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Hay una cara amable en el antipático FMI

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Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional. Foto: EFE
STX01. WASHINGTON (ESTADOS UNIDOS), 13/10/2017.- La directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, se prepara para pronunciarse en la apertura de la sesión plenaria del Banco Mundial de 2017 en la sede del FMI en Washington, DC, EEUU, hoy, 13 de octubre de 2017. EFE/SHAWN THEW
SHAWN THEW/EFE

INTERNACIONAL

Chiristine Lagarde dejó buena imagen en Latinoamérica

Rodrigo Rato, el último director gerente del Fondo Monetario Internacional que había pisado Buenos Aires hasta ahora, fue recibido en 2004 con enormes disturbios que acabaron con 10 heridos y 100 detenidos. La llegada de Chirstine Lagarde hace dos semanas a la capital de uno de los países donde peor imagen tiene el FMI, resultó distinta.

La buena noticia para Lagarde es que nadie la esperaba para protestar. Pudo incluso pasear tranquila por la ciudad antes de participar en la reunión del G-20. "Tenemos un Fondo Monetario Internacional muy diferente", insistía Lagarde en Asunción y en Buenos Aires. Quiere cambiar esa imagen de maletines negros y condiciones durísimas de ajuste. Sabe que en Latinoamérica, y especialmente en Argentina, el recuerdo de los años noventa no se ha ido. Muchos culpan al FMI de las políticas que llevaron al desastre a varios países de la región a principios de siglo, como pocos años antes en Asia.

Poco a poco esa idea está cambiando. Una reciente encuesta de Ipsos en Latinoamérica concluye que el FMI sigue siendo uno de los organismos internacionales peor vistos en la región, pero por primera vez de media la imagen es más positiva —50%— que negativa —39%—. Sin embargo, en Argentina el resultado fue demoledor: 19% de imagen positiva frente a 67% de respuestas en contra.

Lagarde parece haber cambiado la cara al FMI. En Paraguay, donde estuvo antes de llegar a Argentina, no llegaron a dos decenas quienes protestaron frente al Banco Central por la visita. Y ella, lejos de dar lecciones y pedir ajustes como sus antecesores, habla de pobreza, de desigualdad, de la necesidad de incluir a las mujeres para generar más crecimiento, de infraestructuras. "Tienen que reducir las desigualdades. Las inequidades excesivas no permiten un crecimiento sostenido. Todos nuestros estudios avalan esa idea. Y la inclusión de las mujeres mejora el crecimiento. No es solo una obligación moral; también económica", les dice a los políticos paraguayos en un enorme auditorio que aplaude como a estrella de rock.

Lagarde es un personaje mundial. Lo sabe y lo utiliza para cambiar la imagen del antipático FMI. En Asunción, además de las obligadas reuniones políticas, buscó dos citas especiales: primero visitó el barrio San Francisco, lugar de realojo de 1.000 familias que vivían en la gran favela de Chacarita, a escasos metros del Parlamento. Son una dura imagen para un país que lleva años de crecimiento ininterrumpido y se pone como ejemplo de éxito con su nueva clase media, pero aún sufre un 28% de pobreza. Poco después, acude a Ciudad Mujer, lugar que acoge a 200 mujeres muy vulnerables, en un país muy machista donde la violencia intrafamiliar es un asunto grave y los jueces prohíben el aborto, incluso de niñas violadas.

"Lagarde tiene una visión menos ortodoxa del FMI; trae a la agenda la equidad, la lucha contra la pobreza y la igualdad de género, un asunto fundamental en países en desarrollo", dice Lea Giménez, la joven ministra de Hacienda de Paraguay.

Lagarde llegó al FMI en 2011, con la fuerza de haber sido la primera ministra de Economía del G-7. Enseguida se dio cuenta de que había que cambiar la imagen. Explicó que la primavera árabe, que había estallado unos meses antes, le hizo pensar. Según las cifras del FMI, Túnez estaba muy bien, pero explotó todo. Así que cambiaron el enfoque. Ahora ya no tienen modelos que aplican a rajatabla, como en los noventa. Antes de aconsejar algo, se preguntan cómo afecta a la población en términos de redistribución y están atentos a las críticas de organizaciones sociales. Aunque también en su mandato ha habido situaciones críticas y protestas, especialmente en Grecia, donde formaba parte de la odiada troika.

En algunos lugares está funcionando el cambio. Acaban de volver de Indonesia. A finales del siglo XX, el odio al FMI era enorme. En 1998, la foto de Michel Camdessus, de pie y con los brazos cruzados, mirando cómo el presidente Suharto, sentado, firmaba las condiciones, supuso una humillación. Los indonesios parecen haber olvidado esa foto.

A los latinoamericanos, sobre todo a los argentinos, les costará más. Pero Lagarde está empeñada en lograrlo y, de momento, ha conseguido algo impensable hace unos años: una visita tranquila a Buenos Aires.

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