Elegir lentes para corregir la visión puede ser una experiencia abrumadora. Hay que tomar muchas decisiones, desde el tipo de tallado y material del cristal, y el tratamiento o recubrimiento del mismo, hasta la selección de un armazón que nos guste y se adapte a nuestras características. Conocer cada punto permitirá una compra adecuada a nuestros ojos.

Lo primero es una consulta con el médico oftalmólogo para obtener una prescripción médica. Allí, el especialista podrá determinar lo que se conoce como error de refracción, que puede ser miopía, hipermetropía, astigmatismo o, si el paciente tiene más de 40 años, presbicia. Esta instancia también es importante porque permite realizar un examen oftalmológico completo y, entre otras cosas, detectar o descartar “una de las causas más frecuentes de ceguera, que es el glaucoma”, sostuvo la médica cirujana oftalmóloga Paola Pacheco.

De hecho, se aconseja que los adultos repitan estos controles una vez al año. En la infancia, los controles visuales son obligatorios y en Uruguay se realizan a los tres, cinco y 12 años.

En cuanto a los errores de refracción, la miopía implica no ver bien de lejos, la hipermetropía es no ver bien de cerca y el astigmatismo produce una visión borrosa y distorsionada, explicó la médica. Luego de los 40 o 45 años, todos los pacientes —incluso los emétropes, es decir, aquellos que no necesitan lentes para corregir su visión— empiezan a tener dificultades en la visión de lectura, lo que se denomina presbicia.

Ya en la óptica, el primer paso es definir qué tipo de tallado requerimos. Una opción es el lente monofocal, que está diseñado para una sola distancia (cerca, lejos o intermedia). Los que se utilizan para ver de cerca también se llaman lentes de lectura o lentes de presbicia, y muchas veces los venden en free shops, librerías o farmacias. Sin embargo, comprarlos en esos lugares “solo sirve si el paciente no tiene otros errores de refracción y si el error de la presbicia es idéntico en un ojo que en el otro”, afirmó Pacheco. Y agregó: “Igualmente no es la mejor opción, porque aprovechamos la consulta oftalmológica para encontrar otras enfermedades potenciales”.

Otra opción es el bifocal, que funciona para cerca y lejos, pero está prácticamente en desuso, indicó Daniel Presa, gerente de Óptica Estela Jinchuk. “Por un lado, por un tema estético, porque tienen una línea divisoria que se nota, y por otro lado, por un tema de funcionalidad, en tanto no tiene la distancia intermedia y hoy en día con las computadoras uno es mucho más consciente de la necesidad de ese aumento”, expuso. Existe el lente trifocal, pero también es antiestético porque sigue teniendo el límite bien definido como en el bifocal.

Entonces, empezó a usarse el lente multifocal o progresivo. “Corrige todo: la visión de lejos, la intermedia y la de cerca, y no tiene líneas, sino niveles graduales donde el paciente a medida que mira hacia abajo puede enfocar de cerca”, mencionó la doctora. A su vez, Presa comentó que dentro de este tipo de lente están los ocupacionales, que funcionan para distancia cerca e intermedia.

Uno de los últimos avances en el lente multifocal es el tallado personalizado. Se trata de una tecnología digital que mide parámetros únicos para cada persona, como la curvatura o el puente del armazón, si queda más o menos separado de la cara e incluso la forma de mover los ojos y la cabeza, expresó el óptico. El objetivo es “optimizar la precisión en la visión hasta lo máximo que se pueda”, dijo.

Otro factor a tener en cuenta al elegir los cristales es el material. Hoy en día, predominan tres: orgánicos, orgánicos de alto índice y policarbonato. Éste último es aconsejable para niños porque es de alto impacto, indicó Presa. La diferencia entre los primeros dos es que el alto índice sirve para errores de refracción más severos.

Foto: Freepik.

A continuación, hay que definir qué tratamientos tendrán los cristales. Uno es el filtro UV, que protege de la radiación ultravioleta que emite el Sol y fuentes artificiales de luz, como las pantallas. “No tiene nada que ver con la coloración del lente: puede ser totalmente transparente y tener ese recubrimiento”, aclaró el óptico.

El anti reflejo es otra alternativa. Este recubrimiento mejora la calidad de la visión al permitir que más rayos de luz pasen a través del cristal. También existe un anti reflejo que bloquea la luz azul que emiten todos los dispositivos electrónicos y es dañina para los ojos.

Por su parte, Pacheco refirió al lente fotocromático que se oscurece automáticamente con la luz del sol. “Estos los solicitarán pacientes que tienen ojos secos u ojos muy sensibles a la luz y que sobre todo los utilizan al aire libre”, afirmó. A su vez, está el polarizado, un proceso que bloquea la luz que viene en sentido oblicuo (por ejemplo, la que rebota en superficies como el agua, la arena o la nieve) y está presente en los lentes de sol y en los que usan quienes hacen deportes acuáticos o en la nieve, subrayó Presa.

Aquellas personas que no necesiten lentes para corregir su visión, igualmente pueden usar cristales neutros con recubrimientos que protejan sus ojos.

Siguiente paso: la elección del armazón. Los estilos más pequeños pueden funcionar en errores de refracción leves o moderados, pero en los casos más graves Pacheco recomendó optar por monturas de mayor tamaño. De esta manera, contará con espacio suficiente para la prescripción total sin tener distorsiones, aseguró la profesional. Para reducir las distorsiones, también es clave que los cristales estén correctamente centrados en el marco de los anteojos y elegir armazones con bordes más delgados.

En cuanto al material, la doctora expresó: “Si bien las de plástico vienen en más colores, estilos y precios, las de metal resisten mucho más el uso y el abuso”. No obstante, es importante elegir una montura que nos guste, nos quede cómoda y se adapte a las características de nuestro rostro.

Además, hay materiales a base de silicona que son ideales para los niños porque “son indestructibles, hipoalergénicos, seguros y duraderos”, resaltó la doctora. Presa estuvo de acuerdo, y añadió: “Lo primero que queremos es que el niño no esté pendiente de su lente, es decir, que lo incorpore como algo natural de su diario vivir”.

Foto: Freepik.

¿Es verdad que los lentes de antes duraban más? Presa afirmó que sí, pero por una buena razón: “Ya no son los lentes de vidrio que no tenían filtros ni anti reflejo. Ha mejorado mucho la tecnología, para protegernos y ver mejor. Pero son cosas químicas que tienen su vida útil”, explicó.

El cuidado y la limpieza son importantes para alargar dicha vida útil. El óptico dio las siguientes recomendaciones: usar agua y jabón neutro (nunca limpiar en seco) y evitar el alcohol en gel u otros productos que no fueron hechos para anteojos. “Lo mismo para que no se empañen los lentes: hay microfibras que fueron diseñadas para eso”, resaltó.

En cuanto al aumento de sal en el suministro de agua de OSE, Presa dijo que aún no se sabe cómo puede impactar en los cristales, pero por las dudas aconsejó no dejar que se sequen solos: “Como cuando limpiás algún recipiente y lo dejás secando al aire libre, van quedando marcas”.

Hablando de limpieza, Pacheco hizo hincapié en la importancia de ser cuidadosos con los lentes de contacto. “Veo muchísimas infecciones por el mal uso del lente de contacto y en algunos casos, si no evolucionan bien, puede llevar a un trasplante de córnea”, expuso. En este sentido, recomendó los que son de uso diario y desaconsejó su aplicación en niños y adolescentes, a menos que tengan una patología que lo requiera.