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Una comedia dramática del británico Mike Leigh

Estreno. El próximo viernes llega "La felicidad trae suerte"

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GUILLERMO ZAPIOLA

Un premio en Berlín a la mejor actriz (Sally Hawkins), una candidatura al Oscar por libreto y otras distinciones constituyen un primer llamador para "La felicidad trae suerte", comedia británica dirigida por Mike Leigh que se estrena el viernes.

Una comedia, y para peor (o más bien para mejor, pero la postmodernidad no ha terminado aún del todo) una película que aspira a comunicar una visión optimista de la vida puede parecer una opción en principio inesperada en el director Leigh, notorio por algunas experiencias teatrales y por films no carentes de puntas críticas como Secretos y mentiras (1996), Simplemente amigas (1997), Topsy Turvy (2000) o Vera Drake (2000).

Pero de eso se trata empero La felicidad trae suerte: una comedia con puntas dramáticas, acerca de una maestra de escuela primaria de unos treinta años (Hawkins) que contempla la vida con un aire despreocupado y distendido. Esa mujer comparte un piso con una amiga (Caroline Martin), dedica su tiempo libre a salir "de cacería" por los pubs en compañía de amigas y una hermana (Sinead Matthews). Pero tiene otra hermana menos casada, bien asentada en su existencia de clase media y a punto de dar a luz, que cuestiona la forma de vida de la protagonista e insiste en que debería pensar en sentar la cabeza.

Nuestra heroína se resiste e insiste en que es feliz, pero sus seguridades se tambalean cuando conoce a un profesor (Eddie Marsan) que no la sigue en sus bromas, se molesta con sus comentarios y le trasmite algo de su malhumor. La protagonista sospecha una vida triste y amargada detrás de ese comportamiento, intenta atravesar la muralla que las separa, y hay algunas derivaciones, no todas inesperadas.

Ha podido sostenerse que La felicidad trae suerte demuestra que Mike Leigh no es un cínico desencantados sino un idealista con el corazón roto, y que su indagación revela en él a un individuo genuinamente interesado en la gente que posee lo que alguien ha definido como "el gen del regocijo". Observadores internacionales han señalado que la idea final que surge de la película (que tiene, empero, un final abierto) es que la felicidad es un fenómeno misterioso. No hay sermones en el film: la protagonista es feliz porque es feliz, no hay explicaciones ciertas para lo que siente, y el espectador puede preguntarse si no se tratará de una forma de locura. Otros le dan otro nombre igualmente convencional: amor romántico.

Entre el humor y la crítica social, entre el drama (vera Drake, su película anterior, era una historia sobre el aborto), entre el teatro y el cine, Leigh continúa en actividad y sigue siendo el mismo inquieto de siempre. En 2005, volvió al teatro después de muchos años de ausencia con la obra Two Thousand Years, estrenada en el Royal National Theatre de London. La obra generó un pequeño escándalo en la comunidad judía británica (el propio Leigh es judío) al narrar la historia de una familia de la colectividad, uno de cuyos jóvenes opta por la religiosidad más ortodoxa.

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