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Las mayores incertidumbres que instala la guerra a nivel global

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Foto: Getty Images

OPINIÓN

En el comienzo de este nuevo año se produce un nuevo factor distorsionante de la actividad económica mundial.

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A pesar de la oposición de sectores que generalmente desconfían del funcionamiento de mercados relativamente libres, décadas atrás nuestro país decidió el levantamiento de barreras comerciales y financieras con el exterior. Desde hace ya tiempo, los resultados están a la vista.

No hubo, como se anticipaba por los opositores a la globalización, resentimiento en las oportunidades de empleo; ha mejorado considerablemente el bienestar de los consumidores al tener mayor acceso a bienes finales e insumos intermedios, y desde el punto de vista financiero la libertad del movimiento de capitales ha hecho posible mayor disponibilidad de crédito externo y la libertad del mercado de cambios. Hoy no existe rechazo por lo alcanzado.

Esa incorporación a la globalización ha aumentado la influencia de la economía mundial sobre la situación macroeconómica de nuestro país, es decir, sobre nuestra actividad económica, sobre el comportamiento de nuestros precios y sobre el del sector externo —sobre el comercio de bienes y de servicios y sobre el movimiento de capitales con y desde el exterior—.

Una influencia que se suma a la regional, a la que tienen Argentina y Brasil sobre nuestro país. Y obviamente también, al escenario político por la importancia que siempre ejerce sobre la implementación de las medidas que desde el punto de vista fiscal, monetario y cambiario se toman para darle solución a los problemas macroeconómicos.

Pero si esas influencias no fueran ya importantes para explicar la situación macroeconómica, se han sumado ahora factores de naturaleza exógena, inesperados, que han llenado de incertidumbre al escenario económico y que se agregan e influyen, en algunos casos positiva y en otros negativamente, tanto sobre los factores arriba mencionados como sobre la propia situación macroeconómica de Uruguay.

La pandemia

Primero ha sido la pandemia que ha afectado de manera anormal el ritmo de actividad mundial y local. En la medida en que durante buena parte de 2020 y 2021 la mayoría de los bancos centrales y en especial los de las naciones más avanzadas debieron estimular el consumo y la inversión para mejorar la actividad altamente recesiva, dispusieron políticas monetarias sumamente expansivas con reflejo en tasas de interés prácticamente nulas y altísima emisión monetaria. Eso llevó a la reversión de la recesión en el mundo, en la parte final de 2021 que vino acompañada por aumento de la inflación en esas naciones a niveles muy superiores a las de sus metas.

Mejora en precios internacionales de commodities y de insumos industriales y bajas tasas de interés habían hasta entonces, aportado para que nuestro país tuviera mejoras importantes en el sector externo y comenzara a recuperar su actividad productiva.

Pero si en la parte final del año pasado se recuperaban los niveles productivos previos a la pandemia del Coronavirus, surgieron presiones inflacionarias significativas. Países desarrollados habitualmente con baja inflación, comenzaron a tener registros que no se conocían en décadas y que hasta duplicaban los previos a la pandemia.

Nuestro país seguía recibiendo impactos positivos —seguían altos los precios internacionales de commodities exportables y el buen nivel de crédito exterior con repatriación de capitales y carry trade—. Pero también algunos efectos negativos por la situación regional y por el aumento del precio del petróleo y comenzaban además presiones al alza de los precios.

La política macroeconómica local, tomando en cuenta lo que sucedía en el exterior, en la región y en el escenario político y considerando sus propias limitaciones en algunos casos —como en el de la fiscal—, recuperaba el nivel productivo anterior a la pandemia.

La guerra

Ante el afloje de la pandemia y la recuperación económica con inflación en alza la expectativa se concretaba en aumentos generales de tasas de interés en el mundo desarrollado lo cual afectaría al movimiento de capitales y al alto crecimiento que se observaba. Eso iba a traer apaciguamiento de los precios internacionales con reflejo también en el costo de vida de nuestro país. Pero en el comienzo de este año se produce un nuevo factor distorsionante de la actividad económica mundial: la guerra entre Rusia y Ucrania. Los precios internacionales de commodities, de materias primas, de insumos industriales y del petróleo se elevan considerablemente y afectan al alza, aún más, a los precios internos de todos los países del mundo. Estamos hoy en medio de un problema que amenaza afectar adversamente en los meses que vienen, a la actividad económica mundial ya que los altos niveles de los precios tienden a disminuir al consumo, a la inversión y al propio comercio exterior.

Nuestro país, como muchos otros, siente internamente, ese problema recibe bien el aumento de precios de algunos exportables pero muy negativamente el de los importables —i.e. combustible—, y la inflación sube por motivos que van más allá de la política monetaria local en momentos en que la economía crece y supera sus niveles productivos anteriores a la pandemia.

Perspectivas

El panorama económico se vuelve a presentar incierto —por la guerra— para el resto del año ante la propia incertidumbre mundial, ante el aumento esperado en las tasas de interés del exterior, ante los aumentos en precios de bienes e insumos importables —no solo el del petróleo—, y por las trabas que presentará la situación política a la solución natural de problemas como la reducción del salario real, no considerada en el contexto de una suba significativamente mayor del empleo a niveles sensiblemente superiores al momento previo del inicio de la pandemia.

Este vaticinio cambiaría con un rápido final de la guerra en curso.

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Jorge Caumont

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