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Opinión |Ser buena gente es la consigna

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Washington Abdala.
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CABEZA DE TURCO

Tus odios de hoy serán los traumas de tus hijos. Por Washington Abdala.

Sepa el lector que leerá un asunto que seguramente conoce, pero tenemos que conversar al respecto porque a usted se le olvida (y a mí también). Voy a insistir en lo que entiendo central del “ser” -en cuanto humano- y si me aguanta un poco, se queda con un gol que vale oro. Si no le sirve, van las disculpas por el tiempo robado.

La clave en la vida es una sola: ser buena gente. ¿Me comprendió? Ser buena gente, sin engañar al otro, sin hacer daño a los demás y haciendo las cosas que entiende que debe hacer.

Parece fácil escribirlo, pero es bien complejo concretarlo. Ser buena gente, allí está todo.

En fija que el lector me dirá que estoy escribiendo una perogrullada. No es así. La verdad es que, en la vida, con palabras, con acciones, con montones de cosas no siempre hacemos lo correcto y esa impostura es un asunto que nos rebota mal. Hay que saber disculparse si uno mete la pata, no ser necio o dogmático, los necios o dogmáticos terminan mal siempre, la historia los descubre y sus miserias los delatan. El tiempo… ¡Que aliado fenomenal para enterrar crápulas! Usted no se enoje con el que lo dañe, el tiempo -si es correcto su punto de vista- desguaza al más pintado. Créame, no se distraiga en enojos y siga remando. El que rema, mientras rema está enfocado. Siga, siga.

Volvamos, ser buena gente es hacer lo correcto, hacer el bien, no dejarse corromper, emprender hasta el último minuto, tener claras las prioridades, saber que si se traen hijos al mundo eso no es moco de pavo, que si se tienen padres que cuidar eso es honrar la vida, dar a los amigos lo mejor de uno sin esconder migajas. Ya sé, son todas obviedades, pero no siempre las cumplimos. No me mienta, no se mienta.

Luchar por los valores en los que se cree, asumiendo riesgos, y bue, no todo es gratis en esta existencia. Saber perder y saber ganar, pero más lo primero que lo segundo. Dejar arrinconado al ego y asumir que se va en una canoa eterna en medio de un mar loquísimo.

A mí la vida cuando me sacude, yo la sacudo a ella y así vamos tirando. No la dejo que me doblegue. Y en ese tire y afloje voy pateando al destino. Gana el más tenaz, el que tiene más temple y el que apura a la neurona para despabilarla.

Ser buena gente entonces es la clave para que los equilibrios vengan a uno, genera autoridad moral interna y logra que uno pueda liderar los espacios que correspondan con la paz de hacer lo mejor para los demás. El ojo escrutador del tercero sabe cuándo alguien es buena gente o un cronopio. Se ve en la cara, en los ojos, en el decir, en el hacer. Sencillo.

Y como bonus track los hijos que tenemos -que saben todo- van viendo lo que uno entrega y esa lección de vida por algún lado se les cuela en sus mentes. Menos cháchara y más realismo existencial y así se educa de la mejor forma. A veces, los padres predicamos un relato pero conjugamos una realidad que se le opone. ¿Qué querías que el pibe se comiera el salame? ¡Vamos! Tus odios de hoy serán los traumas de tus hijos en el mañana.

Ser buena gente, además, trae paz a la cabeza. Sin paz mental no hay nada para hacer.

Ser buena gente no es solo posible con acciones, también con la expresión hacia el otro, al amigo o aquel que anda en la mala. A veces, las personas no tienen idea como laceran con las palabras. Es que las palabras matan. De veras que esto lo aprendí con mucho tiempo luego de madurar de grande. Y de pedir disculpas por irme de mambo. Lo que no quiere decir que uno se trasforme en una mulita silenciosa. No se trata de cercenarse la voz cuando corresponde hablar, a veces las mentalidades totalitarias si no advierten coraje te hunden y eso no corresponde, no por uno, sino por los que esos sabandijas hacen con los más débiles. Hay que defender allí. Hay que actuar.

En fin, ya sé que lo sabía esto de hoy, pero -insisto- sea buena gente y verá que el mundo es un poco mejor. Con eso, ya ganamos bastante. ¿Qué le parece? Lindo domingo a la barra.

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