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Flora y Fauna Indígena, un proyecto que propone reconectar con la naturaleza a través de senderos con visitas interactivas

La asociación civil propone un programa de educación ambiental y de ecoturismo a través de senderos. El principal está en Pan de Azúcar.

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Grupo por el sendero de Flora y Fauna Indígena
Gntileza Flora y Fauna Indígena

Caminar. Reconocer plantas y árboles. Acariciar hojas. Meter las manos en la tierra. Embarrarse. Escuchar el sonido de las aves y el del viento. Jugar. Cruzar un arroyo. Sentir cómo el agua enfría los pies, los tobillos y las pantorrillas hasta llegar a las rodillas. Seguir caminando. Llegar a una cascada. Cerrar los ojos. Quedarse así. Que el agua que cae sobre las piedras sea lo único que exista por unos segundos, por unos minutos. Volver a donde todo empezó. Y, al final, conectar con el paisaje, con el cielo limpio, con los árboles y las plantas, con los insectos, con los animales: con la naturalezaentera.

Tal vez, la misión de la asociación civil Flora y Fauna Indígena, tenga que ver con eso: con la reconexión del ser humano con la naturaleza. Ellos la describen así: “Buscamos conservar la biodiversidad a través de la reconexión del ser humano con la naturaleza, desarrollando programas vivenciales de educación ambiental y ecoturismo, proyectos de investigación, producción sustentable y de regeneración, gestionando áreas naturales y fomentando la participación de la comunidad”.

Flora y Fauna Indígena es una asociación sin fines de lucro que surgió en 2012. Proponen un programa de educación ambiental, que tiene propuestas para todos los niveles educativos, desde inicial hasta Bachillerato, adaptadas a los programas de ANEP, y, también, un proyecto de ecoturismo.

A través de actividades en algunos senderos en el interior del país para escuelas y colegios, pero también para público en general, buscan contribuir “a la conservación en Uruguay, promoviendo el conocimiento, la valorización y la protección de la naturaleza, fomentando el respeto por los ecosistemas, su flora y fauna indígena y su vínculo con el bienestar humano”.

Detrás de la iniciativa hay un equipo de más de 15 profesionales de todas las áreas: desde docentes y biólogos, hasta guardaparques, antropólogos, veterinarios, abogados y paisajistas. Todo empezó hace doce años, cuando Fiorella Gagliardi y Jeanine Beare, veterinarias, comenzaron a gestionar una reserva privada en Bella Vista.

Se trataba del campo de un matrimonio que decidió no usarlo para fines productivos y conservar la naturaleza. Ellas fueron las veterinarias a cargo de la gestión de la reserva y, entonces, empezaron a desarrollar el programa de educación ambiental. De esa forma, niños y niñas de colegios y escuelas del Uruguay, al mismo tiempo que turistas y público en general, empezaron a visitar la reserva y a aprender sobre flora y fauna nativa.

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Grupo en sendero de Flora y Fauna Indígena.

El proyecto estuvo allí por seis años. Y, cuando los propietarios del campo decidieron no continuar con la reserva, Jeanine y Fiorella supieron que tenían que encontrar otro lugar para continuar.

“La experiencia había sido muy buena y valía la pena seguir adelante. Nos dimos cuenta de que un chico o cualquier persona puede hacer un clic solo con estar un rato en contacto con la naturaleza, puede ser algo muy grande para alguien. Y a eso lo vimos en esos años”, cuenta Fiorella, encargada del programa de educación ambiental y de ecoturismo de Flora y Fauna Indígena.

Entonces empezaron a buscar predios por todas partes. Maestras y padres de colegios y escuelas que habían sido parte de la experiencia las alentaban para que continuaran y las ayudaban a encontrar un nuevo lugar. Tenía que ser un sitio accesible para que pudieran llegar los ómnibus desde todas partes del país y, además, debería tener todos los ecosistemas presentes en el Uruguay.

En eso estaban cuando encontraron algunas hectáreas en el Parque Industrial de Pan de Azúcar, que les fueron cedidas en comodato.

“El paseo se llama Senderos de Flora y Fauna en Arroyo Pan de Azúcar”, dice Fiorella.

Allí se realizan recorridos guiados por profesionales -en español y en inglés- que brindan mucha información sobre el lugar.

Son casi 70 hectáreas repletas de biodiversidad que atraviesan diferentes ambientes: humedales, praderas, zonas rocosas, monte ribereño y serrano y la orilla del arroyo. El centro de visitantes, por otro lado es, al mismo tiempo, una zona de baños y picnic y un ejemplo de vivienda sustentable, construida con materiales del entorno, sistema de recolección de agua de lluvia, paredes de adobe y techo vivo con flora nativa.

Tienen, además, otro sendero en el balneario Solís. Y un nuevo proyecto que se propone estudiar y trabajar sobre cómo se relacionaban los pueblos originarios del Uruguay con la naturaleza y cómo trabajaban con plantas medicinales. “Se trata de rescatar la memoria ancestral y contársela a los niños”, cuenta Fiorella.

Hay colegios que los visitan desde los comienzos. Y, aunque han llegado niños y niñas de todas partes del Uruguay, la mayoría son de Montevideo, Canelones y Maldonado. “El único ingreso que tiene la asociación civil es una entrada, que es diferencial para escuelas públicas y colegios privados. Ahora nos asociamos con el Rotary Club para que nos apoye en el transporte de los chicos, porque muchas veces las escuelas no pueden pagarlo”, dice Fiorella y aclara que buscan generar alianzas con todas las personas o empresas que quieran apoyarlos.

Antes de visitarlos es necesario contactarse al teléfono 099 162 805. El lugar está en el kilómetro 97,5 de la ruta Interbalnearia.

“Creo que reconectar con la naturaleza, que es lo que proponemos, implica volver a lo sencillo, regresar a la esencia”, dice Fiorella.

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