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Integración, genocidio y más

Novedades sobre los Charrúas: un libro que se apoya en fuentes históricas para reescribir los orígenes indígenas

El historiador Diego Bracco navega las aguas tormentosas de los mitos fundacionales uruguayos

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"Jefe Charrúa" y "Charrúas civilizados", tomados de litografías de Jean-Baptiste Debret (1834), en la carátula del libro según diseño de Fidel Sclavo.
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por László Erdélyi
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El Uruguay de los charrúas no existió tal como se pensó hasta ahora. Las fuentes históricas y documentales no respaldan la idea de que el territorio que hoy ocupa Uruguay tuvo una población autóctona charrúa, y sí de otros pueblos indígenas. Los charrúas, al momento de iniciarse la colonia, ocupaban el territorio entre el río Paraná y el río Uruguay. Estas conclusiones, que chocan contra los mitos de identidad uruguayos, esos que nutren a sus habitantes de la poderosa “garra charrúa”, son parte central del libro del historiador uruguayo Diego Bracco, autor de varios obras sobre el pasado indígena del Uruguay y la región, algunos en coautoría con José M. López Mazz.

Titulado Charrúas, ¿Genocidio o integración?, tiene dos particularidades. La primera, que transcribe muchas fuentes con su ortografía y gramática original, lo cual dificulta la lectura pero solo al principio, porque el lector se adapta rápido al lenguaje de época. Eso da al relato otra verosimilitud. Segunda, pone énfasis en la interacción entre la sociedad colonial y los charrúas, sobre todo en tiempos de paz. Se sabe que lo que vende son las batallas, la sangre y el conteo de muertos, pero hay poco interés en saber cómo se dieron los lentos procesos de integración o asimilación, esos en los cuales un pueblo se adapta y va perdiendo su identidad a lo largo de años, décadas, siglos. De eso no se suele escribir porque son procesos de bajo perfil, cuando no sórdidos e instigados por múltiples intereses.

Piezas. Las fuentes —escasas— muestran a los charrúas en el inicio de la colonia interactuando con Buenos Aires desde el territorio que hoy es Argentina. Llamados entonces “infieles”, por no bautizados en el rito católico, era una nación de varias miles de “piezas” (así se llamaba también a los indígenas). Se los combatió, porque de tanto en tanto mataban alguna partida de españoles, pero también se comerció con ellos, pues los charrúas solían capturar a otros indígenas para venderlos en calidad de esclavos a los vecinos pudientes de Buenos Aires. O también actuar militarmente en alianza con Buenos Aires contra otros pueblos indígenas. O, según las circunstancias, con los portugueses, si así les era conveniente. Eran codiciosos cuando el posible saqueo prometía, codicia que los llevaría a su fin, muchos años después, engañados en la emboscada que les tendieron las huestes del Presidente Rivera en Salsipuedes, 1831.

Temprano en la colonia, también, los charrúas devienen ecuestres. Se encuentran en mejores condiciones para lidiar con las amenazas, por ejemplo de la servidumbre que pretendía imponerles la sociedad española, la esclavitud que les ofrecían los portugueses, o la presión de las poderosas reducciones jesuíticas, sobre todo cuando los perseguían o trataban de asimilarlos de forma forzada. “La hostilidad habría devenido en odio por el reiterado rapto de mujeres y niños charrúas” que las reducciones jesuíticas llevaban a cabo, destaca Bracco.

Hasta 1715 tanto Santa Fe como Corrientes se apoyaron en los charrúas para sus actividades ganaderas, y les compraron esclavos hasta que esta actividad fue prohibida. “Los charrúas eran funcionales a los intereses de los vecinos” porque con su presencia y actividad impedía a otros “vaquear” en las enormes extensiones al occidente del río Uruguay, o porque estaban muy interesados en comprarles lo que habían robado a otros. Pero no era sencillo lidiar con ellos. “Eran furiosos y de rigurosa condición” establece una fuente de la época, sobre todo cuando les prohibieron vender esclavos. Les empezaron a sobrar cautivos; los ejecutaban, a veces sin importar si eran mujeres o niños.

Tras sucesivas derrotas militares los charrúas fueron obligados a vivir en un pueblo o reducción llamado Cayastá, cerca de Santa Fé, fundado en 1750. Para ser el único pueblo conocido integralmente charrúa, “se ha escrito comparativamente poco” sobre él, establece Bracco. El capítulo IV está dedicado a él, y es uno de los grandes aportes del libro, transcribiendo incluso largas nóminas de habitantes, o destacando hitos, como la remoción de un cura muy corrupto a cargo de la reducción, uno que no practicaba los ritos, robaba, y tenía como amante a una mujer casada del pueblo.

Descendientes de los charrúas “entrerrianos” fueron recién hallados por la fallecida Hebe Uhart (“la mejor escritora argentina” según Fogwill). El relato de su encuentro con la comunidad charrúa del pueblo de Maciá, en Entre Ríos, está en el libro de crónicas De aquí para allá (Adriana Hidalgo, 2016). Es magistral.

Método histórico. A partir de 1750 un grupo importante de charrúas se traslada al norte del río Negro, en el actual Uruguay, donde permanecerán unos 80 años. Siguieron autónomos, velando por sus propios intereses, y hostilizando o aterrorizando a las estancias. Resultan interesantes las historias de cautivas blancas de este período que Bracco investiga, sus capturas, su vida y sus huidas.

Hacia la finalización del período colonial aparecen las primeras menciones de Artigas vinculado a los charrúas, aunque, relativiza Bracco, “pareciera que los charrúas tendieron —no todos; no siempre, sin perjuicio de cambio de bando— a una suerte de alianza con el artiguismo”. Esta mirada choca con las construcciones heroicas de los charrúas como guerreros leales e incondicionales al prócer, que muchos trataron de imponer. Cuando Artigas cruza el río Uruguay, tras su derrota, los charrúas no lo siguen, se quedan en esta banda del río. Cierta historiografía afirma que esa decisión se debió a su arraigo a este territorio. Pero hay que tener mucho cuidado, pues “quienes producen las fuentes expresan —deliberadamente o no— verdades, verdades a medias, o falsedades. En ese sentido cabe siempre estar en guardia ante afirmaciones como la antecedente que, empleada aislada del conjunto de la documentación, puede alimentar mitos como la ‘orientalidad’ de la nación charrúa”. Por ejemplo, hay fuentes portuguesas que señalan que, tras la ida de Artigas, los charrúas establecieron alianzas con los invasores. Esta etapa charrúa se ha investigado poco, “quizá por su poca utilidad para alimentar mitos fundacionales”.
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El método histórico, bien aplicado, tiende a complejizar, a relativizar relatos y a ampliar el conocimiento. No es para almas débiles
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CHARRÚAS, ¿GENOCIDIO O INTEGRACIÓN?, de Diego Bracco. Banda Oriental, 2023. Montevideo, 252 págs.

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