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Se necesita una explicación acerca de las razones de la tendencia al alza de la inflación

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Foto: Getty Images

OPINIÓN

Estamos en un momento que requiere una interpretación a fondo de la realidad para elaborar una política de estabilidad de precios que contribuya a la inversión y al crecimiento.

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La inflación medida por el comportamiento del índice de precios al consumo que mensualmente estima el Instituto Nacional de Estadística ha vuelto a ser creciente y se ubica, nuevamente, por encima del rango objetivo de inflación del Banco Central.

Tras dos meses consecutivos durante los que se cumplió la meta, desde junio el aumento del nivel general de precios ha retomado un movimiento alcista que lo aleja de lo deseado por la institución monetaria. Lo aleja de una meta que, con sucesivos rangos, en los 224 meses transcurridos desde su aplicación, sólo en 42 ha sido alcanzada. Esos números reflejan la falta de éxito en el propósito de darle mayor estabilidad y condiciones para crecer a una economía que, como surge de la propia encuesta mensual sobre inflación que realiza el Banco Central, se mueve desde hace muchos años en un escenario de expectativas inflacionarias más altas que las deseadas por la autoridad. Prácticamente nunca la encuesta señalada logra mostrar que la mayoría de quienes la responden espera resultados para el aumento de precios que coincidan con lo deseado por la autoridad monetaria. Siempre, para el corto plazo como es el lapso de un año, la expectativa inflacionaria excede el límite superior de la banda objetivo del Banco Central.

Una difícil explicación sobre el alza de la inflación 

La evidencia muestra, entonces, que estamos en un momento que requiere una interpretación a fondo de la realidad para, de ese modo, con un diagnóstico preciso de lo que viene ocurriendo y ha ocurrido con resultados que no han sido los deseados, elaborar una política de estabilidad de precios que contribuya a la inversión y al crecimiento, además de evitar un gravamen que, como la inflación alta, castiga de numerosas formas a la sociedad. No solo quita poder de compra que luego se puede recuperar —aunque para de inmediato volver a perderlo por la continuidad de la inflación—, sino que además, provoca un costo altísimo para la sociedad en términos de pérdida de tiempo útil por negociaciones tanto salariales como de otra naturaleza así como otras pérdidas por el estilo.

Es cierto que el ajuste de los precios de los combustibles de agosto ha contribuido a desalinear a la tendencia inflacionaria y que puede ser culpable de un resultado, por una única vez, del alza de precios, pero debemos recordar que en otras situaciones, lo mismo se dijo del aumento de las tarifas públicas, del tipo de cambio o de las negociaciones salariales. La influencia particular de esas variables sobre el aumento del nivel general de precios es importante, como lo es también la indexación de otras a las que las anteriores dan lugar. No menos importante ha sido la política monetaria de distintos momentos, validando, moderando o exacerbando —según el momento—, movimientos alcistas de precios.

Sabemos que la inflación es un fenómeno monetario —en economías de trueque no hay inflación—, pero en nuestro país hay influencias que, como las anotadas en el párrafo anterior, condicionan a la política monetaria que, a veces —y la evidencia solo muestra que transitoriamente—, se maneja con independencia total del Banco Central —cuando el sistema cambiario es de flotación pura sin intervenciones compradoras para evitar la caída del tipo de cambio o su aumento—, y otras veces con absoluta dependencia de las decisiones del público —cuando la autoridad monetaria asume la responsabilidad de mantener un tipo de cambio fijo—, y se ve obligado a emitir o absorber liquidez.

Durante la época más dura de la pandemia, la economía uruguaya, como las del resto del mundo, vivió una recesión sumamente profunda de la que, a partir del segundo trimestre de este año hay indicadores que muestran más recuperación. Durante un año, hasta marzo pasado, la actividad económica se mantuvo alejada de su pasada normalidad. La producción cayó y los stocks se redujeron. Naturalmente, en los meses que han seguido al primer trimestre del año, la mayor demanda por una paulatina recuperación de la actividad comercial puede haber presionado al alza a los precios como ocurre en Estados Unidos según el análisis del presidente de la Reserva Federal que, por ello, sostiene aún su política monetaria inalterada a pesar de una inflación que duplica su meta. Pero, ¿será ese el problema que impulsa a la inflación cuando desde abril la política monetaria es menos expansiva; son más altas las tasas de interés de las letras regulación monetaria con las que el Banco Central maneja la cantidad de dinero; cuando el tipo de cambio ha bajado y es menor al de un año atrás y durante un período en el que la indexación de los salarios a la inflación no ocurre como sucedía antes de la pandemia?

Conclusión

Creo que con el aumento de precios al consumo y con el aumento de precios productor, que en los doce meses hasta agosto ha sido de casi 20%, estamos en un momento difícil y más que nunca de necesario encuentro y reflexión de las verdaderas causas de nuestra inflación. Confieso que es difícil encontrarlas, ya que se vienen dando ajustes como los que estamos observando —en el dólar, en los salarios, en la cantidad de dinero—, que han sido culpados en el pasado de provocar presiones alcistas de los precios y que hoy no son para nada responsables de la inflación que se vuelve a despertar. Si no encuentro contundentes razones para eso, debo confesar que me gustaría conocer las de quienes las tengan, sean analistas económicos, economistas, idóneos en economía o de la propia autoridad monetaria.

El análisis de esas explicaciones puede dar lugar a correcciones que además, influirían para mejorar las expectativas de alzas de precios que tiene el mercado.

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