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Las Fiestas

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CABEZA DE TURCO

Y llegamos adorados y adoradas, estamos en la puerta de las Fiestas y ante ellas no hay cómo zafar de las liturgias imperativas. A ponerse el overol y a disfrutar.

Empecemos por comer orgiásticamente, beber a lo Baco y danzar a lo Shakira (ahora anda deprimida). Es curioso, todos son excesos vividos a conciencia. Estamos obligados a derrapar. ¡El que no salta es de la 711!

Me van a perdonar pero hay una parte de las Fiestas que me irrita. Sepan disculpar mi falta de espíritu festivo intenso.

Este asunto del Vitel Toné y los piononos agridulces y obligatorios de todos los años me tiene un poco podrido. ¡Basta! (Si pueden avisar en mi casa que querría comer algo distinto se los agradecería enormemente)-

Los borrachos de estas fiestas son otro asunto molesto. Además, los borrachos posmodernos vienen incomprensibles, no los entiendo, muy locos che. Hace años el borracho te bardeaba con su cuadro de fútbol o algo de política. Ahora no sé qué balbucean. Soportar la mezcla de borracho-depre con pariente-bobo es demasiado. ¡Ay Dios! ¿Cómo se puede combinar tanta crotez toda junta? ¡Y sin embargo estos monstruos emergen en las Fiestas para pudrirnos la vida! (Y uno tiene que poner cara de comprensión y disfrutar de sus "gracias").

Otra cosa que me aliena es cuando algunos hipócritas nos quieren vender sus familias —que no se bancan entre ellos— y parecen los Ingalls. Los humanos somos cínicos, diplomáticos o muy buenos. Qué sé yo (me joden las comunicaciones de los grupos de examigos de colegio o del liceo, toda gente que nunca hará nada por ti y que en estas noches con un champancito se emocionan —de ellos mismos— y te mandan una frase de "amistad" por el face o el WhatsApp. (¡Grrr! ¡Lejos please!).

Otro momento incómodo es cuando vienen los divorcios y te encanutan con el nuevo (o la nueva) de la familia y tenés que poner cara de "copado" cuando en realidad no tenés idea de cómo es el advenedizo pero por la parienta te mostrás tolerante (no lo sos) en la reunión social. Clavo mismo.

Soy una oruga ante el pan dulce. Lo odio y lo amo. Lo como y sé que soy un idiota. No estoy en Viena, no hay frío y no hay renos. Estoy en MVD, con el lumpen proletariat comedor de chorizos y no entiendo cómo me encanutaron con el pan dulce. Mi carne es débil y terraja.

Otra cosa: los niños en las Fiestas son insoportables. Digamos las cosas como son, duele expresarlo, pero es así. Corren, se pegan, tiran bombas, patean perros, se cortan, se pelean con los primos, le tiran pan a las abuelas, todo es tremendo (solo los de uno son divinos). Los niños habría que dejarlos con Ronald (el de las hamburguesas) y que los entretenga en esos habitáculos de colores carcelarios que inventaron los gringos para enloquecer a los infantes.

Los mejores son los octogenarios —amo los octogenarios—, no se guardan nada y con algo de alcohol menos. Miran las novias de los nietos, hablan mal de algún pariente en voz alta y dicen lo que se les canta de política. ¡Mirá al progresista de tu primito cómo se pasa un mes en Punta con la segunda señora! ¡Atorrante, toda la vida fue un atorrante hablando mal del capitalismo y ahora que hizo tres pesos locos hay que aguantarlo hablando de los autos eléctricos! ¡Vivan los diplomas que no existen y las firmas truchas! (Esas minucias gritan nuestros viejos al segundo amarillo; adorados gerontes, yo los entiendo, no dan más de soportar el cascarriaje remixado de populismo vernáculo criollo).

Los más péndex soportan las Fiestas pero están con la cabeza propulsada por las testosteronas pensando en zafar de la reunión familiar y salir desesperados a parrandear y a beber alcohol para así alienar a gusto y placer (¡qué bello este país: pendejos mamados, viejos mamados, pasta base en la lleca, maruja para la clase media, vino para todos, cerveza la que quieras, eso sí, al cigarrito le ponemos cartelitos para evitar el cáncer y meta multa cholito. ¡Somos divinos!)

"Prepararse" es la consigna, días bravos, mucho borracho, mucho calor y mucho morfi. Y no somos dioses griegos, solo somos unos uruguayos chichipíos. ¿Qué tal?

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