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Homenaje a Juan Peyrou: morir de cara al sol

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Juan Peyrou

OPINIÓN

“Cuando salga de aquí voy a hacer campaña para defender aquella gestión de gobierno tan poco conocida, decía Juan, con pasión por el Partido Nacional.

Juan Peyrou

Hace un mes moría el más destacado analista agropecuario del país, mi amigo del alma y hermano de la vida Juan Peyrou. En todo este tiempo se han destacado las múltiples facetas que compusieron su vida: su condición de exquisito músico y cantor, de comunicador, su trayectoria en el Ministerio de Ganadería, su peripecia política, y más que nada su condición de gran amigo de tanta gente.

De todas estas facetas tendría anécdotas para contar de horas de tertulias, de trabajo público o privado, recorridas camperas siempre comparadas con su inigualable Vichadero. De su vida se ha escrito mucho. Yo voy a hacerlo sobre su muerte, persuadido de que los episodios que anteceden a ese momento solemne hablan mucho más sobre la persona que se va, que los mil recuerdos que hoy tantos atesoramos.

Las últimas batallas

Juan pasó dos meses de lucha en el sanatorio, de los que voy a contar algunos episodios que lo caracterizaron tanto. El primero que recuerdo, que habla de su condición de peleador inclaudicable y hasta de su lío con la medicina, ocurrió cuando una enfermera con tono maternal de maestra de jardín de infantes, le preguntó juntando las manos y en ese tono inconfundible: “A ver señor, cuénteme, por qué está desconforme con este sanatorio que funciona tan bien”. Y su respuesta casi inaudible: “este sanatorio es mucho peor que el cuartel de Vichadero…”. Otra anécdota de esos días viene de la pasión por su Partido Nacional y el gobierno al que con impar entrega sirvió. Me dijo un día: cuando salga de aquí voy a hacer campaña para defender aquella gestión de gobierno tan poco conocida… y me consta que tenía ya una larga serie de datos sobre pobreza, crecimiento, tipo de cambio real, productividad ganadera y muchos más, como para largarse a publicar algo que ahora se quedará así. El Partido era una pasión mayor me parece, en tanto se trataba de un retorno del hijo pródigo a su casa, desde las antípodas.

Pasamos mucho rato también hablando de la economía agropecuaria, de las reformas que el próximo gobierno -él creía que sin duda sería nacionalista- debía emprender para relanzar al único sector que en su opinión recibía todas las consecuencias de una falta de competitividad notoria de los demás, pagándolo con estancamiento y desilusión. Tengo muy claras las medidas que soñaba habría que tomar, tal como lo saben sus oyentes de Radio Rural a través del programa al que le tenía tanto cariño, y del que recibía tantas muestras de afecto, encabezado por Jaume y Marguery.

Así también, con la muerte rondando, fue capaz de acompañarme a plantear un trabajo de tesis para un alumno especial, mi hijo, del que supo despedirse con naturalidad al igual que de sus hermanos uno por uno, que tenían en él un tío especial.

Se lo vio en esos sesenta días visitado por amigos de todas las procedencias geográficas y sociales, tal como se repitió después en su velorio. Y en todo momento lo acompañó el cariño de sus hijos y de su recia mujer. Esto dicho sin olvidarme de sus hermanos, en especial de su compañero de hazañas por Vichadero, donde hoy reposan sus restos. En El Naranjal, campo que hasta motivó alteraciones de letras de canciones para poder incluirlo, Juan se encontraba con sus raíces lejanas, con sus padres y por supuesto con sus ilusiones productivas, que comentaba con entusiasmo en sus últimos días.

Hablamos en esos momentos no solo de tiempos transcurridos en el sector público -aquella Opypa- sino de iniciativas concretadas en el sector privado, que iban a motivar nuevas aventuras que estábamos delineando.

Todo esto ocurría en esos dos meses de sanatorio, y creo que lo caracterizan como ese luchador que sigue batallando hasta que se pueda, más allá de sufrimientos y afrentas.

Pasaporte

Pero al llegar a los últimos momentos, con la ayuda de un sacerdote que además es colega agrónomo y folclorista sin par, amigo por sobre todo, tramitó el pasaporte final que la Iglesia dispone para sus hijos, muriendo así con una inmensa paz. Esto creo que es lo más importante y sobre lo que no me animo a escribir más, porque integra un diálogo exquisito pero muy íntimo que mantuvo sobre este tema con varios... En paz. Y culminando de esta forma un proceso que en su interior se venía gestando desde hace tiempo, al compás de muchas conversaciones, reflexiones y canto…

Al finalizar el velorio, a sus familiares se les ocurrió con acierto reproducir un par de canciones que contenían un significado especial para muchos, que incluso observé tarareando por lo bajo. Una de ellas, grabada hace muchos años con su hermano Beto, recogía uno de los “Versos Sencillos” de José Martí, que recogen muy bien el resumen de todo lo que escribo. Dicen al final: “yo quiero cuando me muera, tener en mi tumba un ramo y una bandera. No me pongan en lo oscuro a morir como un traidor: ¡Yo soy bueno, y como bueno, moriré de cara al sol!” Así es; así fue el final de este hombre bueno, batallador, amigo, padre, marido, hermano: de cara al sol…como debe ser.

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