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Puede estar de espalda a la cámara, sentada en el cordón de una vereda. Puede que sus ojos negros, el pelo casi naranja, terminen el gesto provocativo en el cual hacer foco y disparar. Ella, Giovanna, luego canta y hace sus disparos al "Tango oxidado".

Tal el título de lo que hará esta joven artista que se reconoce como ciudadana de una patria limitada por las dos orillas del Plata, mañana, 21.30, en la Cava Bar Lobo (Coronel Mora 495 esq. Montero). Y tal el nombre de su disco, que porta como señas de identidad los tangos que han atravesado generaciones en el mapa urbano.

Para lo primero, en el escenario, su porte tanguero tendrá el apoyo de Álvaro Hagopian, en el piano y la dirección musical, Leonel Gasso en bandoneón y Charly Cardozo en el contrabajo. Con ellos abrirá la escena a un proyecto -lo dice Giovanna, lo confirma el comunicado- que muestra la versatilidad y la riqueza de este género ciudadano vuelto tradición y constituyente de imaginarios, en su condición de "fenómeno contracultural que nos abarca y refleja". Los extremos hacen más clara la idea: "de Celedonio Flores a Alejandro Szwarcman, de Soliño y Alberto Mastra a Basilio Muñoz".

Queda pendiente la discusión sobre el concepto (y el uso) de "contracultural", ¿lo fue o lo es realmente?, en todo caso, ¿cuándo o hasta cuándo lo fue?, etcétera. Las opiniones, claro, se podrán dirimir en otros ámbitos (con o sin desplantes de internautas y tangueros de ira fácil, adjetivos rápidos, y firma encubierta en los foros).

Se puede, en cambio, develar la historia tras el nombre y los apellidos de Giovanna Facchinelli Larrea. Lo primero: nació y creció repartida en ambas capitales nacionales del Río de la Plata. La experiencia del cruce como marca de vida, se fundamenta, fue clave para descubrir una pasión por el tango.

Otra historia también converge en el relato: en edades más juveniles, el tango para Giovanna era esa entidad sonora digna de rechazos, aborrecimientos, por no cuadrar en el mundo de la rebeldía natural.

Después, como le ha ocurrido a muchos, el descubrimiento inesperado, en el lugar y la oportunidad justas: el Mercado de la Abundancia, en las actividades de la III Cumbre Mundial del Tango, la presencia de artistas capaces de provocar esos cambios, la experiencia colectiva que hace a la vivencia del tango y a la recuperación de las canciones que poblaron la banda sonora familiar, hogareña. La alineación de variables tuvo su efecto: ella era una tanguera más. Del descubrimiento al disco mediaron años, el reconocimiento de un premio Iris en 1994, su voz registrada en el film En la puta vida, de Beatriz Flores Silva, actuaciones Viena, Nueva York, Miami, Chicago. Para el estudio de grabación y luego el disco, la sociedad con varios grandes: Hugo Fattoruso, Rubén Juárez, Mariano Barroso, Julio Cobelli y Mario Núñez; sellos que legitiman la calidad.