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El fútbol en silla de ruedas cambia vidas

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Power Chair Football

DE PORTADA

El Powerchair Football empezó hace menos de una década, pero ha crecido notoriamente en los últimos años. Y Uruguay ya va por su segundo mundial.

Marco Díaz mira desde el costado, en su silla de ruedas. Son unos pocos jugadores, dos o tres nomás. A pesar de que lo invitan a jugar, no se anima y se vuelve a su casa. Pero ya quedó fascinado. Pensaba que nunca iba a poder jugar al fútbol pero ahí estaba la chance, frente a él. La próxima, iba a entrar.

Más o menos así fue la primera experiencia de Marco Díaz cuando fue por primera vez a ver un partido de Powerchair Football (PCF). Él nació con Distrofia muscular de Duchenne, una enfermedad neuromuscular caracterizada por la degeneración y la progresiva debilidad muscular. Un apasionado del fútbol, se contentaba hasta entonces con las historias y los partidos de su hermano mayor. Pero cuando se enteró de la existencia del Powerchair Football (literalmente, “fútbol en una silla con potencia”), supo que también él podría ponerse una camiseta, formar parte de un equipo y, en el mejor de los casos, hacer muchos goles.

Marco Díaz
Marco Díaz. Foto: Darwin Borrelli.

Marco tenía 12 años entonce, y al principio tenía que compartir silla con otro. Las sillas para jugar al PCF son especiales y, también, muy caras: aproximadamente US$ 8.000. “Tuve la suerte de poder comprar una. La compré en Estados Unidos. Me salió más barato pagar el pasaje, comprarla allá y traerla que si la hubiese pedido desde Uruguay”.

Hoy, Marco es jugador de selección. Ya jugó un Mundial (en Orlando, Estados Unidos) y, luego de haber atravesado las eliminatorias sudamericanas, ya está clasificado para jugar por Uruguay en el próximo mundial de PCF, que se jugará en Australia cuando estén dadas las condiciones para poder viajar y participar de eventos con aglomeraciones de gente.

La historia de Marco es una de varias y todas empiezan a raíz de una iniciativa de la argentina Sonia Díaz Valdez, directora de la Fundación Oportunidad.  Ella llegó a Uruguay en 2007, para hacer una pasantía en Teletón. Terapeuta ocupacional, Díaz vino a Montevideo por un par de meses, pero se quedó. “Me encantó Uruguay y vi que había una gran oportunidad para ayudar”.

Sonia Díaz
Sonia Díaz Valdez. Foto: Alejandro Kerekes.

Cuando trabajaba en Teletón, se dio cuenta que los pacientes pasaban por el proceso de rehabilitación con resultados positivos y esperanzadores. Pero cuando se terminaba la estadía, volvían a su cotidianeidad, y lo que se había hecho no tenía una continuación.

Para Sonia, una posible solución era el deporte. Con la Fundación Oportunidad recién inaugurada, en 2012 empezó a buscar posibles jugadores para varios deportes: además de PCF, también rugby adaptado (“quad rugby”) y las viejas y queridas bochas, que en su variante adaptada se denomina boccia.

Al principio eran solo cuatro personas, entre ellas Marco. “Nos prestaron un gimnasio en Carrasco y ahí empezamos. De a poco se fueron sumando más. En 2014, Uruguay fue invitado a participar de un “mundialito” en Río De Janeiro y eso motivó a Sonia a organizar la primera Copa Libertadores de PCF en Montevideo, con dos equipos de Argentina, Brasil y Uruguay. “Teníamos un solo equipo para ese torneo, era como el equipo 'Uruguay', pero más adelante nacieron Huracán de Carrasco y Deportivo Montevideo”. La pelota ya estaba rodando. La fundación también viajó a varias localidades del interior, para que el PCF también pudiera estar presente más allá de Montevideo. Hoy, hay equipos de Fray Bentos, Paysandú y Trinidad.

Diego Nin tiene 21 años y hace cinco años que juega al PCF. También es jugador de selección, como Marco, y estuvo en el Mundial de Orlando. “Fue tremenda experiencia, aprendimos mucho. Era la primera vez que íbamos, así que era todo nuevo”. En total, participaron 10 países de ese mundial. Los uruguayos formaban parte por primera vez y un comentario recurrente era que iban con todo a la pelota y que no daban ninguna por perdida. “Nos cobraron muchos fouls. Pero no era solo por la garra, sino también por la falta de experiencia. En ese sentido, hemos mejorado mucho, porque aprendimos. Ya en las Eliminatorias bajó la cantidad de fouls que nos cobran”, cuenta. ¿Cómo salieron en el mundial? “Octavos de 10. ¡Pero no salimos últimos!” (se ríe).

Diego Nin
Diego Nin en acción. Foto: Fundación Oportunidad.

Diego se describe a sí mismo como un jugador bastante agresivo. Y como muchas veces tiene que defender, le pregunto si es como un Paolo Montero del PCF. “Con un poco más de técnica. Más como un Nahitan Nández. O sea, guerrero pero con técnica”. Y le encanta definir.

Uruguay en ese primer mundial superó la fase de grupos, pero perdió en octavos contra Inglaterra. ¿Cómo fue enfrentar a los ingleses? “Ellos tienen más infraestructura que nosotros. Por ejemplo, a nosotros nos cuesta mucho acceder a una cancha para entrenar. Dependemos de que otras instituciones nos presten sus gimnasios. Entonces, entrenamos una vez por semana, una vez cada dos semanas… Además de que cada uno de ellos tiene su propia silla, ¿no? Acá a menudo tenemos que compartirlas, porque no todos pueden comprarla”.

No se trata únicamente de la silla. Trasladarse hacia los entrenamientos y partidos también es un desafío. Para empezar, no todos los lugares tienen accesibilidad incorporada a su arquitectura. Y tampoco todos tienen un vehículo con rampa. “Además”, dice Marco, “yo tengo un asistente que me ayuda y mi hermano también me ayuda. Entonces, como yo tengo una camioneta con rampa, cuando se puede, paso a buscar a compañeros para llevarlos al entrenamiento. Otros dependen exclusivamente de sus padres y estos no siempre pueden llevarlos”. Diego acota que él entrena todos los sábados de mañana en el Liceo 15 y que quien quiera acercarse a curiosear, será bienvenido.

En el interior también juegan

En el interior del país, en tanto, hay otro tipo de desafíos. Julio César es entrenador de PCF y también de bochas/boccia y vive en Trinidad, Flores. Siempre quiso trabajar con personas en situación de discapacidad. Un día, viendo internet, se enteró de que habría una Libertadores en Montevideo y se puso en contacto con Sonia para ver cómo podía involucrarse. “Acá había chicos con esas discapacidades y me pareció que era una buena oportunidad para hacer algo. Al principio, como no tenía formación como entrenador de este deporte, me metí de árbitro. Luego hice cursos en Argentina, becado por la Fundación Oportunidad y por la Intendencia de Flores”.

En Trinidad, hay cinco jugadores de PCF y César se puso en contactos con familias que viven en otros departamentos, para que puedan llevar a sus hijos a los entrenamientos y partidos. “Por suerte, acá en Trinidad tenemos un gimnasio que es totalmente accesible y hasta tiene una piscina”, cuenta.

Para él, ser entrenador de PCF es una tarea muy satisfactoria. “Uno trabaja con personas en situación de discapacidades severas, motrices y sensoriales. Es mucho trabajo, pero... Lo que más me gusta es que el PCF cambia vidas. Por más que para mí sea un trabajo (tengo un contrato con la intendencia renovable), ver las caras de disfrute de los deportistas, aunque vayan perdiendo por goleada, es impagable. Siempre digo: discapacidad no significa incapacidad. Podrán tener una vida diferente, pero tienen el derecho de practicar un deporte y disfrutar”.

Para Diego, jugar al fútbol significa muchas cosas: “Como para cualquier persona que hace deportes, es una manera de salir de lo cotidiano, salir de tu casa para hacer cosas. Y para personas con discapacidad era difícil pensar en hacer un deporte. Te ayuda a aumentar tus habilidades, como la rapidez para reaccionar. Y sociabilizar, ¿no? Estar con tus compañeros, compartir. Además de experimentar la adrenalina cuando competís es también una manera de superarte a vos mismo”, dice a Revista Domingo.

Sonia, desde su lugar en Fundación Oportunidad, reafirma el concepto del deporte como algo que quiebra la rutina. “Creo que cualquier persona, en situación de discapacidad o no, cuando practica un deporte se olvida de sus problemas. Adentro de una cancha, te olvidás de tu situación particular. Ahí sos un deportista. Ese cambio es fundamental. Además, pasa a menudo que estas personas están bastante solas. El hecho de pertenecer a un equipo, ver que a otros le pasan cosas similares, todo eso suma para intercambios y más si también viajás. Se abren nuevas puertas a través del deporte: no solo competís, sino que también tenés que prepararte para viajar, conocer otros países. Te vas dando cuenta que hay otros horizontes y que podés llegar más lejos”.

“Si pensabas que nunca podías jugar al fútbol por una discapacidad, esta es la solución. Eso es lo que yo le diría a cualquiera”, cuenta Marco.

Pero para eso es necesario algo más de apoyo. No solo para poder comprar una silla. También para que quienes jueguen este deporte tengan acceso a un lugar en el cual puedan entrenar. La fundación que dirige Díaz Valdez hace todo lo que puede para concientizar sobre las condiciones de los jugadores de este y otros deportes.

En particular, porque cuando se pueda viajar con mayor normalidad, se viene el Mundial de PCF en Australia y los jugadores celestes quieren demostrar la experiencia adquirida en el primer mundial y, claro, escalar posiciones, llegar más lejos. “Nos tenemos fe”, dice Diego.

“Habrá que ver cómo se da. Aprendimos mucho en el primer mundial y en las eliminatorias le ganamos a Brasil, Canadá y Argentina. Perdimos contra Estados Unidos, que es una potencia en esto y ya ganaron dos mundiales. A nivel sudamericano, creo que actualmente estamos bastante parejo con Argentina y Brasil. Otros países como Francia, Inglaterra o Estados Unidos están un poco despegados, no solo por la infraestructura, sino también porque hace más años que juegan. Fijate que este deporte empezó en 1987. Hay que jugar los partidos pero creo que podemos llegar a estar entre los primeros cuatro equipos del próximo mundial”, dice Diego esperanzado.

Sebastián Abreu, entrenador de Boston River. Foto: Archivo El País.
Foto: Archivo El País.
Padrino

Sebastián Abreu

El exjugador de la selección uruguaya es el padrino de la Fundación Oportunidad. “Acepté porque a menudo los deportistas públicos podemos contribuir a inspirar o dar un ejemplo. Desde lo mediático, además, se puede generar que, por ejemplo, empresas puedan colaborar, porque sigue habiendo desconocimiento y poco apoyo. Entonces, hay muchas razones para asumir este compromiso y estar agradecido por poder hacerlo. Además, participar de algo con ellos es una gran satisfacción porque podés contribuir con algo para su desarrollo y crecimiento”. Abreu recuerda la primera vez que se encontró con los jugadores. “Enseguida empezamos a hablar el mismo idioma: la pasión por el fútbol, la importancia de entrenar y competir. Fue muy lindo poder compartir eso con ellos. Ahora con esto de la pandemia no hemos podido hacer mucho, pero tengo un desafío pendiente que me hicieron: jugar un partido de Power Chair”

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