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La espía soviética que operó dos décadas desde Uruguay

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Recuerdo: la tumba de la espía en el actual territorio de Rusia. Foto: Gentileza Raúl Vallarino

Libro recorre gran parte de la lucha entre potencias durante la Guerra Fría

Durante las décadas de 1950 y 1960 una espía de la Unión Soviética recorría las calles de Montevideo con total tranquilidad. Vivió en pleno centro de la ciudad, se casó con un escritor, tenía una pequeña industria, y luego una casa de antigüedades en la Ciudad Vieja, y frecuentaba distintos círculos sociales y culturales. Nunca fue detectada.

El escritor Raúl Vallarino acaba de publicar una edición ampliada de "Mi nombre es Patria", una novela que narra la historia de África de las Heras, una española que trabajó para el KGB, la agencia de inteligencia soviética. Fue una de las cinco mujeres en recibir el grado de coronel por sus servicios en el exterior.

El autor asegura que se entrevistó con espías retirados para ampliar la información que había publicado en 2006. Ahora cuenta detalles sobre su participación en operaciones en Ucrania, España, México, Estados Unidos y Uruguay.

La espía falleció en 1988 y en su tumba figura con destaque la palabra "Patria", su nombre secreto. Recibió ocho medallas a lo largo de su vida, algo impresionante para alguien en su condición.

Vallarino aceptó recorrer con El País algunos de los sitios en los que la mujer vivió en Montevideo. El primero de ellos fue el edificio Rex, situado en 18 de Julio y Julio Herrera y Obes, lugar donde funcionó el Cine Gran Rex.

Allí la espía, que en Montevideo se hacía llamar María Luisa de las Heras, vivió con el escritor Felisberto Hernández, en el piso superior del edificio. El lugar ofrece una excelente visual hacia la principal avenida montevideana.

La novela de Vallarino explica que aquella pareja comenzó a formarse en ocasión de una conferencia que el escritor ofreció en el anfiteatro Richelieu de La Sorbona, en París. Era el mes de abril del año 1948.

Al parecer, la mujer tenía la misión de "enamorar" a algún hombre de origen latinoamericano para radicarse en su país. La condición de anticomunista de Felisberto y sus relaciones sociales por su condición de artista eran "valiosísimas" para el plan del KGB, según Vallarino.

En febrero de 1949 el escritor y la espía, que se hacía pasar como modista de alta costura, fijaron residencia en 18 de Julio al 1006, esquina Julio Herrera y Obes. A ese lugar llegó el primer telegrama, enviado desde París, que le ordenaba tomar contacto con la embajada soviética en Montevideo.

En los primeros tiempos la mujer se dedicó a regularizar su documentación y comenzó a mostrar sus virtudes como modista de alta costura gracias a los contactos de su marido.

En ese entonces tenía 39 años y ya contaba con dos décadas al servicio de la URSS en distintos frentes, entre ellos como guerrillera con la resistencia francesa contra los nazis.

Prosperidad.

Poco tiempo después el matrimonio arrendó un apartamento en la calle Colonia 876. En ese lugar la espía montó su taller de costura y hasta contrató personal. En la actualidad el apartamento está destrozado (ver foto). Nadie en el barrio sabe que allí hubo un taller de costura y menos que perteneció a una espía y un escritor renombrado.

En la fría tarde del lunes pasado un hombre en situación calle estaba sentado sobre un colchón a pocos metros de la puerta de aquel taller.

Tiempo después la pareja se mudaría a una casa de Pocitos, localizada en Brito del Pino 829. En ese lugar comenzó el principio del fin de la pareja. Llegó un momento en que la mujer no soportó más la relación y pidió permiso a Moscú para divorciarse del escritor.

De acuerdo a la investigación de Vallarino, el contacto de la espía con sus mandos se producía en la propia embajada de la URSS, donde en la actualidad funciona la delegación rusa. Llegaba hasta la calle Ellauri y entraba por una entrada lateral (ver fotografía). Allí la recibía el agregado cultural de la embajada que en realidad era un alto mando del KGB. En el lugar se mantiene el viejo portón negro por el que ingresaba "Patria".

En 1951, el matrimonio era historia. La espía entró en contacto con un agente que se movía en Buenos Aires.

Luego siguió su camino con otro "camarada" italiano, conocido en el KGB como "Marko", con quien se estableció en una casa ubicada en Pocitos en la calle Williman 551, donde instalaron un complejo sistema de comunicaciones, algo en lo que Patria se había especializado durante varios años.

Base operativa.

De hecho, la mujer logró desarrollar en ese sitio un novedoso sistema de comunicación entre Montevideo y Moscú que no se podía descifrar si caía en manos enemigas. Por ese motivo, la capital uruguaya se volvió el centro del tráfico comunicacional entre América Latina y la Unión Soviética, dijo Vallarino.

También instalaron un laboratorio para revelar fotografías. Contaban con un sistema de seguridad que incluía a cuatro feroces perros. La memoria del barrio no registra su presencia.

La pareja se casó en 1956, con autorización de Moscú. Él abrió una casa de antigüedades en Bartolomé Mitre 1437 con el nombre de Anti-Quariat.

Pasados 60 años, en aquella dirección hay un quiosco. Nadie recuerda al italiano y su casa de antigüedades. La vendedora sabe que hace algunos años hubo una imprenta pero no mucho más. Por ese lugar pasaron espías y hasta se produjeron operaciones para captar nuevos integrantes uruguayos para el KGB.

El matrimonio de espías remitía información sobre Uruguay y la región al tiempo que buscaba neutralizar las operaciones de la CIA. En el año 1964 la pareja atravesaba dificultades. Patria pasó a tener más poder en el KGB y Marko se quejó. Terminó muerto y enterrado en el cementerio del Norte.

EXPERTA EN EXTORSIÓN.

Heroína del espionaje soviético.

La figura de "Patria" es una leyenda para el espionaje soviético y el KGB. De hecho, parte de los documentos personales de África de las Heras fueron instalados en el Museo del Espionaje de Moscú. Por otro lado, su tumba fue remodelada y cuenta con distintivos oficiales. Su enorme capacidad para la acción directa y su habilidad para desarrollar las tareas más complejas le valieron ocho medallas y el grado de coronel, una distinción a la que accedieron cinco mujeres de su condición. En el libro sus antiguos compañeros espías recordaron que llegó a ejecutar a un "camarada" por orden superior. También destacan que siendo muy joven actuó como secretaria infiltrada de León Trotski, en Coyoacán, México, asesinado en 1940.

Datos con métodos salvajes.

En el libro de Vallarino se narra con lujo de detalles los métodos que utilizaba África de las Heras para reclutar informantes. Uno de esos casos tiene como centro a un funcionario público que se desempeñaba en un puesto clave para la seguridad de un evento internacional.

La espía se enteró que una hija del hombre estaba enferma y necesitaba dinero para ser operada. La mujer dispuso de esa cifra y el funcionario le entregó los datos.

En otra ocasión, un político de renombre fue fotografiado manteniendo relaciones sexuales con un agente del KGB especialmente traído desde el exterior con esa misión. Desde ese momento, el político extorsionado entregó una enorme cantidad de datos al KGB, lo que permitió a los soviéticos saber antes que la CIA las decisiones del gobierno uruguayo.

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Recuerdo: la tumba de la espía en el actual territorio de Rusia. Foto: Gentileza Raúl Vallarino

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