguien le pareció tan raro que pidió para sacarle una foto. El militante aceptó con gusto y se acercó a quien le había sacado la foto para decirle: “Viva la democracia”.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad