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A. L.

Y las expectativas fueron recompensadas. El Ballet Nacional del Sodre llegó anoche al esperado estreno de Giselle, en el Auditorio Adela Reta, con una excelente respuesta de público (con famosos y autoridades gubernamentales incluidas), mucha atención de los medios, y una puesta en escena que fue recibida con el aplauso eufórico y hasta con la ovación.

El proyecto de gestión de Julio Bocca al frente de este histórico (y tan castigado) elenco oficial, daba así un primer y gran paso: la renovación, la exigencia artística, la búsqueda de superación se volvieron materia concreta, tangible. Esto, por cierto, queda enmarco por ese territorio donde todo es opinable (por aficionados y especialistas), discutible. No obstante, la performance de la compañía, los solistas, la orquesta, dejaron sobre el escenario claros signos de que hay madera, y de la buena, para edificar un nuevo Ballet. Existió el nerviosismo, la duda, la imprecisión. Pero en esas dosis que en nada afectan a la unidad artística, ni al plan coreográfico-narrativo de esta obra fundamental del ballet romántico, ni a la alta calidad del trabajo que orientó la maestra Sara Nieto.

Este estreno tuvo como primeras figuras a Giovanna Martinatto (Giselle), Thiago Soares (Albrecht), Luis Ramos (Hilarion), Sara Seoane (Madre). La solvencia, el compromiso interpretativo de estas figuras, al igual que de todo el elenco, mantuvo en vilo el interés dramático de una trama transparente en el encadenamiento de tópicos, aunque de gran complejidad en su traducción coreográfica.

Con este punto de partida, el Ballet selló, finalmente, un compromiso con la cultura y la sociedad toda. "Un nuevo comienzo que también es una continuación", dijo Bocca al comienzo del espectáculo. Y este paso primero, efectivamente, renueva las expectativas.