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Arbeleche, el otro, el mismo

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Rafael Courtoisie

LOS MÁS recientes títulos de Jorge Arbeleche (Para hacer una pradera, El hilo de la lumbre, El velo de los dioses) confirmaban una línea que el autor fue explorando y desenvolviendo con constancia a lo largo de décadas: la línea del intimismo y la celebración, donde lo doméstico y cotidiano se volvían claves para comprender y designar el universo.

En El Oficiante Arbeleche da un giro, imprime en lo temático una perceptible inflexión que en cierto modo recuerda su primer y desgarrado título: Sangre de la luz, prologado por Domingo Luis Bordoli.

La presencia de lo oscuro como principio complementario de una luminosidad cotidiana muy frecuente en la anterior poesía del autor, lo sombrío como atributo perceptible del misterio, están otra vez aquí conectados a la celebración pero también a la presencia de la muerte, de sus signos y advertencias. Libro complejo y audaz en lo formal, transita desde el verso libre hasta el soneto, explora formas enumerativas de efecto a veces torrencial, pero siempre eficaz y cuidado.

Es tal vez la muestra de lo que algunos llamarían el oficio indiscutible del poeta. Oficio vital y lírico que en el texto expresa temas antes apenas aludidos o simplemente velados. Oficio que no es mera práctica de versificador, sino celebración, y que requiere, en términos de discurso ese oficiante textual, ése que junto al yo lírico lleva a cabo la propuesta del título en una celebración que no tiene término, pues comienza paradójicamente en la última página.

Con una destreza madura, seguro de sí mismo, el autor propone cinco partes o capítulos bien diferenciados. En la tercera, titulada "Los cuervos" comparece el arte de la rima y el endecasílabo, una fina manera de hacer versos con una dicción clara pero no simple, muy lejos de la "mecánica" tan tentadora en esta forma consagrada, lejos del lugar común y la facilidad sonora.

Se usa la rima consonante con plena conciencia de los riesgos y de las posibilidades, buscando siempre el giro que sorprende por preciso, no por estridente ni excéntrico. Por el contrario, un secreto centro parece trazarse al cabo de la lectura de esta poco más que decena de sonetos que pudieron haber sido muchos más pero que el autor detuvo en la cifra bíblica y humana, más significativa que lo simplemente "numeroso".

Pero es en la cuarta y quinta partes, tituladas "Proclama" y "No se sabe" donde el torrente poético parece abrirse sin restricciones hacia un más allá dialéctico, no transitado antes por los versos del autor. Se deja esa llamada "poesía del instante" (tal vez el abandono significa simplemente confirmación, ratificación y nueva búsqueda), se deja un lirismo transparente que había ayudado a construir el edificio firme de esta poética y se arriba, no sin cierta sorpresa y sacudimiento, a otro decir tan certero como el que se dejó atrás, a una nueva manera de nombrar el centro y la materia de la noche, extrañamente serena, extrañamente útil en las palabras.

A la aparición de El oficiante, en forma independiente, se suma la muy reciente edición y distribución de un CD donde figuran los poemas de Arbeleche musicalizados, recitados o "actuados" por destacados artistas de varias generaciones. El CD se titula como un libro anterior del autor, Ágape, y reúne veintiún poemas de varios libros, en un recorrido que supone una visita diferente a los distintos "instantes" de su vasta trayectoria. Diverso y disfrutable, pleno de inflexiones, es un objeto cultural infrecuente en el medio montevideano. Entre puntos muy altos se destaca la interpretación de Ducho Sfeir del poema "A Federico" y el estremecedor poema largo "Con Martha en Florencia", en voz del autor.

EL OFICIANTE, de Jorge Arbeleche. Libros de Tierra Firme, Colección de Poesía Personae. Buenos Aires, 2003. 54 págs.

AGAPE, poemas de Jorge Arbeleche. CD con poemas del autor musicalizados o recitados por Dahd Sfeir, Estela Medina, Antonio Larreta, Juan Alberto Sobrino, Cristina Fernández, Washington Carrasco, Andres Stagnaro, Jorge Bolani, Gonzalo Ruiz, Ethel Afamado, Enrique Rodríguez Viera.

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Ciencias sociales

LA ECONOMIA DIGITAL. Del mito a la realidad, de Roberto Velasco, Tusquets Editores, Barcelona, 2003. Distribuye Urano. 332 págs.

CON DATOS sabrosos y buen nivel reflexivo, el libro reúne muchas de las objeciones que en su momento se formularon contra la "nueva economía". Claro que conocido el final del chiste tiene menos gracia argumentar contra las "burbujas iridiscentes" de las empresas virtuales que cotizaban en bolsa y pasaban de unas manos a otras mediante el pago de astronómicos valores.

Pero de todos modos, La economía digital... es muy aprovechable, porque Roberto Velasco (Bilbao, 1940) no deja capítulo sin tocar en todo lo concerniente a Internet, sean las TIC‘s (tecnologías de la información y las comunicaciones), o se trate del comercio electrónico y sus modalidades B2B, B2C y C2C (respectivamente "Business To Business", "Business To Consumer" y "Consumer To Consumer"), sin descuidar los impactos sociales de la globalización.

Algunas cifras son llamativas. Por ejemplo, mientras en el Uruguay no se dejaba de hablar del "bug del milenio", en el año 2000 una encuesta indicaba que un 22% de los españoles no sabía qué es Internet, y el 33% ignoraba qué es un correo electrónico. Además, el 63% no poseía computadora y el 70% no la usaba "personalmente". Al parecer, en España, las nuevas tecnologías preferidas son el teléfono celular (un 42% ya tenía uno por esas fechas) y la ya no tan nueva TV: "una emisión de éxito en la mejor franja horaria permite acceder, en una sola noche, a un porcentaje de hogares enormemente superior al de la suma de las audiencias de los principales portales españoles de un mes entero".

Quizás, pese a sus declaraciones, el autor no haya conseguido atenuar el enorme baldazo de agua fría que supone este libro: "he puesto especial cuidado en no dejar completamente suelto al pesimista que cualquier especialista en economía lleva dentro". Por ello no se le escapan los escándalos de empresas multinacionales como Enron, WorldCom y otras, ni escatima señalar con el dedo la pérdida de confianza respecto de las instituciones financieras que ha recorrido el mundo y ha llegado a nuestras templadas latitudes. El último capítulo pone en el tapete una cuestión urticante como la regulación pendiente: "¿Debe existir una regulación pública, estatal o supraestatal de la red? ¿Cuáles son los límites de la misma? ¿Es siquiera posible?" Las respuestas posibles a esas interrogantes pueden ir desde discusiones entre liberales y estatistas —con todos los matices de presentación de cada categoría— hasta consideraciones de carácter eminentemente práctico. Porque los regímenes autoritarios ven en Internet una amenaza subversiva y pornográfica, y los democráticos un engorro por las dificultades de recaudar impuestos sobre las transacciones realizadas en línea, además de amenazar la protección legal de la música, los videos u otros productos.

Velasco recuerda el pragmatismo de los empresarios que comprenden que en algún grado es necesario regular, y argumenta que, después de todo, la infraestructura física de la red pasa siempre por decisiones de los gobiernos. Allí la polémica sobre la regulación aterriza con rapidez, aunque no es fácil establecer a partir de dónde y hasta qué punto regular, salvo que se incurra en simplismos. En suma, la lectura de La economía digital puede ser una buena manera de impedir el aumento de la peor brecha: la de no reflexionar sobre la tecnología y aceptarla sin más.

A. C.

Periodismo

MUJERES ASESINAS, 14 historias de criminales argentinas, de Marisa Grinstein, Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 2001, Distribuye Planeta. 214 páginas.

ESTE LIBRO se publica en una serie editorial titulada Biografías y Documentos, y ha sido escrito por una periodista de la revista Noticias. El estilo es conciso, sin epítetos, sin comentarios de horror. La periodista ha investigado, ha tomado testimonios, y luego ha tratado de escribir con toda la distancia posible. Aunque aquello de lo que escribe, quema, como el ácido.

Lo terrible de estas catorce historias que transcurren en la Argentina en las últimas décadas, tiene que ver con dos puntos. Uno es lo tangible de la muerte producida por otro ser humano. Acostumbrados como estamos a la muerte versión Hollywood, muertes previsibles, con sus asesinos psicópatas con caras de malo, a menudo nos olvidamos que la persona que asesina a otro también compra en el mercado, cocina mansamente en su casa, baña a sus hijos. Las asesinas de este libro matan seres muy próximos: maridos (sobre todo, maridos), amantes, amigas, vecinas ... y también hijos (bebés). A veces lo hacen siguiendo un plan premeditado, pero este plan es más el resultado de un cortocircuito en el cerebro que de un inteligente y simbólico proceso de película norteamericana.

El segundo punto a tener en cuenta, que impresiona especialmente, es que estas mujeres que han quebrado el modelo de la "mujer-madre-bondadosa-llena de amor", son además de asesinas, profundamente desgraciadas. Este libro habla de la crueldad, de la violencia, de la prepotencia de algunos seres que se ven con el poder de rociar con ácido al ex novio, de hacer empanadas árabes con la carne del amante, de incendiar en un "fitito" al marido hasta dejarlo carbonizado, de acuchillar a una vecina en el ascensor. Varias de ellas (la mayoría) son capaces de cocinar platos apetitosos y de introducir en ellos veneno para exterminar ratas, y para exterminar maridos sin que los médicos se percaten de la causa del deceso.

Pero este libro también habla del dolor: las asesinas han tenido a menudo sufrimientos en la infancia, o situaciones de gran desvalimiento en la vida que se sienten incapaces de resolver. Resulta significativo que algunas de ellas sean hijas de suicidas, como si el suicidio y el asesinato fueran dos caras de la misma moneda.

Otro motivo de interés de este compendio de casos extremos, es enterarse de las penas que la justicia adjudica, en un país como la Argentina, en donde existe la cadena perpetua. La única asesina del libro que mata por "eutanasia" (le pega tres tiros al marido lleno de cáncer y metástasis "para que no sufra"), es recluida en la cárcel por un montón de años. Sin embargo, una chica que esperó al ex amante seis horas debajo de la cama para rociarlo con ácido, con todo el propósito de matarlo (aunque finalmente sólo lo dejó sin lengua, sin orejas, sin pelo, sin dedos y sin genitales) estuvo seis años presa, pero al salir de la cárcel continuó sus estudios de medicina y hoy es pediatra.

La pregunta legítima que el lector puede hacerse a medida que avanza en la lectura es: ¿no es más fácil desaparecer que matar? ¿por qué no abandonar un marido aborrecido en lugar de ponerle veneno en la comida? En todo caso, el asesinato es un misterio.

A. B.

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