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La consagración del postergado

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THE NEW YORK TIMES | MAHNOLA DARGIS

En algún momento de su camino a la inmortalidad cinematográfica, entre cortejar a Cybill She- pherd en "La última película" y sufrir por Maggie Gyllenhaal en "Loco corazón", Jeff Bridges se ha transformado de "buen chico americano" en alma sufriente.

Ha sido una metamorfosis gradual, dulce y amarga, y observada por los críticos que, mientras los años pasaban exigían al público y a los ejecutivos de los estudios que se apurara. "Todavía está esperando por el gran éxito que transforme su carrera", sostenía Newsweek en 1984, con motivo del estreno de Starman, película en la que encarnaba a un extraterrestre. Una década más tarde, y otra más, continuó esperando.

No es algo que parezca preocuparlo. Actúa como alguien que no se esfuerza, y hasta hace poco era recordado por su labor como el Dude en la comedia de los hermanos Coen de 1998 El gran Lebowski. Su carácter le valió la definición del "más Zen de todos los actores" según su amigo el músico T Bone Burnett, quien lo ayudó a crear la música que interpreta como Bad Blake en Loco corazón. Como Bad, un músico country de sombrero negro con hígado destruido por el alcohol, Bridges se instala fácilmente en un surco afectivo, enfrentando el dolor, arañando la autocompasión ("Solía ser alguien, pero ahora soy otro"), en un giro que llamó la atención de la crítica y derivó en un Oscar.

Loco corazón es un estimulante y emocionante drama sentimental masculino, salpicado con paisajes de tarjeta postal y canciones pegadizas. El elemento emotivo es enorme, pero tiene cosas auténticas, entre ellas la música y la generosa labor de Bridges, que lo mete a uno en la historia y lo mantiene allí. Trabajando en un registro bajo, añade peso a su trabajo vocal, al punto de que se pueden oír los cigarrillos, el alcohol y las noches de juerga en la voz de Bad tan vívidamente como se ve la barriga que desborda el cinturón.

Bridges llamó la atención de la Academia con su papel secundario de La última película (1971), la elegía de Peter Bogdanovich sobre un moribundo pueblito de Texas en los años cincuenta, perdiendo empero ante su coestrella Ben Johnson, un veterano que había cabalgado con John Ford. También fue nominado como mejor actor secundario por Especialista en el crimen (1974), perdiendo ante el Robert De Niro (El padrino II), y otra vez en 2001 por La conspiración, derrotado por Benicio Del Toro (Traffic). Nominado como mejor actor por Starman, perdió ante F. Murray Abraham de Amadeus.

Todos esos trabajos de Bridges tienen algo para recomendar, pero a lo largo de los años algunos de sus mejores desempeños han sido en películas más pequeñas y a veces olvidadas como Cutter`s Way, un drama de 1991 sobre tres amigos dirigido por el checo Ivan Passer. Como muchas de las mejores películas de Bridges, no atrajo multitudes ni mucho dinero, dos elementos que pesan en los cálculos del Oscar. Su persuasiva encarnación como Richard Bone, un "ángel caído" que vivía de las mujeres y se veía envuelto en un misterio, probablemente no ayudó. A diferencia de su amigo Cutter (John Heard), veterano de Vietnam con un ojo, un brazo y una pierna, Bone representaba la generación que se quedó en casa. "Richard Bone", decía Cutter, "haciendo lo que sabe hacer mejor: escaparse".

En una época anterior, digamos la de su padre Lloyd Bridges, un actor de carácter quizás mejor recordado por su serie de televisión de los años cincuenta Caza submarina, Jeff Bridges tal vez no hubiera tenido la oportunidad de explorar esas ambigüedades. A diferencia de su padre y de su hermano actor, Beau, fue construido para interpretar héroes. Pero llegó al cine en los setenta. Muchas de las mejores películas norteamericanas de esta época eran ricamente contradictorias, repletas de pensamientos y personajes oscuros. Como dijo en una maravillosa frase el crítico Robin Wood, parecían "explotar ante nuestros ojos".

Sea por inclinación, trabajo de sus agentes, suerte o moda, Bridges ha estado por lo general alejado de lo heroico. Se lo vio por primera vez en el cine como un bebé en el drama de 1951 The company she keeps, junto a su hermano y su madre, la actriz Dorothy Dean. Dos décadas más tarde entró en la historia del cine como Duane, el violento capitán del equipo de fútbol de la secundaria de La última película.

Pero en los años setenta los actores no necesariamente aprovechaban los papeles más jugosos para profundizar en las pequeñas cosas, como lo sugiere el ascenso de De Niro, Jack Nicholson, Al Pacino, James Caan y Dustin Hoffman, entre otros, que tienen matices pero también volumen. Los héroes más perdurables de la época eran a menudo obsesivos que destrataban a las camareras y a sus propias parejas, robaban bancos, exhibían armas y se gritaban unos a otros mientras padecían de soledad existencial. Bridges no encajaba en el tipo. Lucía más como un `surfer` de California, más cerca de Robert Redford.

En los ochenta, el cine americano estuvo dominado por la lógica de los blockbusters y los héroes musculosos y pocos complicados: Arnold, Sly, Bruce, Mel. No fueron buenos tiempos para Bridges, cuya primera entrada en el territorio fue la fallida King Kong de 1976. Sin embargo logró sobrevivir con Las puertas del cielo (1980). En 1982 hizo la película de ciencia ficción Tron mientras E.T. rompía las taquillas y Blade Runner cambiaba el género. También se lo vio en un thriller (Al filo de la sospecha), que no fue un superéxito como su similar Atracción fatal.

En los tardíos ochenta Bridges comenzó una línea de trabajo que continuó en la década siguiente y proporcionó algunos de sus mejores trabajos. Tucker: el hombre y su sueño (1988), la tragedia de Francis Ford Coppola sobre el epónimo fabricante de autos de los años cuarenta, despertó la admiración de la crítica por el director y la estrella. El romance continuó con Los fabulosos Baker Boys (1989), que reunió a los hermanos Bridges y a Michelle Pfeiffer en un triángulo romántico. La actriz y su vestido recibieron más atención, pero Jeff era la verdadera estrella. Sus desencantados personajes eran seres humanos, no simples conceptos.

En los noventa, los papeles se volvieron más consistentes o por lo menos decentes: Pescador de ilusiones (1991) de Terry Gilliam. Una culminación fue por supuesto El gran Lebowski, la comedia que, tras ser desdeñada por la crítica, se convirtió en un fenómeno de culto celebrado en un evento anual llamado Lebowski Fest y por estudios académicos.

Hace 38 años ya llamaba la atención

Herido, algo confundido, el personaje de Duane en La última película (Peter Bogdanovich, 1971) estableció para Bridges el tipo del que ha perdido la suerte y está tocando fondo, a veces con una sonrisa demasiado inocente para un actor que pronto se acostumbró a continuar en silencio con sus películas.

A mediados de la década del setenta Bridges interpretó a un boxeador visionario, un malicioso artista de la estafa, un soñador convertido en conductor de autos de carrera, un gritón suicida, un ladrón y un ladrón de ganado. Trabajó con directores legendarios y veteranos como John Houston en la película Ciudad dorada, de 1972, y con novatos como Michael Cimino, quien lo dirigió a él y a Clint Eastwood en su debut de 1974, Especialista en el crimen. Los críticos comenzaron así a prestarle atención. "A veces solo la presencia de Jeff Bridges en pantalla es suficiente para hacer que una película valga la pena de ser vista", escribió en ese entonces la famosa crítica del New Yorker, Pauline Kael, a propósito de su actuación como conductor de autos de carrera en Lo importante es vencer, una película de 1973 en la que actuaba con Ned Beatty. Kael, además, lo comparó con Robert De Niro, quien había encendido las pantallas con su actuación en Calles peligrosas, de Scorsese. "Probablemente Bridges no pueda hacer esas explosivas escenas de De Niro, pero se puede meter en un papel y vivirlo tan profundamente que las pequeñas cosas parecen salir del alma del personaje".

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