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Nacho Martirené: "En el periodismo no hay que marearse con los aplausos"

Es uno de los comunicadores uruguayos que más se ha fogueado en los últimos años en la conducción de programas y el abordaje de noticias internacionales.

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Nacho Martirené.

Es uno de los periodistas uruguayos que más se ha fogueado en los últimos años en la conducción de programas y el abordaje de noticias internacionales, algo que lo ha llevado recientemente, enviado por Canal 12, a cubrir la guerra entre Israel y Hamás.

Ignacio (Nacho) Martirené nació hace 41 años y pasó su temprana edad en Parque Batlle junto a su madre psicóloga y su padre publicista, con una hermana (Florencia) un año y medio menor que él. De todos modos, la primera casa que recuerda estaba en Carrasco, donde vivieron hasta que sus padres se separaron cuando él tenía 6 años. Luego se mudó con su madre a Parque Batlle, cerca del Estadio, donde transcurrió el resto de su infancia.

“Tuve una niñez muy linda. Los fines de semana los pasábamos con mi papá y entre semana con mi madre, quien se volvió a casar cuando yo tenía 11 años. El esposo de mi madre falleció a mis 13 y fue un golpe duro para mí, lo quería mucho. Mi padre también tuvo otra pareja”, recuerda el comunicador en entrevista con Domingo. “Muchos veranos los pasábamos en Punta del Este porque mi padre alquilaba casa allá. Y con mi madre en Atlántida, porque mis abuelos tenían casa ahí”, agrega.

Aunque de niño era tímido, no demoró en comenzar a mostrar su veta comunicadora. Y como siempre tuvo inquietudes, de muy joven tomó la decisión de irse a vivir solo. “Fui a un colegio privado hasta cuarto año. Quinto Humanístico y sexto de Derecho los hice en un liceo público. Y aunque crecí con un papá publicista, siempre me tiré más hacia el lado del periodismo. Toda la vida me gustó exponer, hablar, entretener. En los paseos de colegio agarraba el micrófono del ómnibus y cantaba, aunque nunca fui un gran cantante... También era el que presentaba los trabajos en clase en el liceo y en Ciencias de la Comunicación en la Udelar”, rememora.

Mientras estudiaba también trabajaba. No necesitaba el dinero para vivir, pero eso le daba la independencia que él buscaba. Su primer empleo fue a los 16 años en una casa de fotografía, donde empezó a revelar fotos. Y a los 18 comenzó a vender insumos de computación para una empresa. “Iba a la facultad de noche y en determinado momento me metí a hacer alguna pasantía en los medios. Ahí descubrí que me gustaba la noticia pura y dura. Y cuando fui avanzando en la carrera, a los 20 o 21 años, me decidí a ser periodista”, recuerda.

Formarse en el canal estatal

Luego de hacer algunas pasantías en radio, comenzó a trabajar en Canal 5, en un programa periodístico semanal llamado Decisión Final que conducían Martín Pintos y Roberto Moar. “Empecé haciendo notas y después terminé conduciendo en la mesa con ellos. Luego hubo un llamado en el canal para periodistas y terminé en el informativo”, anota. “En Canal 5 aprendí a trabajar en periodismo y en la dinámica de un noticiero. Pasé por varias etapas y llegué a ser coordinador. La verdad es que las cosas que hice con veintipocos años, trabajando muchísimas horas, me colmaban profesionalmente. Tengo amigos ahí hasta el día de hoy”, agrega.

Estuvo cinco años en el canal del Estado, hasta que se le presentó la oportunidad de hacer un casting para Saeta. “Fue el momento para dar el salto. Me llamaron para un nuevo programa que arrancaba en la mañana, Arriba Gente, que sigue hasta hoy. Ese mismo año, 2010, quedé en Subrayado. Hice las dos cosas mucho tiempo, fue todo un desafío”, anota.

Cuando se le pregunta qué diferencias hay entre trabajar para un canal del Estado y uno privado, reflexiona unos segundos y contesta: “En Canal 5 hacíamos productos periodísticos constantemente, es como que la cosa se iba renovando. Creo que lo principal es que históricamente los canales privados han tenido mucha más audiencia y por eso te reconocen más en la calle. Yo no trabajo para que la gente me salude o felicite, pero cuando eso pasa, es algo lindo”.

De todos modos, advierte que este “mimo al ego” nunca debe cambiar a una persona: “Los periodistas que trabajamos en televisión tenemos cierto ego y narcisismo, pero siempre he tratado de ser muy cuidadoso con eso para que no te controle. Recuerdo que cuando empecé me crucé con Nano Folle -un personaje con el que trabajé muchos años y a quien le tengo mucho cariño- y él me dijo: ‘Mirá que la cajita de vidrio marea’. Le respondí que tenía razón y nunca más me olvidé de eso. Tenés que tener cuidado de no marearte con los aplausos”.

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Nacho Martirené

Martirené considera que los periodistas cumplen un rol “muy importante”, aunque no le gusta idealizar la profesión: “No hay que creer que estamos salvando vidas, porque eso no es así. Pero sí creo que en cualquier democracia cumplimos un rol fundamental y que tenemos una responsabilidad muy grande”.

Una familia binacional

Conoció a su esposa Fernanda Sandoval, chilena y periodista como él, en enero de 2012. Hicieron match en Israel, en un curso de la embajada para comunicadores de América Latina sobre zonas de conflicto. “A los meses ella se vino a vivir a Uruguay, donde trabajó un tiempo en el noticiero de La Red TV”, recuerda.

Años después, cuando ya había nacido su primer hijo Gastón, hoy de 8 años, le ofrecieron a Sandoval un trabajo en Chile que no podía rechazar, por lo que tomaron la decisión de irse para allá. Hacía poco, en febrero de 2017, se habían casado en tierras trasandinas. “Era un desafío profesional para ella, que antes tomó el riesgo de venirse para acá”, apunta.

En Chile el mercado es más grande, pero a su vez existe mucha oferta de profesionales de la comunicación. Y Martirené no tenía contactos. Mientras cuidaba a su hijo, hizo un diplomado en Relaciones Internacionales, al tiempo que enviaba currículums y reels con sus trabajos en Uruguay a distintos medios.

“Me costó la adaptación. Nunca había vivido en una ciudad tan grande como Santiago. También es un país que tiene terremotos -vivimos varios temblores seguidos al principio- y eso para mí fue medio chocante. Envié mi currículum a canales, diarios y radios, porque había trabajado en El Espectador en Uruguay, hasta que me llamaron de Televisión Nacional de Chile (TVN).

Un gigante de la tevé chilena

TVN es un viejo canal estatal con participaciones privadas, que cuenta con una señal de cable que transmite noticias las 24 horas. Es un medio de comunicación enorme, tanto por su infraestructura como por su alcance territorial. “Llegó a ser el más visto de Chile. Llega a todo el país y tiene otros canales más chicos en las regiones. En la comparación con Uruguay noté mucho el cambio”, destaca Martirené.

Luego de hacer el diplomado en la Universidad de Chile, comenzó a trabajar en el área Internacional de TVN, por lo que el ofrecimiento que le hicieron -dice- “calzó justito”. Nunca le pidieron que neutralizara el español, incluso cuando estaba “todo el día al aire”.

En su experiencia chilena logró foguearse en el tema de las breaking news (noticias de última hora), que le obligaban a salir en pantalla mientras los hechos estaban en desarrollo, para lo cual es fundamental el apoyo de la producción.

Tras atravesar la pandemia en Chile, que lo confinó al teletrabajo, y ver cómo los medios comenzaban a achicarse, tomó la decisión de regresar a Uruguay con su familia. Vino con un “paquete arreglado” con Canal 12 para conducir Desayunos Informales y encargarse de las noticias internacionales del informativo. A mediados del año pasado dejó el magazine para pararse al frente de la edición sabatina de Telemundo.

Hoy, Martirené trabaja cómodo en el 12, aunque sabe que su familia es “binacional” (sus hijos tienen ambas nacionalidades) y que sus vidas podrían discurrir tanto en Uruguay como en Chile. El vínculo con este país nunca se ha cortado: mantiene un muy buen relacionamiento con la familia de su esposa y de hecho hoy estará partiendo hacia allá para pasar la Nochebuena juntos.

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