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Cristina Fernández: "La música siempre fue mi tabla de salvación"

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Cristina Fernández, cantante
Nota a Cristina Fernandez, cantante de musica popular uruguaya, en su domicilio en Montevideo, ND 20201201, foto Darwin Borrelli - Archivo El Pais
Darwin Borrelli/Archivo El Pais

EL PERSONAJE 

Entre poesías y canciones españolas se transformó en una de las artistas más importantes del Uruguay. Junto a Washington Carrasco formaron un dúo que cumple 45 años.

La presentación decía así: “Una mujer y su música: las entrañables cantigas gallegas, fados portugueses, boleros, rancheras y coplas, y las canciones que la han destacado en estos años. Una voz única”.

Ese día se trató de eso: de una mujer y su música. Cristina Fernández salió al escenario del Teatro Solís con un vestido violeta que le llegaba al suelo, con las mangas que parecían alas. Tenía el pelo dorado recogido, los ojos intensos, los labios como una rosa. Cantó la primera canción como siempre lo hace: con la voz infinita, con la voz como un ángel invertido y salvaje. Después, las personas en la platea, con tapabocas y distancia, le cantaron feliz cumpleaños. Y entonces no supo cómo seguir. Sintió un nudo en el pecho y una felicidad profunda. Agradeció. Dijo: “Yo nunca festejo los cumpleaños, pero cuando los festejo, los festejo con ustedes y en esta sala maravillosa. Muchísimas gracias”. Y siguió cantando: su último disco, Palabras de amor, hecho por canciones que en general no cantaba y por aquellas que habían quedado perdidas en algún otro disco, pero también las canciones que siempre ha cantado.

Era viernes 13 de noviembre de 2020. El mundo se rompía en pedazos mientras Cristina Fernández (1946) cantaba canciones de amor. Esa fue la última vez que cantó en un escenario.

“Fue una emoción impresionante, algo muy muy grande. Fue muy especial porque además ese espectáculo yo lo iba a hacer en mayo y con todo lo que pasó, se pasó para noviembre, entonces yo no sabía si la gente iba a responder o no. Y diez días antes ya supimos que estaba agotado. Fue inolvidable por todo, por el momento, por ver toda la platea detrás de los tapabocas. Vos sabés que lo pienso y me vienen ganas de llorar”, dice Cristina siete meses después en una videollamada. Está sentada en una sala de la planta baja de la casa en la que vive desde hace 32 años con Washington Carrasco, su compañero de músicas y también de la vida.

Allí hacen las canciones: Cristina lee poesías una y otra vez, en todas las formas posibles de la palabra, mientras Washington escucha hasta encontrarles la música exacta, perfecta.

Antes, esa sala en la que hay una estufa a leña y un sillón con flores, era lugar de encuentro. Es que 20 años atrás, allí funcionaba un estudio de grabación por el que pasaron artistas de todo el Uruguay.

Es un miércoles de mayo y la tarde cae como una mujer delicada, hermosa. Cristina tiene el pelo igual de dorado, los ojos igual de intensos, los labios como una rosa. La voz, sin embargo, suena suave, suena a susurro, suena a dulzura.

Y así, entre la suavidad, el susurro y la dulzura, dice: “La música es mi vida. Es todo. Es mi forma de expresarme, mi forma de ser, mi todo. Llegar a otra persona y conmoverla, para mí es lo máximo que puedo sentir, lo máximo que puedo pedir. Ojalá, yo le digo a mis amigos, pueda morirme en un escenario. Creo que para todo artista sería perfecto. Como la canción que dice: morir sobre un escenario después de haber dado la vida”.

Después de cortar la llamada, escribirá por WhatsApp: “Me quedé pensando en cuando me preguntaste qué era la música para mí y te respondí mi vida. Quiero contarte que también, en todo momento difícil que me tocó vivir, la música siempre fue mi tabla de salvación, mi sanación”.

Vocación de familia

Cristina Fernández cantando en el Solís
Cristina Fernández cantando en el Solís. 

En su casa en Malvín siempre estaba prendida la radio. Su padre era actor de radio teatro, cantaba y también era director de coros. Su madre tenía “una voz divina de contra alto”.

Así creció: en una familia donde la música lo atravesaba todo. “Recuerdo que íbamos en el auto y los dos siempre iban cantando, siempre cantando, en mi casa se cantaba siempre. Yo me dediqué a la música, pero mis tres hermanos también tenían un oído maravilloso”.

Recuerda, además, que por esos días con su hermana prendían la radio y sabían de memoria todas las canciones que sonaban. También, que su casa fue una de las primeras en las que hubo un tocadiscos. Y que cada tanto tocaban la puerta vendiendo diferentes cosas y que un día golpearon y estaban vendiendo discos y su madre le dijo, a ella y a sus hermanos, que eligieran uno cada uno. Cristina eligió Seis impresiones para canto y guitarra, de Daniel Viglietti. Era uno de los que escuchaba en la radio y además lo recordaba porque el músico se había presentado en el Centro Gallego, un lugar que, dirá después, considera como su segunda casa.

Sus cuatro abuelos habían llegado de la provincia de Lugo, España. La cultura gallega -el idioma, las canciones, la poesía- es parte de su vida desde siempre. Cristina habla gallego con fluidez y con gracia. Dice que además de sus abuelos, su padre lo hablaba perfecto y que ella lo aprendió en su casa pero también fue a clases en el Patronato de Cultura Gallega.

“Aunque te digo la verdad, para lo que yo hago, que es la canción popular y la poesía, me inspiré mucho en mi abuela Lola, que era maravillosa, cómica y se expresaba de una manera que no se aprende académicamente, el jeito que tienen los gallegos lo aprendí con ella”.

En total, Cristina tiene grabados seis discos gallegos. “Son mi orgullo, porque en este país no se habla gallego. De hecho estoy un poco preocupada por eso, porque veo que el idioma no genera mucho interés en los jóvenes sobre todo, no hay interés de mantener vivo eso”.

Cristina cantó desde siempre, pero cuando tenía cerca de 18 años, junto a su hermana y una amiga suya Siboney, formaron un trío y se presentaron en distintos lugares. Uno de los primeros fue en el escenario del Centro Gallego de Montevideo, que hoy lleva el nombre de su padre, José Rosendo Fernández, y en el concurso de un programa de televisión, Guitarreada, donde ganaron la guitarra de oro. Por entonces, dice, no tenían competencia: no había, en Uruguay, tríos de mujeres.

Después su hermana empezó a estudiar medicina y su amiga, arquitectura. Y aunque ella empezó clases de guitarra y canto con Viglietti y con Nelly Pacheco, su padre siempre les había dicho que la música estaba bien, pero tenían que estudiar otra cosa. Ella eligió educación física. Desde niña le había gustado la natación.

Dio clases de gimnasia en escuelas y en liceos, se casó y un día, mientras estaba en su casa, alguien le golpeó la puerta. Era Ángel, un vecino suyo que tenía una voz grave, elegante, una voz de radio. Ángel le dijo que no era posible que ella estuviera cantando en su casa sin que nadie la escuchara, que alguien tenía que oírla cantar. Ese fue, para Cristina, un punto de inflexión, el momento en el que todo cambió de dirección. Llamó a su amiga, con la que anteriormente había cantado y fueron a la radio en la que trabajaba Ángel para grabar un demo.

Formaron un dúo, Canto dos, y empezaron a presentarse en diferentes lugares hasta que un día llegaron al escenario de AEBU, un espacio que abría una luz en plena dictadura donde Eduardo Larbanois programaba a diferentes artistas. Fue allí donde, una noche, Washington Carrasco las vio cantar y las invitó a unirse a él y a Daniel Queiroz para formar Inti canto. Con ese espectáculo giraron por todo el Uruguay y llegaron a Brasil. Cristina tenía 29 años. “Y bueno”, dice, “para ese entonces yo ya había dejado toda mi vida atrás”. Lo que quiere decir es que se había divorciado de su primer matrimonio pero sobre todo, que ese fue el momento en el que decidió que se dedicaría a la música con todo lo que tenía: una voz hipnótica y el deseo acumulado.

Con el tiempo, Siboney y Daniel abandonaron el grupo y Washington y Cristina empezaron a ser Washington y Cristina, uno de los dúos más importantes de la música popular uruguaya. Tienen cerca de 30 discos.

Este 2021 cumplen 45 años cantando juntos. Por eso se están revisando, mirando hacia atrás pero también hacia adelante. Quieren celebrarlo con un espectáculo, pero todavía hay una pandemia y no hay nada seguro. Mientras, Cristina se pasa los días leyendo poesía, buscando ese poema que le atraviese el cuerpo para ponerle la voz. Porque de eso se ha tratado siempre: de una mujer y su música.

sus cosas
Cristina Fernández y Joan Manuel Serrat
Un recuerdo 

Cristina dice que los sueños se cumplen. Habla, específicamente, de la vez que el español Joan Manuel Serrat, a quien siempre había admirado profundamente, la llamó a su celular para invitarla a cantar junto a él en su gira Antología desordenada. Además, tiene grabadas algunas canciones del artista.

Galicia
Las raíces

Los abuelos de Cristina son gallegos y ella siente mucho arraigo por sus raíces. Ha ido cinco veces a cantar en Galicia, la última en 2015. En una de esas, le ofrecieron para quedarse y formar parte de una orquesta. Por distintos motivos decidió volver. Dos de sus discos, además, son editados allí.

Washington Carrasco
Palabras de amor 

Aunque dice que los discos son como los hijos y no puede elegir uno solo, el último Palabras de amor, que lanzó en 2020, es especial por muchos motivos. Una de esas razones es que en cada uno de los 500 discos editados, Washington, que además de la música se dedica a la pintura, pintó un diseño diferente. 

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