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Ley 19.210 y pagos minoristas

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Los indicadores de uso de medios de pago distintos al efectivo son claramente menores en Uruguay en relación a los de otros países. Esto se verifica particularmente en los referidos a las tarjetas de débito, uno de los sustitutos más cercanos al efectivo (nos enfocamos en esta nota en dicho plástico y dejamos de lado el caso particular de las tarjetas de crédito o del cheque, otros sustitutos relevantes).

Luego de casi un año que fuera promulgada la ley de inclusión financiera (y después de un semestre que fueran implementados los beneficios para las compras con plásticos), nuestro país sigue rezagado. Sin embargo, con la implementación de la Ley 19.210, el sistema de pagos recibió un impulso que motivó cambios sustanciales en el uso de instrumentos para pagar, principalmente en el caso de las tarjetas de débito.

Estrategias de pago.

La teoría de juegos es un área de la matemática que se aplica habitualmente a los negocios, economía, biología, psicología y otras disciplinas e intenta anticipar o explicar el comportamiento de los agentes a partir del análisis de incentivos, estrategias y utilidades. Si aplicamos, en forma muy simplificada, los conceptos de teoría de juegos para nuestro mercado de pagos minoristas, tenemos agentes (consumidores y comercios), estrategias (pagar o aceptar efectivo o tarjeta) e incentivos (beneficio neto para cada agente en cada estrategia, derivado del costo de obtener y administrar el efectivo, abrir y mantener una cuenta con débito, precio final pagado o cobrado en cada caso, etc.). Así, tenemos cuatro equilibrios básicos: que ambos elijan como estrategia el efectivo (pagar y aceptar este medio de pago), que ambos elijan como estrategia las tarjetas, que uno elija como estrategia el efectivo y el otro las tarjetas y viceversa (evidentemente aquí hay una simplificación: en nuestro país, a diferencia de otros, todavía no tenemos comercios que acepten sólo plásticos; los comercios pasan de aceptar efectivo a admitir ambos). Las estrategias propias dependen de los incentivos y de la estrategia esperada de la otra parte. Por ejemplo, las últimas dos opciones mencionadas (efectivo-tarjeta o tarjeta-efectivo), generaría dificultades de importancia en el sistema, dado que los agentes no podrían concretar sus transacciones normalmente (de hecho sucede cuando los comercios aceptan sólo efectivo y la persona no tiene suficiente consigo); lo más plausible es que ambos elijan o bien el efectivo o bien los plásticos. De los cuatro equilibrios posibles, hay uno que los agentes terminan eligiendo luego de la evaluación de estrategias y de respuestas propias y de la otra parte.

El equilibrio en el sistema de pagos minoristas de nuestro país es de consumidores y comercios que eligen el efectivo como principal medio de pago (para ambos la mejor estrategia ha sido preferir el efectivo). Hasta la ley de inclusión no había incentivos concretos y generalizados para que ninguna de las partes pensara en sustituir el efectivo por la tarjeta de débito (obviamente había agentes que utilizaban este medio de pago, y emisores de plásticos que lo promocionaban, pero era mínimo en el conjunto del sistema). Los consumidores porque no estaban habituados o no conocían que podían utilizar las tarjetas de débito para comprar y los comercios porque tenían costos aparentemente mayores con las tarjetas (instalación de POS, formalización, pago de aranceles, etc.) y no estaban claros los beneficios. Ninguno de los agentes tenía incentivos para salir de este equilibrio.

Para que cambiara el equilibrio imperante hacia uno en el cual el uso de las tarjetas (en particular la de débito) fuese lo preferido por ambas partes, se necesitaba un cambio sustancial en los incentivos, que afectara la utilidad de cada agente. Con introducción de la ley de inclusión financiera, el gobierno cambió los incentivos, otorgando descuentos en el IVA, facilitando el acceso a los POS por parte de los comercios y limitando o disminuyendo los aranceles que cobraban los sellos emisores, entre otros. Esto propició que una proporción importante de los consumidores (por el beneficio) y de los comercios (por la posibilidad de captar o de no dejar pasar clientes con plásticos) pasara a considerar que el uso de tarjetas para pagar y aceptar pagos resultara tanto o más atractivo que el efectivo. Como resultado de lo anterior, se viene produciendo un cambio notorio en el sistema.

Pagos minoristas.

Los datos publicados recientemente por el BCU muestran un aumento sostenido en el uso de las tarjetas de débito para pagar, además de que se utiliza para compras de menor monto que en períodos anteriores. En el caso de los comercios, los POS más que se duplicaron en dos años. Sin embargo, el aumento en el uso no ha sido todavía suficiente para que los indicadores de nuestro país se acerquen a los de otros de la región. Y el monto promedio de las compras (a menor monto, más generalizado el uso) todavía es bastante mayor. En Uruguay se sigue utilizando la tarjeta de débito básicamente para retirar en el cajero, pero no para pagar.

Si no puede ver el gráfico haga click aquí

Comentarios finales.

La ley de inclusión financiera introdujo un claro estímulo exógeno al sistema de pagos que se necesita para pasar del equilibrio actual a otro en el cual se prefieren los plásticos. Como consecuencia, probablemente veamos un proceso de convergencia hacia un equilibrio distinto al actual en los próximos años con uso más generalizado e intensivo de los plásticos (en particular de la tarjeta de débito). Los beneficios fiscales aparentemente tuvieron efecto, puesto que se aplicaron a un conjunto de bienes cuya compra no tenía ningún incentivo tributario y que tienen peso en la estructura de gasto de los hogares (como alimentos y bebidas, servicios públicos, etc.).

Sin embargo, hay algunas limitaciones importantes para lograr un desarrollo completo de estos instrumentos. En primer lugar, si bien la cantidad de tarjetas per cápita y, más importante, la cantidad de tarjetahabientes (es decir, el indicador que mide la proporción de aquellos que tienen al menos una tarjeta) han aumentado en los últimos años, una porción importante de la población adulta (algo más de la mitad) no tiene plásticos (ni tarjetas de crédito ni de débito ni menos billeteras electrónicas). Esto puede deberse, en parte, a que hay una porción importante de los consumidores que tiene una fuerte reticencia a utilizar otro medio de pago que no sea el efectivo para cobrar sus ingresos y para hacer sus compras. De hecho, promociones agresivas que realizan los emisores, si bien han contribuido a que los tarjetahabientes realicen más compras con plásticos, no han logrado a que se observe un aumento sustancial de tarjetahabientes (en particular de débito). Así, el proceso de cambio ha estado restringido a la parte más formalizada y bancarizada de la población. Queda pendiente la parte más difícil, que será la de incorporar a aproximadamente la mitad de los mayores de edad que no tiene cuentas o plásticos y que, mayoritariamente, en principio no desea utilizar otra cosa que no sea el efectivo para cobrar sus ingresos o para pagar por sus consumos.

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Tarjetas de crédito

ALEJANDRO CAVALLO

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