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Elecciones en Uruguay (II)

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En nuestra nota del lunes anterior, escribimos que la aparición de un partido nuevo como el Frente Amplio que mantuvo hasta el 2009 y la originalidad de Mujica como candidato, fueron factores decisivos para asegurar la victoria electoral de la coalición.

También dijimos que estos elementos ya no operarán en los próximos comicios que se celebrarán sobre una base conocida. Por más que el factor más importante de la última elección fue sin duda el ascenso de un guerrillero consecuente, uno de los conductores del movimiento armado tupamaro que modificó para siempre la historia uruguaya, signada hasta ese momento por el respeto a la democracia -apenas magullada por los sucesos de 1933- lo que auguraba cambios de importancia.

Hoy las cosas, miradas desde la oposición, son distintas, en tanto su potencial no es el de un partido político unitario, y por tanto difícilmente amenacen el triunfo frentista; sumado al hecho de que la parte nacionalista de los desafiantes responde al

En nuestra nota del lunes anterior, escribimos que la aparición de un partido nuevo como el Frente Amplio que mantuvo hasta el 2009 y la originalidad de Mujica como candidato, fueron factores decisivos para asegurar la victoria electoral de la coalición.

También dijimos que estos elementos ya no operarán en los próximos comicios que se celebrarán sobre una base conocida. Por más que el factor más importante de la última elección fue sin duda el ascenso de un guerrillero consecuente, uno de los conductores del movimiento armado tupamaro que modificó para siempre la historia uruguaya, signada hasta ese momento por el respeto a la democracia -apenas magullada por los sucesos de 1933- lo que auguraba cambios de importancia.

Hoy las cosas, miradas desde la oposición, son distintas, en tanto su potencial no es el de un partido político unitario, y por tanto difícilmente amenacen el triunfo frentista; sumado al hecho de que la parte nacionalista de los desafiantes responde al centro izquierda, mientras sus rivales colorados también cuentan con un sector de la misma orientación, por lo que gane quien gane no es de esperar cambios doctrinales trascendentales. Salvo en el aspecto personal.

Ello unido a que si bien la izquierda, como entidad ideológica independiente, nunca alcanzó el triunfo en Uruguay, su gobierno no resultó en la práctica muy diferente a la política desarrollada oportunamente por los sectores batllistas de vieja y reiterada hegemonía. Aún cuando en la presente ocasión electoral también se dispute la mayoría parlamentaria. Mayoría con la que el Frente ha contado desde hace casi diez años, permitiéndole un gobierno de indudable comodidad procedimental, recién ahora en peligro, lo que destaca su gran importancia, más allá de la relevancia que sin duda tiene el partido del futuro presidente.

En cualquier caso y vale insistir en el punto, ya se ha alejado definitivamente la posibilidad de que nuestra población lea el eventual triunfo frentista como si éste supusiera un mágico gobierno de los dioses. Actualmente las ilusiones se han moderado y en el mejor de los casos solo autorizan a más de lo mismo.

Casi una década de administración frentista, en sus dos versiones, nos sitúan en el campo de la dura realidad. Incluso si se repitiera una coyuntura económica internacional favorable, que reiterara los dos períodos de relativa bonanza transcurridos desde 2005, deberíamos tener presente que los delitos y desarreglos (caso Pluna) cometidos durante el período supusieron una grave pérdida para el Estado en su conjunto. No porque conllevaran utilidades para los implicados, sino porque repitieron faltas cometidas en los anteriores gobiernos. Ello sin perjuicio de la comisión directa de fraudes en beneficio de los administradores como los cometidos en Casinos.

Todavía más lejos se encuentra la posibilidad del surgimiento del hombre nuevo como aún se soñaba en los momentos previos al triunfo de la izquierda guerrillera. El tiempo transcurrido ha mostrado que los frentistas, en cualquiera de sus presentaciones son apenas individuos enfrentados a la dura administración de un Estado moderno -plagado de violencia y no de solidaridad socialista- y que la posibilidad de una nueva y diferente humanidad y un Estado de abundancia como auguraba el marxismo, es sólo un sueño de los tantos que alumbró la izquierda, sin ningún sustento en la realidad. Esta vez será una elección sin mitos.

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Hebert Gatto

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Hebert Gatto

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