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Pronósticos y certezas

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Esta campaña electoral no fue light. Es cierto que Vázquez no debatió. Pero todo aquel que quiso pudo informarse por distintas vías de las propuestas de todos los candidatos y partidos. A esta altura se puede hacer algún pronóstico electoral y se puede fijar alguna certeza de futuro.

Esta campaña electoral no fue light. Es cierto que Vázquez no debatió. Pero todo aquel que quiso pudo informarse por distintas vías de las propuestas de todos los candidatos y partidos. A esta altura se puede hacer algún pronóstico electoral y se puede fijar alguna certeza de futuro.

Es claro que habrá balotaje presidencial entre Vázquez y Lacalle Pou y que el Frente Amplio (FA) no tendrá mayoría absoluta en el Parlamento. Seguramente, la configuración de fuerzas electorales hará que FA y Partido Independiente no alcancen, en suma matemática, la mayoría absoluta en diputados. Es más probable que eso sí ocurra con la suma de diputados blancos y colorados. Aquí, la clave es entender que el Partido Colorado va a recibir bastante más que el menguado 13% que le han otorgado las encuestas en estos meses, y que lo más probable es que supere su votación de 2009. También a los blancos les irá mejor que en 2009; pero no por ello estarán cerca de su techo de 1989.

La certeza que parece querer enviar el pueblo a sus representantes es que les dará instrumentos para poder gobernar bien, siempre que lleguen a acuerdos previos entre partidos distintos. Es la forma que siempre hemos tenido de limitar el poder del gobernante. Así las cosas, no habrá un escenario de empate político. La configuración será parecida a la elección de octubre previa al balotaje de 1999. Incluso, como aquella vez, con un Vázquez que habrá opacado la posibilidad de un diálogo interpartidario creíble por causa de una campaña muy dura hacia el resto de los partidos.

Porque esa es otra certeza de campaña: hartaron los excesos frenteamplistas y su talante de superioridad moral. El gran error de la izquierda, que la hace andar a los tumbos, es creer que los triunfos de 2004 y 2009 implicaron que el pueblo se había hecho mayoritariamente frenteamplista, y que había pasado a comulgar con una tradición sectaria que desprecia a los demás partidos. En realidad, el FA ganó con votos prestados que sintonizaron con cierta moderación y apertura de la izquierda en esos años, pero que no perdieron, nunca, su talante liberal y tolerante heredado del viejo Uruguay. Esta vez, a pesar de la bonanza, el uruguayo medio sancionará esa soberbia frenteamplista quitándole la mayoría absoluta. Obligándolo a negociar, de verdad, si quiere luego ganar el balotaje.

Aquí está el último pronóstico- certeza: en este esquema de octubre, el balotaje será el verdadero desafío para los dos. Para Lacalle Pou, porque será el escenario en el que tendrá que probar su carácter por la positiva alcanzando acuerdos sólidos que le aseguren gobernabilidad. Para Vázquez, porque si mantiene su rigidez y desprecio perderá la elección. Sobre todo si su polo de izquierda moderada se hunde y solo queda la hegemonía interna del grupo de los ocho.

No hay incertidumbre sustancial previa a las elecciones. Por el contrario, ya todos gobernaron; nadie plantea locuras; y los partidos tradicionales se renovaron. Nadie podrá conducir una oposición desmelenada sin pagar serios costos políticos. Nadie podrá gobernar sin incluir al adversario. Hay sustento económico y generacional para emprender un tiempo nuevo. Hay acuerdo, incluso, en cuáles son las prioridades.

Solo falta que se verifique todo este plausible escenario. Y luego, con un país políticamente distinto, definiremos qué líder es mejor para esta nueva etapa.

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Francisco Faig

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