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Gala de Ballet II

ficha

Coreografías: George Balanchine, Oscar Araiz, Vicente Nebrada, Ana María Stekelman. Música: Gaetano Donizetti, Gustav Mahler, Lee Gurst, y selección de tangos y candombes. Sala: El Galpón (18 de Julio 1618). Funciones: Hasta el 28 de junio. Horarios: martes, miércoles, jueves y viernes a las 20.00 hs. Sábados a las 17.00 y a las 20.30 hs. Domingos a las 14.00 hs. Entradas: $ 600, $ 500, $ 400, $ 200, $ 90.

El viernes último se estrenó en la sala mayor del Teatro El Galpón una nueva producción del Ballet Nacional Sodre, en la que se pudo comprobar una vez más el nivel ascendente que va recorriendo la renovada compañía oficial. El espectáculo, además de convocar al público de la danza, tiene todos los elementos como para llegar a un público de mayor rango, incluso para espectadores muy jóvenes que por primera vez asistan a una obra de este tipo.

La estructura de esta producción es similar a la anterior (Gala de Ballet, estrenada en octubre pasado en el Auditorio Nacional Adela Reta), aunque en este caso, se aumentó la apuesta y se le dio un mayor color local. Como en esa edición anterior, aquí se fue desde lo más clásico a lo más experimental, ofreciendo un conjunto de muy buenas coreografías, para los gustos más diversos.

Abrió el programa una pieza difícil de George Balanchine: Donizetti variations, una coreografía compleja y llena de vigor, con algún toque de humor y pasajes de mucho brío. Con ella, la bailarina Giovanna Martinatto recibió uno de los primeros grandes aplausos de la noche, que cosechó a partir de una performance tan fresca y juvenil como técnica y precisa.

Pero sin duda fue la creación del argentino Oscar Araiz, Adagietto (que siguió a continuación), uno de los platos fuertes del programa. Con un vestuario azul bien pegado al cuerpo, la pareja de bailarines exhibió la técnica y la gracia necesarias para llevar adelante este trabajo de gran exigencia física y estética, principalmente para el bailarín masculino, que tiene que poner en juego mucho esfuerzo, para lucimiento de su partener.

Como explicó el propio director del BNS, Julio Bocca, esta coreografía exige que los bailarines se desempeñen como si se movieran adentro de una pileta de miel: esto es, movimientos lentos, sensuales, que parecen ir en contra de la fuerza de gravedad. Y la pareja logró eso: por momentos el cuerpo de ella se desplazaba lentamente, con el bailarín masculino como único apoyo. La sensualidad, la parsimonia que alcanzan los movimientos, deja la impresión de estar viendo una escena onírica. Desde la platea, su creador, Araiz, quien ideó esta bella coreografía unos 40 años atrás, contemplaba el cuadro como un espectador más. Jessica Schapira y Sebastián Arias, cosecharon una ovación por el trabajo, aplauso que también se hizo extensivo al propio Araiz.

La tercera coreografía tuvo varios puntos de interés, empezando por el reparto, compuesto por seis bailarines varones. A partir de la creación del venezolano Vicente Nebrada, Percusión para seis hombres exhibió el correlato físico de distintos instrumentos musicales.

Luego de un trabajo de conjunto, cada uno de los integrantes de esta coreografía realizó un solo en el que se interpretó un género, estilo o instrumento: xilofón, jazz, danza española, balance, tarantella y giros. Y luego de un intervalo (el espectáculo dura unas dos horas, que se hacen cortas), llegó la coreografía de mayor sabor local: Tango & candombe.

Sobre coreografía de Ana María Stekelman (también presente en este estreno), esta creación fue, ella sola, todo otro espectáculo. A partir de una selección de autores e intérpretes del tango y el candombe, la coreógrafa argentina ideó un magistral juego de formas.

Los bailes de las llamadas encontraron en el escenario de El Galpón una reinterpretación desde la danza profesional, tanto las realizaciones grupales como las individuales. El tango fue también reformulado desde una perspectiva académica, aspecto que Stekelman ha desarrollado a lo largo de su rica carrera en los mayores escenarios del mundo.

Con las voces de grandes intérpretes en off, esta coreografía ofreció momentos exquisitos, como la interpretación de A media luz y La Cumparsita. Pero quizá fue con Araca París, que el cuadro alcanzó su punto más cómico y desenfadado.

Con un aplauso cerrado del público, los bailarines dieron el saludo final, siendo llamados a saludar desde el escenario Araiz y Stekelman. Julio Bocca también salió a escena, a entregar un ramo de flores a cada uno de los coreógrafos argentinos, ambos compañeros de carrera de él, mientras los espectadores aplaudían agradecidos.

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