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¿Por qué en Uruguay se acentúan los efectos de las tormentas geomagnéticas?

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campo magnético

CIENCIA

Físico uruguayo desarrolló un método de prevención ante este fenómeno, una de las principales "amenazas" de la actividad solar

"Un piñazo”. Así de simple explicó Ramón Caraballo lo que hace una tormenta geomagnética cuando alcanza el campo magnético terrestre. La eyección de masa coronal viaja a 400 kilómetros por segundo en un periodo de calma a cerca de 2.000 kilómetros por segundo.

El golpe, dependiendo de la magnitud, provoca que el campo magnético terrestre varíe rápidamente mientras que la radiación se inyecta dentro de la atmósfera superior. Lo primero –y lo más conocido– es que se produzcan fallas en los sistemas de navegación y comunicaciones inalámbricas; lo menos conocido y bastante grave es lo que el físico uruguayo catalogó como una de las principales “amenazas” de la actividad solar: la ocurrencia de desperfectos en las redes de transmisión eléctrica.

Caraballo, quien está culminando su doctorado en clima espacial y corrientes geomagnéticas inducidas (GIC, por su sigla en inglés) en la Universidad Nacional Autónoma de México, diseñó e implementó una herramienta para la evaluación y monitoreo en tiempo real de las GIC para minimizar las posibles pérdidas económicas por la quema de transformadores y por ocurrencia de apagones.

En diálogo con El País, el experto consideró que implementar este sistema en Uruguay no significaría una gran inversión (aquí solo hay una decena de subestaciones mientras que México tiene 300) en comparación con los millones que se pueden perder por una tormenta geomagnética.

¿Pero suceden seguido? Por supuesto. Durante la entrevista estaba ocurriendo una. Y, desde hace tiempo, van en aumento. Esto se debe a que el Sol se encuentra cerca de la finalización del llamado ciclo 24 –cada uno dura 11 años– por el que registra más actividad de la prevista. En total, se han registrado 120 eventos significativos globales entre los ciclos 23 y 24 y se espera –pero no se quiere– un fenómeno parecido a la de 1859, bautizada como Tormenta de Carrington, que prácticamente destruyó la red telegráfica en el hemisferio norte, y que paralizaría la vida tal como la conocemos. “El mundo volvería al siglo XIX en días”, afirmó el físico. El periodo de recuperación podría durar años.

¿Y afectaría a Uruguay? Por supuesto. No solo porque no somos una isla sin ningún tipo de tecnología en medio del océano sino porque este rincón del mundo está ubicado en lo que se conoce como “anomalía magnética del Atlántico Sur” por lo que contamos con menor protección natural. Así lo explicó Leda Sánchez, geóloga y presidenta del Consejo Directivo del Observatorio Geofísico de Uruguay: “El paraguas que nos protege de todas las partículas cargadas que golpean la Tierra aquí funciona como un embudo; es decir, entra mayor cantidad de partículas”.

Las perturbaciones provocadas por las GIC afectan al transporte ferroviario, semáforos, centrales nucleares, oleoductos y redes eléctricas. Son capaces de recorrer miles de kilómetros a través de los cables. También afectan a los aparatos que usamos todos los días: “No nos damos cuenta pero cada celular se conecta con al menos 22 satélites para darnos la posición en tiempo real. Si sucede otro evento Carrignton quedaría solamente como pisapapeles porque no va a servir para nada más”.

Clima espacial severo y la tecnología.

Es más probable que los satélites y otras naves que sobrevuelen la anomalía del Atlántico Sur experimenten fallos técnicos, dada la mayor debilidad del campo magnético en esa región, lo que permite que las partículas cargadas penetren hasta las altitudes de los satélites en órbita baja terrestre. El Observatorio Geofísico de Uruguay pretende, por un lado, analizar la correlación entre el clima espacial severo y las fallas en infraestructuras en vista a futuras prevenciones. “Una mejor y más amplia comprensión de estos temas, conlleva a la toma de conciencia de los riesgos que corremos y las vulnerabilidades que nos marcan a nivel de la tecnología y que nos afectan como sociedad profundamente dependiente de ella y su desarrollo”, dijo la experta Leda Sánchez. Y añadió: “El campo magnético funciona como un escudo o paraguas que nos protege de la radiación, partículas cargadas que vienen del Sol y esta región es bastante más débil”.

Además, las GIC no se quedan en la superficie; penetran hasta 300 kilómetros hacia el interior del planeta. Caraballo comentó: “El suelo no es un aislante perfecto. Tiene cierta conductividad en función de la ubicación. Gran parte de Uruguay se ubica sobre de muy baja conductividad eléctrica y en una zona costera, por lo que es una causal para que este fenómeno se acentúe”.

Posible solución.

El modelo númerico diseñado por Caraballo y que es la base del dispositivo ya es utilizado en una parte de la red eléctrica de México, dado que, al igual que en Estados Unidos, las tormentas geomagnéticas son consideradas un tema prioritario para la seguridad nacional.

Lo que hace es medir la corriente continua en tiempo real. En realidad, que haya corriente continua ya es un problema pero, si está presente, genera calor y, con ello, puede quemar los transformadores. “Es una falla acumulativa y catastrófica. Quizás la tormenta no es suficiente para cortar el servicio eléctrico, pero provoca daño acumulativo por estrés térmico y mecánico”, explicó el investigador del programa Pedeciba Geociencias.
Por ejemplo, en 2003 se registró una de las tormentas geomagnéticas más intensas de las que se conocen: en Sudáfrica, donde se sentieron más los efectos, quemó gran parte de la red de alta tensión y se encontraron fallas hasta uno después.

Tormenta solar.
Tormenta solar.

Y añadió: “(El dispositivo) contribuye a minimizar los efectos del clima espacial sobre la superficie de la Tierra y aportaría conocimiento y ganancias a medio y largo plazo a la compañía de luz”.

Caraballo y Sánchez le han planteado el tema a UTE pero no llamaron la atención de las autoridades. A propósito, el primero dijo a El País: “La red de alta tensión es la que conecta Salto Grande con las ocho subestaciones de 500 mil voltios. Si se corta esa red, las demás, la de 115 mil voltios, quedarían inutilizadas. Son cables muertos”.

El físico también trabaja en la implementación de una red de magnetómetros para mejorar la precisión de las estimaciones de los riesgos por GIC en México.

En Uruguay, ubicado en el corazón de la anomalía magnética del Atlántico Sur, la única estación magnética no funciona desde hace años por desinterés de las autoridades de gobierno.

“La diferencia entre el clima espacial y el clima meteorológico es que los meteorólogos corren modelos; no hay modelos para el clima espacial aun. No conocemos todos aspectos del funcionamiento del horno solar”, concluyó el especialista.

Uruguay en la anomalía del Atlántico Sur.

La llamada “anomalía del Atlántico Sur”, que afecta al Río de la Plata, ya está provocando perturbaciones técnicas en los satélites que orbitan la Tierra, según datos de la llamada “constelación Swarm” de satélites de la Agencia Espacial Europea. Uruguay se encuentra en el centro, por lo que está en la región planetaria más vulnerable a los cambios en la actividad solar.

La geóloga Leda Sánchez así lo explicó: “Se ha visto una clara disminución del campo magnético terrestre en la región del Río de la Plata con valores de intensidad total del orden de 22.800 nanoTeslas, valor anómalo y que debería ser superior a los 31.000 nanoTeslas. Sabemos que se podría llegar a valores inferiores; quizás cercanos a los 17.000 nanoTeslas para el 2100”. Un Tesla es la medida de la densidad de flujo magnético en el sistema internacional. Según estudios internacionales, el campo magnético ha perdido, de media global, alrededor del 9% de su fuerza en los últimos 200 años. Y, la anomalía del Atlántico Sur, que lleva 600 años formándose, ha acelerado su desarrollo en los últimos años. “Se ha desplazado desde el océano Índico a Sudamérica y se ha venido agrandando. Ya cubre prácticamente a todo el continente y su centro se desplazó en ocho años del norte de Uruguay al sur de Bolivia”, explicó el físico Ramón Caraballo. Cualquier satélite o nave espacial tripulada que describa una trayectoria con una inclinación orbital de entre 35º y 60º atravesará periódicamente la anomalía del Atlántico Sur, exponiéndose durante varios minutos a una fuerte radiación. La posición de esta anomalía no es fija, sino que deriva lentamente debido a la rotación diferencial entre el núcleo terrestre y su superficie, desplazándose entre 0,3º y 0,5º por año, por lo que dentro de 1.000 años la debería completar un giro completo.

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