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"Doña Ramona": tres décadas después y se mantiene tan fresca

Valiosa. La Comedia en una divertida obra

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CARLOS REYES

Este espectáculo, que la Comedia Nacional está haciendo en la Sala Zavala Muniz, puede ser percibido por el espectador de una u otra forma, según haya visto la versión anterior, que llevó adelante el Teatro Circular en 1982.

Quienes no conocen la obra y no vieron la versión original, seguramente les resultará difícil comprender que este drama ubicado en una familia de la alta burguesía del Novecientos, haya formado parte del llamado teatro de resistencia. Pero esta historia de puertas adentro (similar en algún punto a La casa de Bernarda Alba, de García Lorca), habló en tiempos de la dictadura del ambiente opresivo que se vivía en el país.

Hoy ese paralelo ha desaparecido, y el texto aflora como lo que es: una trama familiar que cuenta la triste historia de una joven mujer del Interior, que llega a Montevideo a buscar nuevos horizontes, y termina siendo avasallada por los lazos de un poderoso cuarteto de hermanos ricos.

Claro que el texto (de Víctor Manuel Leites, sobre novela de José Pedro Bellán) está minado de referencias sociales y políticas, que describen el Uruguay de Batlle y Ordóñez y sus injusticias.

La puesta que ofrece la compañía oficial guarda cierto parentesco con aquella hermosa pieza que hace tres décadas estrenó el Circular: de hecho, su director, Jorge Bolani, integró el elenco de la primera versión, desempeñando el único rol masculino de la obra, que ahora corre por cuenta de Luis Martínez.

Pero las diferencias son muchas, más allá de ser el mismo texto y similar dinámica escénica. La escenografía, de Osvaldo Reyno, utiliza la Sala Zavala Muniz de un modo inusual, instalando una especie de gran marco que infiere un carácter monumental al montaje. Lo que en la primera versión era un comedor burgués, ahora se presenta con más espacio y muebles de estilo, subrayando la riqueza y el poder familiar.

En la versión del Circular el elenco era quizá más homogéneo en cuanto al registro actoral, con el papel de Magdalena (la vieja sirvienta) con algunos toques campechanos. Isabel Legarra (hoy actriz de la Comedia Nacional) daba perfecto en el difícil tono de Doña Ramona, la sirvienta puritana que llega a servir a la casa. Jimena Pérez asume ahora ese papel con solvencia, desde una compostura más rígida. Martínez también le saca jugo a su papel de Alfonso (el hermano varón, aparentemente el jefe de familia, aunque en realidad dominado por su hermana Amparo), pero sin concretar tan bien los efectos de humor como en su momento lo hizo Bolani.

El trío de hermanas burguesas (que representan tres maneras de vivir los beneficios de la riqueza), cuenta ahora con tres actrices de primera línea: Andrea Davidovics, Alejandra Wolf y Florencia Zabaleta. Mientras Catherina Pascale compone con gracia y personalidad un personaje riquísimo, el de Magdalena.

En suma, el espectáculo que brinda la Comedia es divertido en su devenir y efectivo en su duro final. El elenco y los rubros técnicos se complementan para ofrecer un trabajo bien profesional. La nueva versión, aunque fluye bien, podría haber sido más ágil. Pero tanto el espectador que vio la versión anterior como el que no, podrá disfrutar de esta Doña Ramona, que no ha perdido ni el humor ni la agudeza.

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