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"Si los votos no pesaran tanto para Kirchner no habría conflicto binacional"

| Víctor Hugo Morales es el candidato con más nominaciones y premios de los Martín Fierros, pero cuando se dio cuenta cómo se jugaba el partido, nunca más recogió un galardón. Con esa sinceridad, dice que las elecciones en Argentina, el lío papelero no existiría. De Kirchner, asegura que siente rechazo por los que acumulan poder y no reparan en nada para lograrlo.

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Ignacio Quartino

No tiene celular ni tiempo, pero siempre cumple con los compromisos. Evita dejar cosas pendientes. Cuenta que las llamadas a su teléfono móvil lo saturaron al punto que tuvo que dejar de usarlo.

No tiene pensado cambiar su vertiginoso ritmo de vida. Está a gusto con su agenda plagada de actividades y trabajos en radio, prensa escrita y televisión. Tampoco tiene planes de retornar a Uruguay, porque hubo circunstancias que lo limitaron a quedarse en Buenos Aires.

No tiene afinidad con el periodismo oficialista: le "asquea". Sensaciones similares le provoca el establishment deportivo que impera en los medios a ambas márgenes del Plata, pese a convivir con él a diario. Quisieron callarlo, pero su célebre "ta-ta-ta" sigue vigente como el primer día en radio Continental.

No tiene problemas de hablar de política, ni de Kirchner ni de Vázquez e incluso es capaz de plantear, con fundamentos, soluciones para superar el conflicto de las plantas de celulosa al que califica de "desagradable".

No tiene la costumbre de esquivar el bulto a lo que le preguntan. Si no, no sería Víctor Hugo Morales. Por eso, el periodista uruguayo radicado en Argentina habló con DS y desmenuzó la realidad que une y separa a dos países, divididos por un río.

—Por un momento coqueteó con la idea de retornar a Uruguay, ¿qué cosas fueron postergando su regreso?

—En el año 1999 estuve a punto de concretar la idea de vivir con un pie en cada país, hasta que la situación se definiera por sí sola. Tenía el programa Martini Pregunta y había más ofertas. Creo que la polarización tremenda de aquellas elecciones, que yo participara de la campaña del Frente, lo impidió. De pronto me había quedado sin nada en Uruguay. Salvo Daniel Scheck, la gente en condiciones de contratarme me rechazó y perdí mucho dinero y oportunidades. Fue muy triste y puso límites a mis sueños.

—¿Siente que los uruguayos reconocen sus logros profesionales?

—Creo que mucha gente se olvidó de mi y una gran parte de los jóvenes tiene un recuerdo muy acotado. Y sé que hay una importante valoración de muchas personas, más que por lo hecho en Argentina, por los que aprecian mis valores.

—¿Por qué nunca fue a buscar los premios Martín Fierro, pese a haber ganado tantos?

—Si naciera de nuevo, nunca recibiría un premio. No creo en ellos, en su valor ni justicia. Pero fui alguna vez, y cuando lo hice no supe que estaba traicionando un punto de vista muy fuerte que desarrollé más tarde. Es extraño: he sido el más nominado en la historia de ese premio, y fui solo al principio, hasta que advertí cómo se hacían las cosas por entonces, el tipo de reparto. No fui más. Y sólo me da pena por muchos colegas del mundo del espectáculo que sé que luchan por ganar credibilidad y lo hacen de buena fe. Pero cuando dejás de creer... Además, francamente me cuesta aceptar el nivel de exposición que esos temas imponen. Este año se cansaron y me dieron el beneficio de ignorarme.

—Trabaja en radio, conduce varios programas de televisión, escribe en medios gráficos y digitales de Argentina y Uruguay, ¿cómo se organiza para realizar tantas actividades?

—Soy puntual, me concentro en no regalar tiempo a personas o hechos sociales que no me interesan. Igualmente, hasta mi propia familia se sorprende de esa extraña energía que me permite ver, por lo menos, un espectáculo por día, leer, informarme, hacer deportes y tener varios trabajos, que me gustan, me hacen feliz, más allá de los líos en los que siempre estoy, por no ser un hombre políticamente correcto y algo contestatario. Hay 18 horas para aprovecharlas, cada día, y lo hago. Pienso que no son pocas para nadie, que pueda agradecer a Dios, salud física y espiritual.

—¿Qué cosas le gusta de vivir en Argentina y qué no?

—La oferta cultural es extraordinaria, apabullante, y yo definí los rumbos de mi vida en una gran hambruna por mejorarme y disfrutar. Soy además bicho de ciudad grande, tumultuosa. Me gustan los teatros, los kioscos, las luces, los restaurantes. Siempre que viajo por decisión propia elijo grandes capitales. Prefiero antes que el mar o la montaña estar en una galería de arte y ver cuadros, reflejados por los artistas. Me seducen los edificios, la actividad del hombre, y soy pasivo frente a la naturaleza. Lo que se dice un bicho raro.

Lo que no me gusta de Buenos Aires, contradictoriamente, es su abandono del río. Porque de Montevideo lo que más extraño es, además del Prado y la calle Zelmar Michelini, mi vieja Cuareim de tantos hechos felices (trabajó muchos años primero en Mundocolor y después en el diario El País, en donde ahora es columnista deportivo), esa convivencia única de la belleza arquitectónica de nuestra costa con el río. Ahí Montevideo tira.

—¿Siente miedo de vivir en Argentina? ¿Ha sentido temor de los secuestros?

—Sí. No es una ciudad segura. La transitan demasiadas víctimas del genocidio neoliberal de los ’90 y están enojados. Se ha robado la ilusión, el alma y el futuro a millones de personas, y no todos son pacíficos. Y le tengo miedo a los secuestros, muchísimo, claro que no a mi, sino a mis seres queridos.

—¿Cómo ve el gobierno del presidente Néstor Kirchner?

—Ha hecho un trabajo interesante en el tema de los derechos humanos. Pero siento un inevitable rechazo por los que viven acumulando poder y no reparan en nada para lograrlo. Esa actitud del hombre en general me resulta patética. Si los votos no fueran tan preocupantes, por citar un ejemplo, lo de las papeleras estaría resuelto favorablemente para el Uruguay. También es verdad que como periodista siempre soy opositor. Si estuviera en Uruguay, seguramente me comportaría de la misma manera. El periodismo oficialista me asquea. Los gobiernos son los actores, los periodistas los fiscales y el pueblo, el juez.

—¿Y el de su par uruguayo Tabaré Vázquez? ¿Colmó sus expectativas, ya que lo votó?

—Tabaré va bien, pero lo veo de lejos, no estoy en el día a día. Temí por lo que pasó en Chile con Kirchner, pero creo que enderezó el barco de nuevo. Es un gran hombre, veremos con el tiempo si es un gran presidente.

—¿Cuál es su postura con respecto al conflicto de las papeleras?

—Creo en los científicos argentinos que he leído como el presidente del Inti Enrique Martínez y tantos otros, que aseguran que las plantas bien controladas pueden reducir al mínimo el impacto. Creo en el gobierno y en el apoyo de los opositores. Y creo finalmente en el monitoreo conjunto, o en un arbitraje que se haga mientras no se detenga la construcción de las papeleras.

—¿Qué le produce a usted este conflicto, estando tan unido sentimentalmente a los dos países?

—Prudencia en el manejo de los medios que no me pertenecen. En tal caso conduzco el debate de las ideas sin precisar demasiado las mías, aunque quizás se han notado porque he tenido muchos llamados muy hirientes. En cambio cuando otros periodistas requieren mi opinión, la entrego sin privarme de decir una sola de mis ideas. Escribí una nota en el diario La Nación (el pasado 9 de abril) que por la repercusión, me generó la gran alegría de apreciar cuántos argentinos compartieron mis puntos de vista. Por lo demás, lo único que soy en la vida es lo que tengo dentro de mi piel. No me recuerdo acomodándome jamás a lo que me conviene. Digo lo que pienso, o al menos, no digo lo que no pienso.

—Desde que el Frente Amplio llegó al poder siempre hubo afinidad con el gobierno de Néstor Kirchner, ¿por qué cree que no se ponen de acuerdo aún cuando tienen ideologías tan similares?

—Al gobierno argentino le surgió un problema con el que ni soñó en Gualeguaychú. No puede darle la espalda sin buenos argumentos. La gente está muy sensibilizada y el riesgo político es grande. Por eso y por una gestión tardía, se fue quedando sin demasiado espacio para maniobrar. Ahí es donde se produce el quiebre que espero no sea definitivo.

—¿Sabe lo que representa la inversión de Botnia y Ence en Uruguay?

—Las inversiones bien controladas, sin corrupción, son una necesidad de todos los países como el nuestro. Por eso duele que una vez que "echamos una buena", haya un conflicto tan desagradable.

—¿Qué haría usted para destrabar la situación?

— A. Uruguay sigue con las plantas, Entre Ríos con los cortes, cada cual en lo suyo, y protestan en La Haya o en el Congo por lo que creen que el otro hace mal.

B. Si no se ponen de acuerdo para una acción conjunta de monitoreo, los dos presidentes se dan la mano en el medio del Río, por decir un lugar, y se comprometen a respetar el fallo internacional de los ambientalistas más importantes que se consigan. Si el fallo es contra Uruguay y no tenemos razón, las plantas serán galpones para los troncos, aunque esté todo listo para ponerlas en marcha. Si pierde la Argentina, le paga al Uruguay por los perjuicios ocasionados.

"EL PERIODISMO DEPORTIVO ES POBRE E INDIFERENTE EN AMBAS MÁRGENES"

w Llegado el momento de hablar de fútbol (como lo hace en su programa de cable), es inevitable preguntarle a Víctor Hugo su parecer sobre la realidad del periodismo deportivo —tanto argentino como uruguayo— que, según su opinión, la mayoría está alineado con empresas que traicionaron su esencia hasta transformarlo en un juego, pero de intereses.

Su trayectoria elude a los prejuicios que existen en torno al periodista deportivo medio. Y desde su lugar, "fuera de la línea", comunica su verdad. Una verdad que en Argentina lo erige como uno de los profesionales más reconocidos del medio sin necesidad de renunciar a sus ideales.

—¿Qué le gusta más el periodismo deportivo o el de información general?

—La información general. Me importa el mundo, la vida, la cultura, las luchas del hombre, y el deporte, claro.

—¿Qué le parece el periodismo deportivo uruguayo?

—Cualquier juicio negativo provocará la impresión de que yo me considero del otro lado de la línea. Pero como no me gusta eludir preguntas, digo que mundialmente es pobre, indiferente no sólo a otros asuntos sino también a otros deportes que no sean el masivo de su país. Con no pocas excepciones valiosas en todas partes.

—¿Qué diferencias encuentra con el "establishment" argentino?

—Quizás era la respuesta de la pregunta anterior. Creo que vale para los dos países: las empresas se ataron en los últimos años, a intereses que traicionan su esencia, y generaron monopolios que por su propia naturaleza, aún en manos de buenas personas, son perversos, voraces, insaciables y para ello necesitan ser dueños de toda opinión. En la Argentina una parte del periodismo se quedó con el fútbol, lo robó de una manera escandalosa, gracias a la complicidad, corrupción o ineficiencia de los dirigentes, y quienes deberían estar presos, dictan cátedra de ética en los títulos de sus diarios.

—¿Por qué Uruguay no estará en el Mundial?

—No es más una potencia. Gana si le toca en el vaivén del azar del fútbol, su componente inefable.

—¿Qué le parece Tabárez como técnico?

—Excelente. Debe poner su cabeza y su corazón, afuera de todos los intereses. Estar más dispuesto al fracaso que a la protección de intereses que no sean los del equipo nacional. Es de los pocos que puede reducir la influencia del azar.

—Recuerdo hace un par de meses su sorpresa cuando se enteró en la radio que Peñarol había perdido 7 a 2 con Danubio. ¿Está al tanto de la realidad que vive el club aurinegro y las razones que lo llevaron a eso ?

—No es que quiera esquivar el bulto, pero con fragmentos de la realidad no puedo decir algo que sea consistente. Me da la impresión de que la pobreza general del fútbol lo arrastra y que, con jugadores muy distintos a los de otrora, siente el peso terrible de la camiseta y la historia. Debe ser muy duro para sus jugadores, ser como los demás, y tener que salir a la cancha a ser Peñarol.

—¿Qué juicio le merece Maradona en su nuevo rol de "showman" y comentarista televisivo?

—Miro tan poco televisión, que no lo vi, salvo algunos fragmentos que pasábamos en mi programa. Lo hizo bastante bien, diría que muy bien para ser la primera vez. Y para Diego es mejor que meterse en el "ganapierde" torturante del fútbol de hoy.

—Después de tanto tiempo, ¿sigue teniendo sensaciones especiales cuando le toca relatar un partido entre Uruguay y Argentina?

—Lo que más le agradezco al pueblo argentino, y vaya si tengo motivos para la gratitud, es que siempre aceptaron mi condición de uruguayo, en algo tan espinoso como el fútbol. Nunca hubo un reproche cuando antes de un partido dije que prefería que ganara Uruguay, al ser entrevistado. Acaso porque siempre traté de ser respetuoso, objetivo en los relatos de esos partidos. No hay una idea que no haya expresado sobre las jugadas más complejas, si fue penal, si merecía alguien la expulsión, pero el manejo de los tonos, siempre ha sido lo más considerado que me fue posible. También es verdad que sobre la felicidad del Uruguay, no es el fútbol lo primero que me interesa. Al ser así, el grado de pasión es inferior a lo que me provocan su política, su economía, sus necesidades básicas.

—De acuerdo al fixture que tendrá Argentina en la próxima Copa del Mundo, los medios especulan con la posibilidad de que la selección de Pekerman quede eliminada en primera ronda, ¿usted piensa que puede repetirse la historia de 2002?

—No. Aquello fue excepcional, injusto como el fútbol mismo. Este equipo es mucho menos que aquél, pero no hay ningún motivo para pensar que se vuelva en la primera ronda.

"ME SENTÍ PERSEGUIDO Y ME FUI"

w —¿Por qué se fue a Argentina?

—Hubo un momento en el que me sentí un poco perseguido. Me amonestaron muchas veces por algo que había dicho, cuando aquello del jugador Filipini de Defensor que saludó a su hermano detenido en la cárcel de Libertad y yo adherí al saludo, me llamaron y me dijeron que tenía tarjeta amarilla. Cuando me prohibieron los de la AUF yo sabía que eso se había consensuado con gente importante de las FF.AA.

En el Mundial de Japón 79 tomé una gran nota del Dr. Tarigo en El Día, que hablaba de los ciudadanos de segunda en referencia a los civiles y los militares, y la mencioné desde Tokio, como hablando de otro tema, pero algo captaron porque tampoco cayó bien. Y me asusté cuando fui preso 27 días por una pelea en un partido de fútbol de los que jugaba casi todos los días de mi vida —recuerde que tenía un cuadro con el que anduvimos por el país y la capital haciendo beneficios, y entre el fútbol de once y el de cinco jugábamos más de 100 partidos por año— un lío como los que el fútbol produce de a cientos por calenturas del momento.

Conocía algunos militares, un Mayor Grosso, un Capitán Cedrés de Huracán que todavía está en el club, casualmente por partidos de fútbol que habíamos jugado, pero no tenía cómo saber a través de ellos hasta qué punto estaba observado. Y no creía que tuvieran demasiada influencia. Yo visitaba en Holanda a un amigo entrañable que había sido tupamaro, el Gorrión Pérez Uria, increíble relator de Colonia y compañero mío en el basquet de la ciudad, y pensaba que eso podía saberse. Cuando fui preso, me hicieron volver de Europa, justo estaba en lo de Gorrión cuando me avisaron de la radio que la situación era insostenible y me vine. Y de Carrasco me llevaron directo a la central.

El medio además era chico, la relación con los dirigentes en general era mala. Estando preso me visitaron de Argentina, dos periodistas amigos, y salió el tema de los temores. Me dijeron: "a vos te mandan un contrato mañana si querés". Les dije que le metieran para adelante y luego, estando más asustado por irme que por quedarme, miedo al fracaso claro, ya no podía echarme atrás, cuando, efectivamente volvieron con una oferta. Y me fui. Una locura que salió bien. O un escape a tiempo.

—¿Qué personas influyeron en su vida profesional para que llegara hasta donde está?

—Demasiadas, como para recordar sin cometer injusticias. Tengo especial cariño por Carlos Giacosa, gran protector de mi bohemia de aquellos tiempos, y por el Dr. Daniel Scheck, el empresario que más he querido y respetado en mi vida, porque siempre supo cómo pienso en algunos temas, y jamás cambió su actitud amistosa, protectora y fraternal. Y en Argentina Héctor Ricardo García. Pero no dudo de que debe haber unas cincuenta personas que gravitaron positivamente en mi vida, en las oportunidades o la protección que tuve.

—¿Qué dejó en Uruguay?

—Me traje del Uruguay la base cultural con la que me he defendido en la vida. Después de Artigas mi segundo prócer es José Pedro Varela. Dejé afectos que nunca decayeron. Los lazos siguen siendo muy fuertes en lo afectivo, y como las raíces al árbol, en mi esencia como individuo, está Uruguay.

—¿Cómo está compuesta su familia?

—Tengo cinco hijos, tres de los cuales son de mi matrimonio de 28 años. Mis hermanos que son de fierro, parecemos los Dalton, tías viejas y aún coquetas, primos muy queridos. En Cardona y Montevideo, sobre todo, hay rastros familiares muy profundos.

—Como especialista en medios, ¿qué le provoca que dos de sus hijas (Paula y Ana Laura) se estén consolidando en televisión?

—Paula ha dado cada paso por sí sola. No me debe ni una entrevista de trabajo. Es solvente, y deseo que se afirme en su carrera actoral, conductora o modelo. Ana Laura lleva también unos cuantos años en la televisión de Montevideo. La vida en los medios tiene un sabor muy especial.

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