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Con el piloto automático

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Frigorífico. Foto: Archivo El País

Opinión

El tema no es solo que quedamos muy caros respecto de Argentina, o que por diversas razones, por ejemplo la caída del turismo, nuestra economía no crezca o incluso caiga.

El problema es que esta noticia cae justo en plena discusión de una rendición de cuentas que ya de por sí lucía poco responsable.

Tormenta regional.

En efecto, las previsiones oficiales de recaudación se basaban en optimistas pronósticos de crecimiento que se situaban en 2,6 y 3 % para este año y el próximo. Ahora, con una recaudación menor, el déficit para el programa del gobierno va a superar el 4 % del PIB, lo que vuelve más que pertinente la pregunta acerca de cómo lo piensan financiar y, especialmente, qué herencia en ese tema piensan dejar. En la rendición de cuentas optimista había que encontrar financiamiento para unos 2 mil millones de dólares. Ahora esa cifra se verá incrementada significativamente —el crecimiento del 2019 puede ser 0— y la tasa de interés internacional solo puede subir, lo que aumenta las necesidades de financiamiento sin que nadie parezca muy preocupado por el gasto.

Quedan atrás, como un recuerdo más de errores graves, aquellos tiempos de exhortación a ocupar el "espacio fiscal".

La enorme devaluación argentina y la correspondiente brasileña, sin saber cómo se procesarán ninguna de las dos, requieren en el país una conducción muy profesional, y no una repetición sistemática de que somos diferentes, o que está todo bajo control. Hace falta oír a la conducción económica encarar el problema, empezando por el tema fiscal. No puede ser que ni siquiera este nuevo panorama no determine una mayor austeridad en el gasto. Y digo en el gasto y no en los impuestos porque este aspecto como bien lo señala el propio Astori ya no da más, después de haber rascado la lata hasta el cansancio; después incluso de haber creado más impuestos contra toda promesa, tasa consular, IASS, Patrimonio, Primaria, más severidad en IRPF e IRAE y mayor uso de las tarifas públicas.

El escenario tan cambiante no solo exige un replanteo sobre el gasto, sino especialmente sobre la posibilidad que esta nueva situación le da al gobierno de intentar precios mucho más baratos, corregir precios relativos, y hacer así algo para evitar quedarnos como una isla carísima en un barrio barato.

Un ejemplo de lo anterior es la conducta respecto del dólar. No parece en efecto que se pueda pelear por mantener alguna cotización. Por el contrario, si el dólar empieza a moverse, esa será la oportunidad de que la divisa realice un trabajo de ajuste de precios relativos que es difícil la haga este gobierno. En efecto, y sin desconocer las tensiones que esto significará, he aquí una oportunidad de encaminar precios de la economía fuera de toda referencia internacional, como salarios o tarifas. Sobre todo porque esto va a terminar ocurriendo de todas formas. Se puede por tanto pelear contra esta nueva situación que acentúa nuestra condición de caros o aprovechar la bolada.

Una tentación inútil puede ser intentar detener el comercio con los vecinos, lo que además de no resultar será imposible si las diferencias son grandes.

Industria frigorífica.

Un caso emblemático ocurre con la carne. Ha trascendido el justo reclamo de la industria frigorífica, que bien puede ser el caso de muchas actividades, demandando una mayor devolución de impuestos a la exportación. En este caso el precio internacional de la carne es muy bueno en términos históricos, y también lo es el de nuestro mercado interno. Por otra parte, el margen bruto de la industria es de los más chicos de una larga serie. Por margen bruto calculo la suma de toda la facturación de la carne vacuna de todas las categorías, a todo destino incluido el mercado interno, más los valores del cuero y las devoluciones de impuestos. El margen resulta de extraer a esta suma el precio del ganado. Este margen es muy chico y con él hay que pagar salarios, intereses, tarifas, etc. Como todos estos componentes están desbordados, la situación de la industria es compartible que debe ser muy dura. Más todavía cuando el precio del ganado, para los mismos valores de exportación de carne, es muy superior —oferta y demanda puras— al que están pagando los vecinos, al menos en esta post zafra que aunque no es el mejor momento para hacer cálculos, igual nos da una idea de que seguramente la industria —ganado caro, margen chico, costos industriales desbordados— tiene razones para hacerse oír. Lo mismo debe estar pasando con muchas otras actividades en las que la devaluación de los vecinos pega fuerte. En esta situación, para corregir muchos precios parece claro que una fuerte importación de carne barata, además de reducir el precio al público, liberaría un mayor volumen para exportar y presumiblemente obligaría a bajar costos de nuestro margen. Ya ocurre de hecho que importamos carne de Argentina, Brasil y Paraguay. Y a menos que a alguien se le ocurra poner muros en las fronteras, más vale aprovechar con comercio, las rebajas de precios que permiten corregir "desmadres" de nuestro costo país.

Internar rápidamente el ajuste cambiario solo moderando quizás algunos picos, será la forma menos dolorosa aunque no exenta de tensiones de recuperar competitividad, ajustar precios relativos y aprovechar oportunidades. Todo dicho empezando por rehacer una rendición de cuentas que si se mantiene como está, va a suponer un agujero que no puede pensarse en arreglar solo con endeudamiento mientras dure el grado inversor. No sería responsable dejar al país una bomba fiscal, otra previsional, con costos salariales y gremios desbordados, una deuda creciente, un agro sin competitividad, sin infraestructura ni educación, después de los mejores años de precios de lo que vendemos.

Por tanto, sería duro para el país en un momento crucial como éste, gobernar con piloto automático.

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opiniónJulio Preve Folle

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