Publicidad

Gauchos del asfalto

Compartir esta noticia
 cultural Adolfo Garcé 20070713 238x237

AGUSTÍN COURTOISIE

ANTE EL título del libro, Donde hubo fuego, habría que recitar la esperable "cenizas quedan". Pero también corresponde agregar algo acerca de las brasas que no se apagan, y de lo fácil que parecería restablecer el foco ígneo, si se considera el calor que despierta la historia reciente del Uruguay. Incluso no hablar del libro, o no hablar en forma suficiente de la investigación que involucra, sería otra forma de mostrar la vigencia de ciertas pasiones encontradas.

El autor es Adolfo Garcé (Montevideo, 1965), conocido por su participación en las "tertulias" de radio El Espectador, pero además politólogo y ensayista, e investigador del Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales (UdelaR). De sus publicaciones anteriores resulta casi ineludible conocer, pese a la fisonomía gris de los títulos, obras como Uruguay y su conciencia crítica (1987), Técnicos y Política (2000), ambos en colaboración con Gustavo De Armas, e Ideas y competencia política en el Uruguay (1960-1973): revisando el "fracaso" de la CIDE (2002).

INSURRECTOS. A partir de numerosas entrevistas con los directamente involucrados, Garcé no solamente sostiene que los "tupas" usaron las armas antes del golpe de Estado de 1973 y con ellas enfrentaron el imperfecto Uruguay democrático de entonces. Lo novedoso de Donde hubo fuego es afirmar con pruebas al canto que a partir de 1985, en pleno resurgir de la democracia y hasta el presente -a pesar de su progresiva incorporación a la legalidad- el MLN-T nunca renegó de su "horizonte insurreccional". Claro que con algunos matices importantes: los "proletarios", siguieron creyendo en los "fierros" (armas de fuego), e incluso pensaron que en los años 90 se vendría un "nuevo 1973". Había que armarse (y entrenarse) de nuevo para eso.

Por su parte, los "frentegrandistas", entendieron que cuando las circunstancias cambian, la teoría debe adaptarse a ellas (pág.163). Para este segundo grupo, la nueva tarea consistía en dejar la metralleta y pensar, por ejemplo, en la lista de candidatos para las elecciones, y en aceptar las reglas de juego de la democracia: Mujica y Fernández Huidobro, líderes guerrilleros históricos, se afiliaron gradualmente en esa línea, que implicaba una sutil política de alianzas.

La simpatía del autor de Donde hubo fuego por algunos de los protagonistas puede herir a ciertos lectores, pero debe admitirse que Garcé logra proyectar el zigzagueante proceso de adaptación del MLN-T a la legalidad con la suficiente complejidad, y consigue situar los hechos en un verosímil claroscuro: "Los tupamaros son una de las tribus más peculiares y sufridas de la política uruguaya. Estos gauchos del asfalto son románticos pero pragmáticos, atropellados pero persistentes, críticos pero testarudos, marxistas pero casi anarcos, `fanáticos del colectivo` pero caudillistas, revolucionarios pero tradicionalistas..." (pág. 14). En otro lugar agrega: "reduciendo la ideología tupamara a su nutriente marxista podemos perder más de lo que ganamos" (pág. 31). El mérito del libro consiste, más allá de muchas de sus polémicas afirmaciones, en que procura registrar el infrecuente tránsito de un movimiento guerrillero a la legalidad, y hacia la conquista del voto popular, sin olvidar mencionar el respeto ganado ante quienes discreparon históricamente con sus métodos violentistas de otrora.

CARTAS EN LA MANGA. Es significativo que Jorge Zabalza, partidario de la línea "proletaria" (de apariencia menos "confortable"), haya juzgado con cierta aprobación las esclarecedoras páginas de Donde hubo fuego: "El libro de Garcé es serio y documentado, y permite comenzar el debate. Garcé lo hace, claro, desde su punto de vista. Él maneja las categorías que se manejan en la Facultad de Ciencia Política, no las nuestras". Aun con algunos reparos, Zabalza reconoce, por ejemplo, que el autor "entrevistó gente de todos los pensamientos que corrían por el MLN" (Brecha, 16/10/2006). Pero eso no le ha impedido a Garcé registrar ciertos hechos inquietantes, más allá de la positiva reconversión política de José "Pepe" Mujica, y de muchos otros titulares de bancas y ministerios en la actual administración. En realidad hoy no es posible afirmar que el MLN-T y sus ex integrantes se hayan incorporado a la legalidad sin cartas en la manga. La profusa documentación de Garcé prueba que después de la vuelta de la democracia en el Uruguay, miembros "proletarios" de los "tupas" estimularon la instalación de asentamientos irregulares (pág. 123), decidieron en forma orgánica entrenarse militarmente en Libia en 1989 (pág. 119), integraron "tupabandas" para hacer "finanzas a la antigua" (pág. 120 y sigs.) y por si fuera poco, estuvieron detrás de los sucesos del Hospital "Filtro", cuando se intentó frenar la extradición de los etarras (págs. 130 y 171).

Han pasado ya unos cuantos meses de la primera edición de Donde hubo fuego. Algunas controversias actuales deberían nutrirse en esta obra de incómoda e ineludible lectura. Por citar de nuevo una fuente que Garcé agradece en sus páginas: según Jorge Zabalza, "Acá pasamos en diez años de un horizonte insurreccional que nos llevaba a determinada práctica de masas a.... Cuando el Filtro, estuvimos todos. Nadie puede olvidar que si nosotros estábamos en la calle, Fernández Huidobro estaba convocando desde la 44, la Radio Panamericana, que dirigía Mujica. En diez años pasamos de esa práctica de masas a una que tiene como instrumento la demagogia, el trabajo con las imágenes mediáticas, el discurso parlamentario" (Brecha, ibídem). Para reflexionar.

DONDE HUBO FUEGO. El proceso de adaptación del MLN-Tupamaros a la legalidad y a la competencia electoral (1985-2004), de Adolfo Garcé. Montevideo. 2006. Fin de Siglo. 256 págs. Distribuye Gussi.

Una épica y una historia

ADOLFO GARCÉ

LOS TUPAMAROS se ocuparon de construir una épica y de escribir la historia que les convenía contar desde el punto de vista de su estrategia política.

La construcción de la épica la realizaron relatando con crudeza sus años de prisión, con picardía sus operaciones militares y con humor sus derrotas. Nunca renegaron de su pasado. Por el contrario, siguieron recordando, todos los años, la muerte de Raúl Sendic y conmemorando la toma de Pando del 8 de octubre de 1969. Tampoco se presentaron como héroes infalibles. En realidad, Fernández Huidobro, el principal reconstructor de la historia del MLN-T, suele decir que ellos han sido "mariscales de derrotas", pero que de cada una de ellas han logrado aprender y renacer.

Al mismo tiempo que relataban sus peripecias, los tupamaros fueron reescribiendo la historia política reciente. En primer lugar, fueron reinterpretando su relación con la democracia. Mientras al principio, como surge nítidamente tanto de los documentos como de la práctica política de la época, no mostraban apego ni depositaban esperanzas en la democracia "burguesa" (en realidad, tendían a verla como un obstáculo para la toma de conciencia del pueblo), luego de la dictadura han insistido en presentarse como defensores de una democracia agredida. Este argumento, en mi opinión, no es totalmente falso. Existía en la época en que comenzó a formarse el MLN-T (1963-1964) una preocupación por el ascenso del fascismo en el Cono Sur. Esta preocupación se reforzó con el golpe de Castelo Branco en Brasil en 1964. También es cierto que una parte importante de la izquierda interpretó la reforma constitucional de 1966 y el gobierno de Pacheco como el prólogo de una dictadura propiamente dicha. Sin embargo, en esencia, la interpretación que presenta a los tupamaros como defensores de la democracia no se sostiene. El objetivo principal de la lucha de los tupamaros fue, mediante la acción revolucionaria, acelerar el proceso de creación de las condiciones subjetivas para la revolución socialista y su primera fase, la liberación nacional.

(de Donde hubo fuego, págs. 168 a 171).

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad