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Después del Covid y la guerra: ecos de la nueva globalización

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Foto: Getty Images

OPINIÓN

La globalización se tomará un respiro de duración impredecible, aunque seguirá su marcha, pues es el único camino que posibilitó la mejora de bienestar de la humanidad durante los dos últimos siglos.

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La realidad nos interroga sobre qué tipo de globalización tendremos después del doble impacto de la pandemia y el conflicto de Ucrania. Una primera aproximación, mirando la historia, es que su marcha puede detenerse, tener alguna revisión circunstancial o algún desvío en su trayectoria, pero al final siempre avanza al impulso de sus motores que le dieron y le dan lugar. Su manifestación moderna tiene larga, data fruto del cambio tecnológico que introdujo grandes mejoras de productividad en el transporte.

En la primera ola globalizadora, comenzada en el siglo XIX, la máquina a vapor abrió continentes con el ferrocarril y posibilitó achicar océanos con la navegación a vapor. La aparición de los contenedores a partir de 1970 catapultó el segundo impulso, haciendo caer aún más los costos de mover mercaderías.
A su vez, el uso cada vez más intensivo de la digitalización, disminuyó costos de tramitación y financiamiento que robustecieron el caudal de los flujos comerciales a escala global hasta el día de hoy. Todo ello movilizado y coordinado espontáneamente por el mercado a través de la operativa de la oferta y la demanda.
Esa síntesis operativa está contenida en entornos políticos, catástrofes naturales y conflictos bélicos que trastocan su trayectoria. La primera guerra mundial detuvo la primera fase, cuyo apogeo comenzó en la Inglaterra Victoriana. Los esfuerzos para recuperarla colapsaron con la crisis del ´30, y recién después de la segunda guerra comienza a llevarse la segunda ola.

Es decir, hubo más de tres décadas con una disrupción severa de la globalización, que solo después de la segunda guerra fue puesta nuevamente como paradigma incipiente de crecimiento, a través del Acuerdo General de Preferencias (GATT). Y desde ahí, hasta la actualidad siguió a paso firme integrando países con regímenes políticos diversos y creando cadenas productivas dispersas en varios continentes, prohijadas por la búsqueda de eficiencia productiva. Anotando que recién en 1970, la globalización superó el nivel de intercambio comercial logrado en 1914, proceso catapultado luego por la aparición de China a principios del siglo actual.

En definitiva, la búsqueda de eficiencia posibilitadas por el cambio tecnológico, fue dibujando escenarios de ordenamientos comerciales y geopolíticos, donde el actual está siendo interrogado. En la búsqueda de respuestas sobre el nuevo derrotero, un enfoque sería considerar el lapsus actual como el advenimiento de una etapa nueva de la globalización, cuyo diseño incluirá la cobertura de riesgos ahora explicitados como la dimensión ambiental, la seguridad alimentaria, de aprovisionamiento de bienes estratégicos y también de fronteras. A ello se le estaría agregando el cumplimiento de estándares mínimos de comportamiento internacional, so pena de ser segregado del comercio de bienes y servicios financieros globales. Las sanciones a Rusia son un ejemplo reciente.

Buceando en la historia, se advierte que las detenciones o reversiones de la globalización son temporales, a pesar de los grandes conflictos bélicos y de crisis económicas que atravesaron. En los hechos, esas dificultades fueron disparadores de procesos de globalización que superaron los niveles previos, expandiéndose a lo largo y ancho del planeta. En definitiva, fue el triunfo de un paradigma de crecimiento encaramado en formas diversas de capitalismo que no tiene sustituto a la vista.

A esa constante histórica, se le van adosando nuevas dimensiones referidas a la neutralización de riesgos, como la seguridad alimentaria y energética, las nuevas modalidades en las transacciones financieras y los efectos sobre las economías emergentes.

En esta fase nueva, habrá un retorno hacia formas de regionalismo con el objetivo de mejorar seguridad alimentaria y energética. Sin embargo, es difícil imaginar un desdibujamiento permanente de la profundidad actual del comercio internacional. Los consumidores trascienden la política, pues es mucho lo que está en juego en materia de bienestar ganado, más cuando la globalización fue el vehículo a través del cual la humanidad progresa como nunca antes durante los dos últimos siglos.

Los grandes ganadores de las últimas tres décadas han sido las economías emergentes que se integraron a la globalización y pudieron elevar sus estándares de vida, aportando el 60 % del crecimiento mundial comparado con el 40% de las décadas anteriores. Las tasas de extrema pobreza cayeron significativamente, sacando de la pobreza a 1250 millones de personas entre 1990 y 2018, según el Banco Mundial.

Las sanciones económicas como arma política le agregan otras dimensiones al futuro de la globalización. Unas de carácter temporal y otras quizás de carácter permanente. En el primer ámbito, figuran los “valores” como categoría que puede incluir aspectos de democracia política o de cumplimiento de normas de derecho internacional.

Recordemos que el Mercosur contiene una norma de cláusula democrática como condición de pertenencia al acuerdo. El tema de las sanciones económicas como hecho punitorio internacional requiere de reglas claras de quienes las imponen, y un cumplimiento a rajatabla de lo acordado. Hoy no existe unanimidad ni en su modalidad ni en su cumplimiento, pues imperan los intereses particulares de las naciones. Aquí debemos estar atentos, para que esto no sirva de antecedente de un unilateralismo en la instrumentación de medidas similares que terminan perjudicando a los países más chicos, o dan lugar a proteccionismo solapado.

Las sanciones financieras, pueden dar lugar a cambios permanentes que ya se venían insinuando, monedas alternativas (renminbi) o medios digitales controlados por un blockchain pueden ser instrumentos para esquivar sanciones financieras o servir como medios para acumular reservas.

En definitiva, la globalización se tomará un respiro de duración aún impredecible, aunque seguirá su marcha, pues es el único camino que posibilitó la mejora del bienestar de la humanidad durante los dos últimos siglos. Adoptado con ritmos distintos y sin forzamientos por todos los países sin distinción de credo político. Cuando no lo hicieron, los resultados fueron nefastos.

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