V.I.D.A: proyecto inclusivo que abarca clases gratuitas de yoga para personas ciegas y un estreno en el Solís

Cecilia Ferreyra dicta clases gratis de Kundalini yoga para personas con discapacidad visual. La iniciativa también abarca el universo teatral y la meta es lograr mejoras en calidad de vida.

Las clases de yoga para personas ciegas se realizan lunes por medio a las 18:30 horas en galería Inguz.
Foto: Juan Manuel Ramos.
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A Alejandra Gossio (50) le cuesta dormir. Su cabeza no para y ella tampoco: es masajista, terapeuta medicinal china y directiva de la Unión Nacional de Ciegos del Uruguay (UNCU).
Un asunto familiar le desencadenó un problema para deglutir carne roja y probó una clase de Kundalini . Cantó un mantra que involucraba el chakra garganta y al volver a su casa logró disfrutar de un plato carnívoro y calmar su ansiedad.

“Me sorprendió mucho. En cada clase hay algo distinto, es muy sanador”, apunta.

Ella integra un grupo de 10 alumnas y alumnos ciegos y/o con baja visión que lunes por medio se dan cita en la galería Inguz -ubicada en 18 de Julio y Ejido- para practicar Kundalini yoga con la profesora Cecilia Ferreyra. El taller se enmarca dentro del proyecto V.I.D.A (Vincular Investigación Diversidad y Arte) que fomenta el arte inclusivo (ver recuadro) y pretende crear un espacio accesible para que personas con discapacidad visual y auditiva puedan experimentar los beneficios del yoga y la meditación .

El trabajo honorario de Cecilia permite que las clases sean gratuitas y que los alumnos solo deban abonar el alquiler del local. “La idea del proyecto es que tengan acceso al teatro y las clases gratis, por eso nos interesa buscar apoyo. Ellos tienen menos inserción laboral, menos oportunidades, entonces lo hago como un servicio”, justifica Cecilia a Domingo.

Noelia Baillo (44) es otra de las beneficiadas por esta iniciativa: “Para muchos, que sea sin costo es la posibilidad de acceder a la actividad. No todos estamos en la misma situación económica (algunos tienen trabajo, otros estamos en búsqueda) y así se universaliza”, apunta. Y agradece ser parte de este grupo que también funciona como red de contención. “Entrás de una manera, con toda la vorágine del día, y salís renovada, con otra energía. Hasta la postura física te cambia. Canto los mantras con la convicción de que me estoy haciendo bien”, afirma Noelia.

Gratitud

Cecilia partió de las necesidades de los propios destinatarios para empezar a indagar en el novedoso yoga inclusivo. “La investigación fue sobre todo preguntarle a ellos qué necesitaban, cómo se sentían (¿seguros? ¿inseguros?) y hablar del tema del cuerpo”, relata. Luego tomó las herramientas del Kundalini y armó un plan a medida para las personas con discapacidad visual, que difiere de la propuesta en las prácticas convencionales.

Una clase de Kundalini, explica, contiene un krya específico para un propósito con ejercicios preestablecidos que hoy estos alumnos no pueden cumplir, ya que están iniciando con las posturas y la respiración. Se avanza despacio y se respetan los tiempos de cada uno. “Para mí también es un desafío porque no voy con el manual de ejercicios sino que se crea de acuerdo a lo que necesitan”, comenta.

Otro reto para la profesora es la comunicación: tiene que explicar cada ejercicio al detalle porque solo se vale de las palabras, ya que no pueden ver y copiar los movimientos.

Cecilia Ferreyra trabajando con cuencos con una de sus alumnas; esta técnica permite armonizar el cuerpo.
Foto: Juan Manuel Ramos.

Las clases son completas y brindan herramientas variopintas para múltiples fines. Incluyen posturas de yoga, mantras -trabajan a nivel de la vibración y el sistema nervioso central-, sonoterapia con cuencos -armonizan el cuerpo, reducen el estrés, la ansiedad y ayudan a dormir mejor -, y tambores -abordan la expresión desde la voz y el ritmo-. Cecilia explica que el tambor es un instrumento súper poderoso porque conecta directo con la energía del corazón y permite que afloren emociones intensas.

El abordaje humano y psicológico es esencial, al igual que el interés en crear un espacio con miras a mejorar la calidad de vida de los alumnos. Procuran que se sientan contenidos y escuchados, que trabajen la aceptación, mejoren la confianza y conozcan sus límites. “Es súper enriquecedor a nivel humano. Me voy de cada clase con el corazón lleno de aprendizaje, amor y gratitud”, cierra Cecilia.

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