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Todos tenemos un gemelo desconocido

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Javier Bardem - Jeffrey Dean Morgan

PSICOLOGÍA

La habilidad de reconocer rostros y establecer similitudes entre uno y otro es mayor entre las mujeres, y algunos expertos afirman que esa capacidad se puede entrenar y desarrollar.

Algunos aún recuerdan —y si no, está YouTube como archivo audiovisual— el segmento musical del programa argentino "Televisión Registrada". Ahí, se compilaba un popurrí de caras de gente más o menos famosa que se parecían entre sí, como por ejemplo el músico Kevin Johansen y el ex futbolista Claudio “Piojo” López. Para muchos, ese segmento estaba entre lo mejor del programa, por el efecto que causaba: una mezcla de gracia y extraña (¿o incómoda?) fascinación: el rostro, ese distintivo que —a excepción de los gemelos— se nos antoja único, resultaba no serlo tanto.

Sesión de chat de Facebook entre dos contactos que, por entonces, nunca se habían visto en persona:

—Hola! Anduviste en el Parque Rodó el domingo? Cerca de los autos chocadores?
—Hola! No, no... No anduve por ahí el domingo.
—Bueno, entonces me parece que tenés un doble por ahí.
—No me asustes! Puede andar haciendo cualquier cosa y la gente piensa que soy yo! Pensándolo bien, me puede servir... Pero me niego a parecerme a alguien!

Parecerse mucho a alguien nos quitaría, entonces, algo de nuestra identidad y condición de únicos, pero lo cierto es que, como demuestran varios estudios y ejemplos, parece haber un doble para cada uno. Solo hay que encontrarlo.

Eso fue lo que un programa televisivo irlandés le propuso a Niamh Geaney en 2015: encontrar su gemela desconocida. Geaney no tuvo que viajar muy lejos. En la capital misma de Irlanda, Dublín, vivía Karen Branigan, una mujer tan parecida a Niamh que, cuando se encontraron, le dijo: “Le mostré fotos tuyas a mi papá y me dijo que si te viera a la distancia, pensaría que soy yo”.

Niamh Geaney-Karen Braningan
Niamh Geaney y Karen Braningan

El psicólogo cognitivo Alejandro Maiche dice a "Revista Domingo" que “el tema del reconocimiento de caras es un clásico de nuestra disciplina. Siempre se postuló que había un área en el cerebro que codificaba caras, aunque de una década a esta parte se está empezando a pensar que esa parte del cerebro no solo codifica rostros, sino cualquier patrón visual, por ejemplo las letras”.

La habilidad de reconocer caras, de acuerdo a un estudio realizado por la Universidad de York en Inglaterra, llega hasta, en promedio, unas 5.000 personas. Y de acuerdo al neurocirujano español Juan Carlos Portilla, citado por "El País de Madrid", esa habilidad llega a su máximo desarrollo entre los 20 y los 30 años. Además, las mujeres serían más duchas que los hombres en esto del reconocimiento facial y encontrar similitudes entre distintos rostros. En parte, agregó el experto, porque las madres necesitan saber interpretar los gestos faciales de sus bebés, para saber qué les pasa.

Maiche dice que todo eso le suena razonable: “Si hay un área cerebral que codifica patrones visuales, esta podría estar desarrollada más en las mujeres que en los hombres, o que de alguna manera podría ser entrenada, la hipótesis de que hay personas que son mejores que otras en esto, suena razonable”. Sobre todo, agrega, porque sí hay personas que carecen de esta habilidad: los prosopagnósicos, que no reconocen caras.

Del otro lado de los prosopagnósicos están lo que en inglés se llama “super recognizers”: personas con una capacidad superior al promedio de reconocer patrones visuales en los rostros. En el estudio de la Universidad de York, se constataron casos de personas que reconocían hasta hasta 10.000 caras distintas.

De hecho, varias universidades —la de Cambridge, la de Glasgow y la New South Wales de Australia, por ejemplo— investigan sobre este fenómeno, y ofrecen a voluntarios realizar una serie de pruebas online, para saber si califican como “superreconocedores”.

El psicólogo y doctorado en Percepción y Comunicación Fernando González Perilli investiga sobre estos temas y dice que el reconocimiento facial es un área en la cual “hay un solapamiento en el desarrollo de la inteligencia artificial y la investigación del aparato cognitivo humano”.

Él menciona el caso de un estudio en el cual se le mostró a un grupo de personas 20 fotos de un sujeto y 20 de otro. Pero había grandes variaciones en las fotos de un mismo sujeto. “Hubo gente que pensó que se trataba de hasta nueve personas distintas”.

Además, González Perilli comenta que las personas siguen un camino para determinar si alguien se parece a otro: “Primero los ojos, luego la nariz, luego la boca”. Y añade que la habilidad de reconocer un rostro (y establecer similitudes con otros) depende en gran medida de la familiaridad que se tenga con esa cara. Por eso, acota, es más “fácil” encontrar parecidos entre gente famosa, gente a la cual le vemos la cara a menudo en películas y programas de televisión.

“Desde que tengo memoria tengo eso de ver a alguien y encontrarle un parecido”, dice el músico Alejandro Spuntone, excantante de La Trampa y actual integrante del dúo Spuntone-Mendaro. Él dice tener “muchas caras guardadas en un archivo” mental y que es algo automático: “Veo a alguien y enseguida me salta. Nunca me lo cuestioné. ¿Debería?”, se pregunta entre risas.

Tal vez no. Saber que existe un doble de uno mismo en algún lugar puede, en épocas de reconocimientos faciales por computadora dar lugar a confusiones. Algunas inofensivas. Otras, peligrosas. En abril de este año, un estudiante estadounidense fue arrestado porque un sistema de reconocimiento facial lo había “identificado” como autor de robos en una tienda.

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