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El estreno que tardó 70 años

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Cuando las tropas británicas entraron al campo de concentración de Bergen-Belsen, sobrevivían sesenta mil prisioneros; su estado era tal que diez mil murieron a las pocas semanas. Un grupo de soldados, camarógrafos filmaron las semanas previas y posteriores a la liberación.

Cuando las tropas británicas entraron al campo de concentración de Bergen-Belsen, sobrevivían sesenta mil prisioneros; su estado era tal que diez mil murieron a las pocas semanas. Un grupo de soldados, camarógrafos filmaron las semanas previas y posteriores a la liberación.

Así nació el proyecto anglo norteamericano F3080, un documental, con un equipo de excepción dirigido por Sidney Bernstein, productor de notable prestigio. Los editores serían Stewart McAllister y Peter Tanner, los guionistas, Colin Wills y Richard Crossman: Para dirigirlo Bernstein llamó a su amigo Alfred Hitchcock, luego se dirigió a Bergen-Belsen y dio instrucciones precisas de lo que pretendía como imágenes. En ese momento Hitchcock estaba terminando Cuéntame tu vida y preparando Tuyo es mi corazón. Desembarcó en Inglaterra el 8 de mayo de 1945. El día anterior, a las 02:41 de la mañana, Alemania se había rendido y los estadounidenses que pretendían un film rápido y propagandístico, se retiraron del proyecto, encargando otro a Billy Wilder. El resultado fue un documental de 22 minutos llamado Los molinos de muerte cuyo único asunto era una enfática acusación a los alemanes. Se exhibió en enero de 1946, presentada como un gran estreno en Würzburg, ante unas 500 personas de las que al final sólo quedaron 75 en sala. “Los alemanes no podían lidiar con eso, -reconoció el gran director austríaco-- la gente se iba de las proyecciones o cerraba los ojos. No querían verlo.” Tuvo que reconocer que su función reeducadora fue nula.

Mientras, los británicos siguieron adelante. En los artículos y libros que refieren este proceso se repite la leyenda de que Hitchcock, el rey de las películas de paraban los pelos de punta, se sintió completamente abrumado por las imágenes y desapareció de los estudios Pinewood durante una semana. En todo caso es un chisme estúpido. Lo cierto es que Hitchcock regresó al Hotel Claridge de Londres y se puso a trabajar. Bernstein lo recuerda caminando en su suite diciendo “¿Cómo podemos hacer esto convincente?” se sentaba frente a su máquina de escribir, anotaba algo, volvía a caminar. “¿Cómo podemos hacer esto convincente?” Trabajó dos meses en el F3080.

Era necesario hacer las tomas tan largas, como fuera posible, utilizar tomas panorámicas, mostrar dignatarios conocidos junto a los cadáveres, de modo que no se pudiera sugerir que hubiese truco alguno. Era necesario mostrar el contraste entre la vida normal de los alemanes que vivían cerca de los Campos y la pesadilla por dentro, dejarlo claro con la ayuda de mapas que destacaran lo cerca que estaban unos de otros.

También usó los comentarios escritos que los camarógrafos adjuntaban a los rollos. Uno anotó: “es increíble lo rápido que esa pobre gente que fue reducida a un estatus casi animal, volvió a ser humana otra vez. Es interesante observar, que tan pronto como las primeras necesidades primitivas de comida, descanso y calidez, se cumplieron, los pacientes, en particular las mujeres, fueron inmediatamente a buscar ropa a los gritos. La ropa se convirtió en una necesidad médica, un poderoso tónico contra la apatía peligrosa de los más débiles.” Todo estaba filmado.

Supervisados por Hitchcock y Bernstein, Crossman y Wills lograron un guión “ni sensacionalista ni pretencioso pero que, con un sarcasmo demoledor, responde a la economía del lenguaje que se pretendía. De hecho, en las secuencias más insoportables, el narrador calla y sólo queda la imagen acerca a lo indecible,” comenta Toby Haggith, historiador y Curador Sénior del Museo Imperial de la Guerra.

El 29 de septiembre de 1945 mostraron un primer corte a las autoridades. Fue el fin del proyecto F3080. Los seis rollos del copión, junto con el guión completo, listas de tomas, notas de camarógrafos y cien horas del total del material filmado, fueron etiquetadas y archivadas.

La lógica política había cambiado. Al principio había apuro para exhibirlo, pero a fines de 1945, la necesidad de restregarles en las narices su culpa a los alemanes no ayudaba al nuevo mapa político. En los inicios de la Guerra Fría, Alemania se veía ahora como un aliado potencial, era mejor olvidar. “De todas las satisfacciones, la venganza es la más costosa y lenta; la persecución retributiva, la más perniciosa”, se justificó Churchill.

Por otro lado, los judíos sobrevivientes se habían convertido en un problema político y social para Gran Bretaña y sus aliados occidentales. Se temía que el film provocara una fuerte simpatía de parte de la persona promedio por los sobrevivientes y movilizarse para acogerlos en el país o apoyar sus proyecto de crear el Estado de Israel en la Palestina administrada por Gran Bretaña.

El material durmió hasta los 80, cuando un grupo de investigadores con materiales del copión, armó un documental llamado “Memoria de los campos”. Fue exhibida en versión reducida y con una calidad pobre. Recién con la llegada de los sistemas digitales, a partir de los rollos originales y luego de varios años de trabajo se pudo reconstruir totalmente. Recibió el austero título de “Estudio documentado de los campos de concentración alemanes”. En febrero de 2014 se estrenó en el festival de Berlín, pero la excesiva prudencia del Museo Imperial de la Guerra no ha permitido una difusión a la altura de su calidad. Este 6 de enero se estrenó en New York en un cine de arte y ensayo. Está disponible, sí, Night Will Fall (2014) de André Singer, otro documental que utiliza materiales del film original y cuya visión me ha servido de fuente.

Según Haggith, “Estudio documentado de los campos de concentración alemanes” no trata solo de la aberración del crimen sino de la recuperación y la resiliencia: “No podemos evitar que el film sea increíblemente irritante e incómodo, pero podemos ayudar a la gente a entender por qué se lo presenta de esta manera [...] Más que terminar de verla con un sentimiento de profunda depresión, hay elementos de esperanza que impiden quedar totalmente abrumado.”

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Luciano Álvarez

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