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Morbo para chicos y grandes

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Andrea Blanqué

EL BRITÁNICO Roald Dahl es uno de los autores más leídos, traducidos, difundidos, y llevados al cine en casi todo el mundo. Excepto en Uruguay, donde no es tan conocido. Ni siquiera el cine, con sus insistentes adaptaciones, ha logrado que Roald Dahl sea aquí el mito que es en los países anglosajones. Pero no solo allí: es difícil seguir el tren a las cifras de libros vendidos, porque es un número esquivo y cambiante. Las elevadas ventas de Dahl en China, por ejemplo, hablan de lo importante que es la lectura y la buena literatura para los padres de ese hijito único que las familias chinas miman y estimulan al máximo.

Ni siquiera la aplastante difusión que ha tenido la película Matilda (1996) -tantas veces emitida por televisión-, o el film Las brujas (1990), o la sofisticada y despampanante Charlie y la fábrica de chocolate (2005) dirigida por Tim Burton y protagonizada por Johnny Depp, han logrado que el público uruguayo tome conciencia de que detrás de esas geniales ideas hay un gran escritor que miles de lectores ponen en la cima de sus preferencias.

Una encuesta realizada en 1999 entre miles de niños del mundo -de 7 a 11 años- sobre cuáles eran sus diez libros preferidos, puso a Matilda en primer lugar, aunque también aparecieron en la lista Charlie y la fábrica de chocolate y James y el melocotón gigante. Es verdad, también, que en los colegios bilingües uruguayos Roald Dahl resulta un muy buen instrumento de ayuda para maestras que intentan enseñar inglés a través de la buena literatura.

Pero lo más preocupante es el desconocimiento que existe sobre la magnitud de este escritor en su faceta para adultos. Aunque resulte una paradoja, este escritor que se hizo famoso y rico escribiendo para niños y que se codea con J.K. Rowling en el primer puesto de los más leídos, es también un creativo y brillante escritor para adultos. Su especialidad en este terreno es el cuento de humor negro, macabro, truculento y en algunos casos -Mi tío Oswald- con un fuerte componente erótico.

A menudo se ha comparado la exactitud e inteligencia de sus relatos siniestros, algunos reunidos en una antología titulada significativamente Relatos escalofriantes, con la pluma superinglesa de Agatha Christie. También se lo ha incluido en antologías de cuentos de horror donde aparecen grandes de la literatura en inglés como Poe. El maestro del suspenso y del humor negro, Alfred Hitchcock, se dio el gusto de realizar una serie televisiva para la BBC donde varios capítulos eran adaptaciones de cuentos para adultos de Roald Dahl. "La pata de cordero", por ejemplo, es ya un clásico.

VOCACIÓN DE ESCRITOR. Esta contradicción no es tal, si se lee con atención la obra para niños de Dahl, llena de denuncias sobre el egoísmo y la maldad humana, y de un humor macabro que por cierto fascina a los niños. En verdad, él no comenzó escribiendo para niños. Es más: durante muchos años de su vida ni siquiera tenía la más mínima noción de que iba a ser escritor. En los siniestros y exclusivos colegios ingleses a los que concurrió, sus profesores de Lengua lo consideraban un "negado". Aun cuando también reconoce que el único remanso en esos sádicos colegios era la posibilidad de retirar libros de la biblioteca y darse una panzada de buena literatura inglesa, asesorado por una adorable profesora de literatura.

Nacido en 1916, su vocación de escritor se despertó en 1942 cuando azarosamente, trabajando Dahl en la Agregaduría Militar de la Real Fuerza Aérea en Washington -en plena Segunda Guerra Mundial- un escritor, C. S. Forester, le pidió que le contara alguna anécdota de sus experiencias como piloto de la RAF, para escribir un cuento y publicarlo en una revista. En momentos de guerra, para los escritores resultaba un buen negocio publicar narraciones verídicas sobre hazañas y sufrimientos de los aliados.

Según cuenta Dahl en su narración autobiográfica de Historias extraordinarias, "Racha de suerte. Cómo me hice escritor", Forester y Dahl se reunieron a almorzar, y el encuentro fue verdaderamente frustrante, porque lo que Dahl contaba debía ser escrito por el otro en una libretita, mientras se les enfriaba la comida. Entonces Forester le solicitó al joven ex-piloto británico que narrara su más emocionante experiencia bélica por escrito y que él luego escribiría la narración.

Ese mismo día, Dahl se sentó desde las siete de la tarde hasta la medianoche y, sin soltar el lápiz, escribió su primer cuento, titulado "Pan Comido". En él relata su terrible accidente en el desierto de Libia, cuando piloteando un armatoste llamado Gladiator, y siguiendo indicaciones de mayores ineptos, se quedó sin combustible. Debió hacer un aterrizaje en mitad de la oscuridad, las rocas y la nada. El avión se incendió y él, con el cráneo roto, ciego y sin nariz, envuelto en llamas, logró salir y quedar desmayado hasta que lo encontraron compañeros británicos en medio del desierto. El terrible accidente, del cual le llevó seis meses recuperarse, es contado con lujo de detalles también en Volando solo, su conmovedora autobiografía. Allí narra también su reincorporación a la flota aérea inglesa y sus desesperadas acciones tratando de defender Grecia con 16 aviones Hurricane, mientras en el cielo miles de aviones alemanes bombardeaban a diestra y siniestra.

Forester quedó deslumbrado con el relato escrito por Dahl, no tocó una línea y se lo entregó a su agente. Dahl recibió mil dólares de pago y el texto fue publicado (aunque le cambiaron el título por uno patriotero). Ese mismo agente lo contrató para que continuara escribiendo para revistas.

Durante varios años, en la época que vivió en Estados Unidos (hasta 1960, en que regresó a Inglaterra) Roald Dahl se ganó la vida vendiendo relatos a diarios y revistas norteamericanas, incluida Playboy. Puede suponerse que fue allí donde desarrolló su veta morbosa, pensando en un público de hombres americanos adinerados, adictos al whisky y a las muchachas jóvenes. Pero también se metió en el mundo del cine y escribió guiones (para la película Solo se vive dos veces de la serie James Bond, por ejemplo).

DISNEY Y SPIELBERG. Su primer libro para niños no fue, a diferencia de lo que se dice, James y el melocotón gigante, sino Los Gremlins, inspirados en el folklore de los aviadores ingleses: monstruitos malignos que pululaban en las alas de los aviones, etc. Disney mostró interés en llevar a estos personajes al cine y allí Dahl, en 1943, tuvo oportunidad de codearse con aquel magnífico y arrollador equipo de dibujantes, artistas asombrosos que formaban una troupe a la que Disney dirigía con alegría y creatividad.

Finalmente no fue Disney quien llevó a cabo el proyecto, sino, muchos años más tarde, el productor Steven Spielberg (Gremlins, 1984, dir. Joe Dante). A partir de allí Dahl comenzó a desarrollar el mundo mágico de animalitos, monstruitos, seres extraños diminutos o gigantes, seguramente descendientes del productivo folklore noruego que tanto lo entretenía en las anheladas vacaciones de su infancia. En ese entonces la familia dejaba por unos meses el país de Gales para trasladarse a la tierra de los padres de Roald y su lista de hermanos: a la lejana y cercana Noruega adonde los esperaban abuelos y tías con amor y con infinitos cuentos.

Su veta de escritor para niños surgió de la propia realidad: Dahl amaba a los niños y tuvo cinco hijos. Desde que era niño, la familia Dahl pareció acosada por las enfermedades y los accidentes: una hija de Dahl murió de encefalitis a raíz del sarampión y su hijo varón Theo, sufrió un accidente de tránsito cuando pequeño, que le provocó hidrocefalia. El propio Roald tuvo que cambiarse un hueso de la cadera (que luego usó como pisapapeles el resto de su vida, en claro ejemplo de su humor negro). Dahl, junto a dos científicos, logró crear una máquina de drenaje que le permitió una recuperación asombrosa a su hijo Theo, que pudo llegar a la adultez con una vida prácticamente normal.

Las hijas de Dahl (una de ellas escritora), recuerdan con especial amor cómo su padre se introducía en el cuarto, por la noche, y se quedaba parado, con su larga y enorme figura (medía 1,96 mts.). Apoyado en la pared, dejaba volar la imaginación con relatos orales que luego se transformarían en cuentos, novelas y poemas, y que lo convertirían en el escritor para niños más importante del siglo XX. Es curioso que otro piloto aliado, Antoine de Saint-Exupéry, también escribiera el best seller para niños por antonomasia, El Principito, pero a diferencia de Dahl, el escritor francés no sobrevivió a los cazas alemanes y su única obra para niños no tuvo otras que la sucedieran.

Uno de los momentos más hermosos de su autobiografía, Volando solo, es aquel donde -luego de narrar una y otra vez cómo logró salvar el pellejo en esos avioncitos, los pequeños cazas Hurricane, mientras sus queridos compañeros iban cayendo uno a uno barridos por la avanzada fuerza aérea alemana- llega a Palestina. Allí se encuentra con un hombre de ojos azules y una barba muy larga rodeado de decenas de niños con su frescura y algarabía, un verdadero oasis en el sufrimiento de las batallas. Eran los niños judíos rescatados de las garras de los nazis y enviados a lo que más tarde sería Israel.

DE DÓNDE SALE LA CRUELDAD. La infancia de Roald Dahl está contada de manera asombrosa y amena en su libro Boy. Es un texto para adultos y niños, lleno de fotografías y papelitos manuscritos del propio autor, donde cuenta los orígenes de su familia y el devenir de su niñez. Su padre era un noruego emprendedor que montó empresas de abastecimiento de barcos primero en Francia y luego en Gales, pero cuando Roald tenía solo tres años murió víctima de una pulmonía. Su madre, Sophie, que también era noruega, estaba embarazada de siete meses y quedó a cargo de los hijos del primer matrimonio de su marido, los propios y el que tenía en la barriga. Lo normal era que hubiese retornado a Noruega a compartir la crianza de sus hijos con sus padres y hermanas. Pero quiso mantener la voluntad del difunto: el papá de Dahl consideraba que la educación inglesa era la mejor del mundo, que gracias a ella se había creado un imperio de tal magnitud y había producido la mejor literatura. Así que sus hijos se educarían en colegios ingleses.

Y allí marchó su hijo varón a aquellos caros colegios de férrea disciplina donde los maestros y los prefectos (los alumnos más avanzados), trataban a los niños con verdadero odio. Dahl refiere en Boy el tratamiento siniestro que recibían aquellos hijos de ingleses acaudalados: pegar con una vara en el traste desnudo de un niño por cualquier nimiedad era uno de los placeres predilectos de los profesores. También los prefectos trataban a los más pequeños como verdaderos esclavos. Toda la obra de Roald Dahl es producto de la profunda marca que le dejó la perversidad de aquellos adultos disfrazados de "normales" que dirigían las instituciones educativas privadas inglesas.

El odio contra los niños de algunos seres se advierte con gran nitidez en la brillante novela Las brujas, donde en una convención de mujeres maléficas se decide convertir a los niños en ratones y el protagonista de la historia, el tierno niño Luke, termina de hecho venciendo a las brujas pero convertido en ratón, contento con su nueva vida y amado por igual por su inefable abuela. En Matilda, el odio del sistema educativo por una niña inteligente, superdotada, aparece una vez más a través de una directora de escuela siniestra, pero sobre todo a través de los padres, que son un maravilloso ejemplo de cómo Dahl da palizas de ironía a seres humanos deleznables.

En Matilda, un pequeño diálogo entre la niñita y su padre resume la antinomia entre la civilización y la barbarie tecnologizada:

"-Papá -dijo- ¿no podrías comprarme algún libro?

-¿Un libro? -preguntó él-. ¿Para qué quieres un maldito libro?

-Para leer, papá.

-¿Qué demonios tiene de malo la televisión? ¡Hemos comprado un precioso televisor de doce pulgadas y ahora vienes pidiendo un libro! Te estás echando a perder, hija...".

Pero así como hay adultos malditos y monstruosos -el colmo es la pareja protagónica de Los cretinos-, adultos sádicos que abusan de su fuerza y poder y que suelen ser "mujeronas" y "hombrecillos", hay también adultos adorables, como la abuela de Las brujas, la maestra Srta. Honey de Matilda y el abuelo Joe de Charlie y la fábrica de chocolate. Después de todo, también hay niños insoportables que reciben su merecido castigo, como los cuatro niños espeluznantes que compiten con Charlie para quedarse en la fábrica de Willy Wonka.

RELATOS INESPERADOS. No es posible acceder con facilidad a la bibliografía en español de Roald Dahl para adultos, aunque sí se puede obtener la inmensa mayoría de sus obras para niños en editorial Alfaguara/Santillana.

En la colección Punto de Lectura hay una muy buena antología titulada Los mejores relatos de Roald Dahl, y Alfaguara juvenil ha seleccionado varios de sus cuentos más morbosos en Relatos escalofriantes. Sería bueno que circulara más todo el Roald Dahl que ha publicado la editorial Anagrama. En la actualidad en las librerías de Montevideo solo se consiguen dos: Historias extraordinarias y El gran cambiazo. Dahl escribió 74 relatos para adultos y todos mantienen en vilo al lector. Cuando realizó su primera antología él mismo la tituló Relatos de lo inesperado. Con este emblemático título, se define cuál es su técnica: despistar al lector y dar una sorpresa final, con abundante uso de "vueltas de tuerca", donde el avaro es estafado, el apostador se ve frustrado, el codicioso burlado y así sucesivamente.

A veces se ha acusado a Roald Dahl de misógino por los siniestros personajes femeninos que aparecen en sus historias. Sin embargo, los hombres siniestros les ganan por goleada. Un marchand adinerado se aprovecha de un indigente para obtener millones con el cuadro de un pintor famoso que el pobre hombre tiene tatuado por el artista en la espalda, en el cuento "Tatuaje". En "Placer de clérigo", un anticuario se hace pasar por un pobre clérigo que recoge trastos... y en verdad está a la búsqueda de muebles antiguos ingleses que se venden por millones en subastas. Es tan mentiroso que se disfruta enormemente el fiasco que se lleva al final. En "El último acto" un antiguo novio hace trizas a una pobre viuda que ha estado casada felizmente muchos años con un hombre normal, la antítesis de ese sádico que de un día para otro reaparece en su vida.

En "El gran cambiazo", relato erótico por excelencia, dos vecinos pretenden meterse en la cama de sus respectivas esposas en forma cruzada sin que éstas se den cuenta. Para eso se hacen confidencias y se dan clases, a fin de que las mujeres no perciban la diferencia. Sin embargo, a raíz del "cambiazo", se devela cuán egoísta y mezquino es uno de ellos en la cama. "La venganza es mía S.A." es un desopilante cuento donde un par de hermanos con poco dinero monta una empresa donde se ofrecen castigos a los periodistas y paparazzi que perturban ricos y famosos. Lo más divertido es la lista de precios: se hace una escala de castigos que va desde romper la nariz hasta poner una serpiente venenosa en el auto del periodista. En "Hombre del Sur" un ludópata ofrece una apuesta: un gran Cadillac a cambio de cortarle el dedo al que pierda, en este caso un pobre chico que lo único que hacía era intentar encenderle el cigarrillo al cliente de un hotel. En "El sibarita" un charlatán queda en evidencia cuando apuesta (y aparentemente acierta) sobre la fecha exacta de la cosecha del vino de lujo que hay en la mesa. El premio de la apuesta es la mano de la hija del millonario que ofrece la cena. Pero finalmente salta la trampa.

Los casos de hombres siniestros, mentirosos, alcohólicos, malos amantes, apostadores, estafadores, crueles e hipócritas inundan los cuentos de Roald Dahl. Pero lo que sucede es que algunos de sus mejores cuentos están protagonizados por patéticas mujeres.

El más famoso de ellos, llevado a la televisión por Hitchcock, es "La señora Bixby y el abrigo del coronel", una muestra de ingenio inglés y de humor negro, que además hace ver los vicios de la sociedad norteamericana encarnados en un abrigo de visón. Por cierto, Roald Dahl, que fue muy prolífico en los años 50 y 60, advirtió en los abrigos de piel que usaba Marilyn Monroe el símbolo perfecto para una sociedad decadente y materialista donde la apariencia lo es todo. La mujerona de este cuento, infiel y codiciosa, termina estafada por el marido, un hombrecillo dentista que la envuelve con palabras pedantes y que logra arrebatarle el abrigo de 6.000 dólares que le ha regalado el coronel (el amante), para obsequiárselo a su joven secretaria. Hay dos momentos memorables que son el summun del humor negro: la descripción de la casa de empeño, en cuyas estanterías hay hasta dentaduras postizas, y la estola de visón sarnosa hecha por dos animalitos que meten el morro en el trasero del otro, y que el Sr. Bixby permuta por el abrigo para que su horrenda esposa se la coloque en el cuello.

Otro genial cuento en donde la mujer es el personaje más oscuro, es el espeluznante "Cordero asado", donde una esposa que va a ser abandonada por su marido lo mata con un golpe en la cabeza con una pata de cordero que acaba de sacar del freezer. Cuando la policía llega a investigar con qué se ejecutó al muerto, les da de cenar amablemente la pata de cordero jugosa y asada en el horno.

Para terminar la lista de mujeres siniestras, no es posible olvidar el cuento "La patrona", con la propietaria de una posada con muy pocos huéspedes: los elige bien, los mata y los embalsama.

Roald Dahl es un maestro del humor negro, esa peculiar manera de reírse del ser humano y su montaña de defectos, de su fealdad moral, de la sociedad equivocada a la que llevan estos defectos. Aunque a veces también sabe ser tierno y perdonar las barbaridades humanas: los cuentos relativos a Mi tío Oswald, muestran un Roald Dahl sonriente que imagina un Casanova sin límites para quien nada está prohibido. Por ejemplo, es capaz de empecinarse en un perfume que ponga a los hombres en exasperado celo.

Pero también utiliza el humor negro con los niños. Sabía, como padre relator de historias, que nunca los niños escuchan un cuento con más atención como cuando tiene partes crueles y escatológicas. Memorable es el libro de poemas Cuentos en verso para niños perversos, donde subvierte los cuentos de hadas más famosos para hacernos reír a padres y a hijos leyendo en voz alta a carcajadas.

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