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Conspiraciones pasadas de moda

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Gillian Anderson y David Duchovny

Los aliens de Roswell y las conspiraciones gubernamentales no rinden en términos de rating, aunque sí el prestigio de dos actores legendarios.

Al lector y al espectador les apasiona quedar al borde del abismo y casi perecer en medio de una aventura, a merced de gente muy mala. Así fue siempre. Los abuelos de los abuelos de los espectadores de hoy disfrutaban de ese vértigo cada vez que terminaban de leer un episodio de una novela de Dickens o Dumas, con el mismo nivel de tensión que despierta el final abierto de una película o, sobre todo, de una serie de televisión actual. El regreso de Los Archivos X con una nueva mini temporada trató de capitalizar ese factor tras su reciente emisión en febrero, pero lo consiguió a medias.

La serie fue creada por Chris Carter, un surfista y ex periodista especializado en ese deporte que empezó su carrera en la pantalla chica como parte de los grupos de guionistas de comedias familiares en Disney. Fueron tres los factores que lo llevaron a la idea inicial: el dato de que supuestamente 3.7 millones de americanos habían sido secuestrados por alienígenas, el escándalo Watergate, y la serie Kolchak emitida a mediados de la década del setenta. Tras algunas idas y vueltas dio forma a la historia de dos agentes del FBI, Mulder y Scully, uno obsesionado con lo paranormal y otra decidida a aplicar el método científico, ambos a cargo de una oficina menospreciada y que se enfrentará a una conspiración del gobierno para cubrir la llegada extraterrestre a la Tierra.

Se estrenó en 1993 y demoró poco en conquistar un público masivo y convertirse en un fenómeno mundial. El drama de Fox Mulder, cuya hermana había sido secuestrada por extraterrestres, y el de Dana Scully, que se empeñaba en explicar de forma racional cualquier fenómeno raro que se les cruzara, ya fuera monstruo u ovni, fue el eje de la trama y el secreto de su encanto. Además del tema de la conspiración, la serie incluyó elementos tecnológicos inusuales como el uso de teléfonos celulares, el envío de algún email, o vincularse a un grupo de amigos nerds, Los pistoleros solitarios, que buceaban en las profundidades de Internet. Los celulares y la red eran toda una novedad en el mundo.

No fue la primera serie de culto porque antes estuvieron Kolchak y Picos Gemelos (Mark Frost y David Lynch), pero sí la primera a la que Internet le abrió las puertas a una nueva forma de comunicación con su audiencia. El crecimiento de las convenciones de cómics también estuvo a su favor, ya que estos festivales se convirtieron en lugares de reunión y manifestación pública de sus fans, incluso en Argentina, donde llegaron a tener una presencia importante en varias ediciones del desaparecido festival Fantabaires. Los devaneos de sus personajes tuvieron que ver con la respuesta del público. Se convirtió, así, en la primera serie mundialmente exitosa que en algunos aspectos parecía tener consciencia de sí misma.

Todo lo que era inédito hasta los años noventa se volvió de uso común poco tiempo después. En la última década casi todas las series de fantasía, y algunas que no lo eran, vivieron fenómenos parecidos a escalas distintas, según se trate de fenómenos mundiales como el de Lost o producciones menores como Supernatural. En Los Archivos X Chris Carter pulseaba con los fans que pedían la concreción de la tensión sexual entre los dos agentes protagonistas; en Lost los showrunners, o sea los directores del trabajo diario de la serie y su rumbo, estaban atentos a las decenas de teorías pergeñadas por los fans e intentaban esquivarlas con sorpresivos giros argumentales.

Los Archivos X dejaron de ser emitidos en 2002 y se mencionaron varios argumentos para ello. Carter dijo que no sabía cómo había perdido la conexión con su público. Sus productores dijeron que era culpa de los efectos financieros y anímicos del 11 de setiembre. La prensa hablaba del bajo rating y de la pobreza de los guiones. El público reclamaba el regreso de Mulder y Scully, cuyo protagonismo había sido sustituido por el de dos nuevos agentes, John Doggett (Robert Patrick) y Mónica Reyes (Annabeth Gish). Carter tenía planes de seguir con su historia de la conspiración alienígena-gubernamental, un poco como hoy pretende el guionista y productor Robert Kirkman con The Walking Dead. Si una serie es exitosa y se convierte en una marca comercial que genera infinidad de subproductos entre videojuegos, merchandising, comics, muñecos, novelas, juegos de mesa y más, se pretende que siga generando dinero hasta donde se pueda, e incluso un poco más.

La trama central de la serie había quedado abierta, a pesar de la película que se hizo después (The X Files: I Want to Believe). Retomarla en 2015 era todo un riesgo porque nadie sabía con certeza si al público le seguirían importando las conspiraciones del gobierno, los ovnis o los atribulados agentes del FBI. Por otro lado la ficción había evolucionado. En ese tiempo Lost había logrado la improbable combinación del fenómeno de culto y el de masas, apoyada en Internet, para convertirse en un tema de conversación literalmente global; pero también habían aparecido refinadas y exitosas series de autor como Los Soprano y Breaking Bad; y al mismo tiempo la violencia, el sexo y la estética de la suciedad formaron parte del combo de Game of Thrones, Sons of Anarchy y The Walking Dead.

Esos cambios fueron apenas una parte de la transformación televisiva de este siglo. Tras el 11 de setiembre a nadie más le importó el supuesto alienígena gris de Roswell. El terrorismo y su relación con las acciones de Estados Unidos pasaron a ocupar el imaginario colectivo, a tal punto que películas como Iron Man o Duro de matar 4, entre otras, se valieron de la idea de que los terroristas eran dirigidos por el propio gobierno. La idea de la conspiración se recicló.

El público, y sobre todo su forma de consumo, cambiaron al mismo tiempo que Internet evolucionó. La piratería dio pie al consumo inmediato. Las series empezaron a llegar a los sitios más insospechados y a encontrar nuevas audiencias; y más o menos al mismo tiempo la masificación de las ediciones originales en DVD dieron pie a un nuevo negocio para los productores y a lo que se llama binge watch, o atracón, que es cuando se miran muchos capítulos de una temporada de una serie de un tirón. Netflix, con su forma de lanzar sus series en bloque, capitalizó esta forma de consumo.

A diferencia de otros regresos como los de Hawai 5-0 y V Invasión extraterrestre, el de Los Archivos X apuntó a ser una continuación o evolución de su historia, con los mismos protagonistas. El problema es que todos los elementos que la diferenciaron en su primera etapa hoy son moneda corriente. Lo único que es verdaderamente exclusivo de ella son Mulder y Scully (sus actores David Duchovny y Gillian Anderson), cuya presencia explica que los espectadores sigan la serie cada vez que quedan al borde de un precipicio, a punto de caer por el desconcierto. No fueron los chistes y guiños sobre Uber (Mulder usa Uber), Edward Snowden, Julian Assange y otros los que sostuvieron este regreso, ni tampoco lo hizo la nueva conspiración que Mulder descubrió a las corridas en el primer capítulo y que Scully certificó de forma mágica en el último. Fueron ellos dos.

En un momento en que la industria televisiva estadounidense produce más series que nunca, se precisa una renovación constante para ganar público y, en definitiva, hacer dinero. Eso es lo que explica de verdad el regreso de esta serie y también el que tendrá Picos Gemelos el año próximo, como apuestas a rescatar producciones que se convirtieron en marcas comerciales gracias a sus extrañas combinaciones de éxito ante el público masivo en base a la presencia de autores de alta calidad detrás de cámaras. De igual modo que Los Archivos X volvieron dirigidos por Chris Carter y los mismos guionistas, Picos Gemelos volverá con los mismos actores pero sobre todo con la dirección de David Lynch y los guiones de Mark Frost. Ya no es solo cuestión de que la vieja y querida pantalla chica necesite contenidos probados, sino de que hay que abastecer infinidad de pantallas, desde los televisores de 52 pulgadas en ultra HD hasta los smartphones del tamaño de la palma de la mano. La seguridad y confianza que despiertan Mulder y Scully mientras enfrentan la inseguridad ante lo sobrenatural y la desconfianza hacia el gobierno, los trajo de vuelta y tal vez les permita volver con más capítulos dentro de un año, como se comenta en las redes. Aunque la conspiración alienígena ya no preocupe a casi nadie.

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